Politica, economía

martes, marzo 15, 2016

Mi defensa no es a Wally Brewster

Neo Carmona
Opinión
La semana pasada, un representante anónimo del sector retrógrado y perverso que encabezan las cópulas de las iglesias católica y evangélicas, la flamante familia Castillo (los Vinchos), entre otras yerbas aromáticas, colgó una petición en el sitio web de la Casa Blanca en la que solicita al presidente Barack Obama remover de sus funciones diplomáticas en la República Dominicana a su embajador, James Wally Brewster, alegando que este promueve una supuesta “agenda LGBTI en el país contraria con los valores y tradiciones cristianas de nuestro pueblo.”
El detonante para este absurdo tiene su origen en la visita que hizo el embajador, junto a su esposo Bob Satawake, al instituto Iberia en la ciudad de Santiago de los Caballeros, donde, respetuosamente, intercambió impresiones con estudiantes adolescentes. Dicha comparecencia tuvo lugar dentro del marco de reproducción del Modelo de las Naciones Unidas en el país y obedeció a una invitación que en tal sentido se le hiciera.

Como dominicano, no solo condené el hecho, el cual nos ridiculiza internacionalmente y debe llenarnos de vergüenza, sino que también colgué una petición en el referido sitio web en la que pido a Obama dejar al embajador Brewster que siga representando dignamente a los Estados Unidos en este país, como hasta ahora lo ha estado haciendo y no dejarse presionar por ese sector, que dicho sea de paso no solo ha representado históricamente los peores intereses de nuestro pueblo sino, también, su atraso en materia del necesario respeto y garantías de los derechos fundamentales que todo Estado debe ofrecer a sus ciudadanos, en especial a aquellos que por una razón u otra resultan más vulnerables.
Esta no es la primera vez que defiendo a Wally. Ya me había pronunciado en su favor anteriormente cuando de forma magistral y responsable, durante el tradicional almuerzo de Acción de Gracias (Thanksgiving) organizado por la Cámara Americana de Comercio, denunció que la corrupción es un mal presente en todos los estamentos del Estado dominicano y por lo cual hasta el mismo cardenal López Rodríguez arremetió en su contra de una forma vulgar y desconsiderada, jamás propia para tratar a su homologo embajador ni mucho menos digna de un “representante” de Dios en la tierra.
Pero esta si es la primera vez que alguien muy cercano a mí me advierte sobre la posible malinterpretación que, siendo yo tan joven, me decía, podría tener mi defensa tan vehemente a la causa del embajador. Ese querido amigo, al cual aprecio, me instaba en lo adelante a ser más prudente ya que la sociedad dominicana es muy conservadora.
Aunque no creo tener que excusarme por defender las causas justas en las que creo, en honor al cariño y aprecio que guardo por ese amigo y estando consciente de que su observación es producto de un cariño profundo y una preocupación autentica hacia mí persona, me he motivado a explicarle por qué defiendo, vehemencia incluida, la causa del señor embajador.
Personalmente no conozco a Wally Brewster pero si comparto su lucha decidida y tenaz por más de 30 años, según se ha documentado, en favor de los derechos humanos de todos y la inclusión de las minorías socialmente marginadas como LGBTI, las mujeres, los niños, los discapacitados, las personas con VHI/SIDA, entre otras.
Coincido plenamente con él, y su país, en esta lucha que busca llevar mayores niveles de igualdad y respeto a la diversidad en nuestros pueblos.
Apoyo sin reservas su rechazo a la discriminación sin importar su naturaleza y justificación.
Y abogaré eternamente por una sociedad más justa e inclusiva, donde todos tengamos los mismos derechos y oportunidades sin importar nuestra orientación sexual, credo religioso, raza, etnia, nacionalidad, edad, sexo o preferencias políticas.
En efecto, no se trata de una defensa a James Wally Brewster, poderoso embajador en República Dominicana del imperio más poderoso del mundo, sino de defender a aquellos que no teniendo su poder sufren cada día la discriminación de un sistema excluyente que los maltrata y los margina, que les niega sus derechos inherentes a su condición humana. 
Es muy lamentable que esto pueda malinterpretarse. Pero tampoco es algo que me quite el sueño.
El autor es estudiante y servidor universitario

No hay comentarios: