Por Francisco Luciano
Opinión |
Una persona que nació y se crió en la pobreza, aprendió a leer a los
10 años y no pudo completar la educación primaria. Desde niño hubo de
trabajar lustrando zapatos, vendiendo maní, limpiando jardines, lavando coches,
integrándose desde muy joven a la producción como obrero metalúrgico, en
cuya labor perdió uno de sus dedos.
Se integró al sindicato de trabajadores, llegando a ser el líder
principal. Para 1980 participa en la fundación del Partido de los
Trabajadores, siendo candidato presidencial por esta formación en tres
intentos fallidos, previo a su victoria en 2002, para pasar a ocupar la
presidencia del Brasil por ocho (8) ocho años, alcanzando desde ella
éxitos reconocidos por propios y extraños, vale decir, por adversarios y
partidarios.
Durante su gobierno Lula logró reducir la pobreza a niveles nunca antes
alcanzados en la historia de Brasil, mediante la aplicación de políticas
públicas que promovieron la inclusión y elevaron la capacidad de compra de la
población más pobre, cosa que benefició el crecimiento económico interno,
aumentando las ganancias, tanto de las grandes como de las pequeñas
empresas, cohesionando una clase media que alcanzó mayores y más sólidos
ingresos.
Los éxitos de la política social de Lula y el PT redujeron en un
45% la mortalidad infantil y en un 73% la desnutrición infantil. Abrió 214 escuelas politécnicas y 14 universidades Federales, donde los
hijos de las madres solteras, de los albañiles y jornaleros pueden estudiar y
capacitarse, cosa impensable en Brasil antes de su ascenso al poder.
Cuando llegó al gobierno, el 10 por ciento de la población más rica obtenía
la mitad del dinero del país y dejaban para los más pobres, apenas el 10 por
ciento, logrando cambiar esta situación, pues se
aumentó el salario mínimo en un 62% en cinco años, demostrando que es posible
incrementar los salarios sin provocar inflación, ya que aunque el consumo
creció el equivalente a siete veces, sobre todo en los sectores
populares. Los pobres comenzaron a ser tratados como ciudadanos y a tener
acceso a la bancarización.
A partir de los gobiernos de Lula, Brasil pasó a ser la gran locomotora del
crecimiento económico y de la integración en América Latina.
Con la apertura de espacios para buscar salidas a los problemas propios de la
región en materia de relaciones políticas y económicas sin la participación de
los Estados Unidos.
La deuda de Brasil con el Fondo Monetario Internacional. Cuando Lula
llego al poder era de 16.000 millones de dólares, pero al salir el FMI le
debía a Brasil 14.000 millones de dólares, suma que se les prestó
para ayudar a resolver la crisis de los países ricos.
Brasil pasó de ser un país exportador de materias primas e importador de
tecnologías, a ser un país con capacidad productiva de alta tecnología,
medicamentos, implementos y maquinarias. Así como a desarrollar sus propios
centros de investigación científica y a la exploración minera fundamentalmente
en el área de hidrocarburos.
En los ocho (8) años que Lula gobernó el Brasil, este se
convirtió en un referente de crecimiento con equidad, demostrando que la
pobreza no es un castigo de la divina providencia por nuestros pecados, sino el
producto de la desigualdad social, probando que esta puede ser
derrotada, sin impedir que quienes más tienen sigan teniendo más.
Su propuesta para integrar junto con Rusia, China e India, el Banco BRICS,
fue y es vista como un atentado a la zona de confort que en términos de
financiamientos y condiciones imponen al resto del mundo, los
organismos tradicionales de financiamiento como el BID, BM y el FMI,
cuyos términos atan y amarran a condiciones rígidas, a la naciones acreedoras.
Su liderazgo y su apertura en el campo internacional, sumada a las sólidas
bases de respaldo popular que tenía al salir del poder (80%) han provocado una
conspiración internacional contra Lula y el PT, al extremo de que los políticos
más corruptos del Brasil se dieron el lujo de derrocar sin ninguna base Legal a
la presidenta más honesta y consecuente frente a la lucha anti corrupción que
ha tenido el Brasil.
Todo con el claro propósito de provocar, la actual contra reforma en
marcha, que está subastando a precios de ferias como si se tratara de una
piñata, todas las grandes empresas propiedad del Estado Brasileño, cediéndola a
sectores de la oligarquía y a capital extranjero, con lo cual se ha
incrementado el desempleo en Brasil y en consecuencia la desigualdad social.
La conspiración basada en lo que la CIA llama golpe blando o
suave, consistente en generar protestas bajo cualquier argumento, ha
pasado en Brasil a la penalización de la política, donde el aparato judicial
del Estado, valiéndose de jueces genuflexos, autodenominados
persecutores de Lula y con acusaciones ridículas y sin pruebas, buscan
inhabilitar su candidatura presidencial en 2018.
La oligarquía brasileña de Brasil, asesorada y dirigida los Estados Unidos,
desarrolla una campaña que busca desacreditar a Lula y presentarlo como
el villano corrupto, que no es, con el interés de matarlo moralmente, para que
a ningún otro pobre del mundo se le ocurra imitar su ejemplo de dedicación y
amor por el pueblo, probando que con la política bien
empleada se puede sacar a la gente de la pobreza.
Lula y el PT, han respondido la campana de falacia de la derecha brasileña,
conformando el más grande escudo de apoyo popular que se haya conformado en ese
país, y hoy recorre imbatible todo el territorio de esa gran nación, bajo
cantos de victorias y esperanza de que con él, la economía volverá a crecer y a
distribuir las riquezas.
Respaldamos a Lula, motivándolo a insistir, resistir y persistir en el propósito
de ganar la presidencia de su país, para democratizar la política y el
bienestar, erradicar la pobreza, fomentar la inclusión social,
mejorando servicios como salud y educación. Lula debe
seguir movilizando al pueblo, cuya mejoría y bienestar, es la causa de
todo hombre justo, que es igual a decir, de todo revolucionario como él.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.
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