Opinión |
En estas circunstancias es
imperioso reivindicar la pertinencia y contenidos de la Revolución
Constitucionalista que encabezaron los coroneles Fernández Domínguez y Caamaño,
brutalmente obstruida por la invasión militar de EEUU. El momento indica
que el proyecto de nación que encarnó la revolución inconclusa de abril de 1965
debe ser retomado y renovado.
Medio siglo de negación de
soberanía, perversión del sufragio, entronización de la corruptela y
degradación de la política tradicional, crisis de salud y deterioro ambiental,
fortalecen lo pertinente de la rebeldía popular para refundar el Estado, sus
instituciones y el proyecto de sociedad basado en democracia real, justicia y
solidaridad.
Se trata ya de una cuestión de
vida o muerte, de supervivencia de la sociedad afectada y amenazada en su salud
colectiva y en sus medios de vida.
La pandemia, montada sobre la
decadencia del sistema de dominación, ha puesto al desnudo las lacras
acumuladas.
Es imprescindible una corte
con ese pasado inmediato. Hay que crear desde la indignación y la rebeldía un
nuevo sistema, y abril 65 es la referencia obligada.
Continuidad de la gesta
Trinitaria y la epopeya Restauradora, la Revolución Constitucionalista fue un
ejemplo de insumisión popular, poder y proceso constituyente; ejemplo de
rescate de la soberanía nacional, unidad cívico-militar y defensa de la
Constitución más avanzada de la historia republicana; factores y procesos
que ahora es preciso relanzar.
Si algo se destaca en su
contenido político es el esfuerzo trascendente por refundar la república,
construir un Estado realmente democrático, acompañado de un poder popular
transformador; algo solo posible de lograr si lo viejo degradado en extremo es
echado abajo y lo nuevo brota de un Proceso Constituyente, que implica
un Cambio Radical, Asamblea Constituyente Popular y Soberana, nueva
Constitución inspirada en la de 1963 y nuevas elecciones. El Movimiento
Camañista-MC reitera en esta ocasión su indeclinable compromiso con estos propósitos
Narciso Isa Conde
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