Neo Carmona (Opinión) |
Las mafias que se han enquistado en el gobierno,
los poderes del estado, la policía y los partidos políticos nos tienen
acostumbrados no solo al más asqueroso robo y sistema de corrupción rampante
sino además, y lo que resulta aun peor, a la impunidad descarada que cubre a
sus principales perpetradores.
En ese sentido, ha sido una tradición el
apresamiento de tal o cual narcotraficante poderoso, como Arturo del Tiempo o
Figueroa Agosto, solo por mencionar dos ejemplos, y que la sociedad dominicana
se quede sin saber cuáles fueron los militares, policías, ministros, banqueros
y hasta presidentes y ex presidentes de la República que no solo les
permitieron a estos andar a sus anchas en nuestro territorio sino que pusieron
a su disposición sus influencias, sus partidos y todos los estamentos del
estado para que estos desarrollaran “viento en popa” sus actividades
delictivas, así como facilitarles el servicio de las estructuras de seguridad y
los organismos de inteligencia del estado para que les protegieran. A cambio,
naturalmente, de los beneficios que merecen tales “solidaridades”.
Debieron pasar 11 años después del arresto,
extradición y procesamiento en los Estados Unidos por tráfico internacional de
drogas del ex capitán del Ejército Nacional, Quirino Ernesto Paulino Castillo,
quien fuera el “Don” del sur de la República, para que la ultrajada sociedad
dominicana viviera, sin asombro alguno pero con vergüenza, una excepción a esta
regla de oro en la impunidad que arropa a nuestro país.
¿Tiene un narcotraficante confeso y condenado como
Quirino calidad y credibilidad para acusar a un tres veces ex presidente de la
República como el doctor Leonel Fernández Reyna como beneficiario con cientos
de millones de pesos provenientes del narcotráfico y actividades ilícitas para
financiar su proyecto político de retorno al poder, su fundación Global e
inclusive para sus necesidades bucales personales?
En cualquier otro país mínimamente
institucionalizado y no una “república bananera” como esta que nos gastamos no
solo las tendría sino que serían suficientes para abrir un proceso de
investigación que despoje todas las dudas y las interrogantes que las firmes
declaraciones de Quirino, con datos, números, lugares y personas especificas,
han generado en toda la sociedad dominicana y la comunidad internacional. Y que
de paso lleve a sus cómplices y demás delincuentes nacionales ante la justicia,
de preferencia la gringa, para que paguen por sus delitos.
Y las tendría independientemente de su condición de
delincuente confeso y condenado porque sabemos que no se logra operar toda una
red de narcotráfico y lavado y consolidar un imperio de la magnitud del de
Paulino Castillo sin los vínculos políticos, militares y económicos que
precisamente él esta denunciando. Cobran más veracidad sus denuncias cuando
sabemos que ese tipo de estructuras mafiosas buscan el amparo de una clase
política igual o más podrida que ellas que les sirvan de cómplice y que desde
las instituciones del Estado les garanticen la impunidad. Y habiendo gozado de
esos beneficios durante el gobierno del ex presidente Hipólito Mejía, nadie
mejor que un próximo seguro presidente como Leonel Fernández para seguir
propiciando los mismos.
Debe llamarnos poderosamente la atención que en su
desafortunado panfleto de defensa el ex presidente Fernández haya recurrido
ridículamente a las enseñanzas bíblicas que en nada se corresponden y que no
haya podido contrarrestar, con las pruebas correspondientes como por ejemplo
los comprobantes de la compra y medios de pago de la planta de la FUNGLODE, ni
una sola de las acusaciones de Quirino como si su cuestionado y nefasto
accionar durante el ejerció del poder no fueran motivo más que suficientes para
que el pueblo dominicano, hastiado de la podredumbre de nuestra clase política,
mantenga el escepticismo dándole toda la credibilidad al capo de Elías Piña.
Eso sin mencionar las maniobras que tanto Leonel Fernández como el propio
presidente, Danilo Medina y funcionarios del gobierno ejercieron durante años
para que las declaraciones del “Don” no salieran a la luz pública.
El autor es dominicano
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