Por: Danilo Cruz Pichardo
Opinión |
Las redes sociales constituyen medios para la gente establecer
relaciones sociales en todo el mundo, pues tienen millones de usuarios, aunque
muchos se focalizan en la localización de familiares y de amistades con las
cuales hace años que no se comunican. Las redes, desde hace más de una década,
han roto con el monopolio comunicacional de los medios
tradicionales ---comunicación unilateral, por demás---
y hoy todos somos emisores y receptores recíprocamente, convirtiéndonos
en aldea global, expresión que acuñó Marshall Mcluhan, filósofo
canadiense, a finales de la década de los 60 y principios de los 70.
Las redes son medios de socialización, pero simultáneamente de
insociabilidad, pues facilitan hacer relaciones virtuales, independientemente
de la distancia, pero a la vez contribuyen a impedir
comunicaciones privadas, directas y bilaterales, inclusive en la familia, al
estar cada miembro conectado, pendiente a los mensajes de Whatsapp, Telegram,
Signal, correo electrónico, Facebook, Instagram, Twitter y otros.
Se considera una falta de cortesía y de educación prestar más atención
a las redes, a través del móvil, que a miembros de la familia, a personas que
visitan y a compañeros laborales en las oficinas y en otros lugares. Es un
hábito que, en término sicológico, ha llegado a lo patológico, pues muchos
conducen vehículos de motor y maquinarias peligrosas de forma simultánea a la
revisión de las redes. A veces simplemente para saber si alguien dio “me
gusta” a alguna foto o texto publicado.
Con las redes sociales se sugiere coger y dejar.
Seleccionar la parte positiva desde el punto de vista informativo y
cultural, pero sin descuidar las relaciones interpersonales, la lectura de
obras que nos instruyan, la producción económica y un conjunto de realidades
que nos rodean.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales son una maravilla, pues
nos enteramos de acontecimientos acaecidos globalmente en el momento en que
ocurren. Y disponemos de programas como Zoom y Skype, entre otros, que
mediante videoconferencias facilitan las reuniones virtuales y que los espacios
televisivos sigan operando normalmente dentro de la pandemia del
coronavirus.
Hay muchas informaciones en tiempo real, lo que era un imposible
en algunos medios tradicionales, los cuales tuvieron que crear ediciones
digitales y desde hace algún tiempo todos los diarios están en la web
Se ha revelado que algunas redes incentivan la transculturación, el
modismo, el consumismo y la pornografía. Además, encontramos
trivialidades, como chismografía de vecinas que se disputan el amor de un
hombre a través de redes sociales, mediante un lenguaje basado en el insulto y
en el que abundan las faltas ortográficas.
Peor aún: en las redes encontramos frecuentemente noticias falsas o
fake news, llegando al extremo de anunciar muerte de celebridades y figuras
famosas a través de cuentas en las que los usuarios, muchas veces a través de
seudónimos, publican lo que “les venga en gana”.
Los medios tradicionales tienen muchos defectos, pero si algo hay que
reconocerles es que garantizan la veracidad de los hechos noticiosos
publicados.
Muchos comunicólogos disponen de hallazgos importantes en sus estudios
de la comunicación y, particularmente, de las redes sociales, en los que
citan aportes socioculturales, pero a la vez daños sicológicos en los usuarios.
Esos resultados de investigaciones en la comunicación social, que se
hacen desde hace décadas, se suman a las teorías originales de los
padres de la comunicación, como Paul Lazarsfeld, Kurt Lewin, Harold Lasswell y
Carl Hovland.
Debo mencionar, asimismo, los aportes hechos por Gerhard Maletzke a
través de su obra “Sicología de la Comunicación Social”, al clasificar la
comunicación de la siguiente forma: a) directa e indirecta; b) recíproca y
unilateral; y c) privada y pública.
Los males de las redes están a la vista, pero entre los más comunes
están la difamación y la injuria, las cuales se han hecho normas, sin que se
apliquen los artículos 21 y 22 de la Ley 53-07, sobre Crímenes y Delitos de
Altas Tecnologías, porque la DICAP es un organismo infuncional.
En la República Dominicana hacen falta leyes que normen todo lo
inherente a la comunicación social. Para los medios tradicionales todavía
siguen vigentes la Ley 6132, sobre Expresión y Difusión del Pensamiento,
así como su Reglamento 824, de la Comisión Nacional de Espectáculos Públicos y
Radiofonía, documentos totalmente obsoletos.
El propio Código Penal, que trata las sanciones a los delitos
“difamación e injuria” en los artículos del 367 al 376, es otra normativa
desactualizada. Se aprobó un código hace varios años, en las cámaras
legislativas, pero el presidente no lo promulgó por presiones de sectores
conservadores que se oponen a las tres causales del aborto. (Ese es un tema
aparte).
Ojalá y las nuevas autoridades, las que
resultaron electas el 5 de julio, nos doten de las reglamentaciones
comunicacionales necesarias, empezando sobre las redes sociales, pues las
políticas internacionales de sus administradores son insuficientes y la
Ley 53-07 tiene muchas limitaciones y el organismo supuesto a darle seguimiento
es infuncional.
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