Neo Carmona
Opinión |
La semana pasada, un representante anónimo
del sector retrógrado y perverso que encabezan las cópulas de las
iglesias católica y evangélicas, la flamante familia Castillo (los
Vinchos), entre otras yerbas aromáticas, colgó una petición en el sitio web de
la Casa Blanca en la que solicita al presidente Barack Obama remover de sus
funciones diplomáticas en la República Dominicana a su embajador, James
Wally Brewster, alegando que este promueve una supuesta “agenda LGBTI en el
país contraria con los valores y tradiciones cristianas de nuestro pueblo.”
El
detonante para este absurdo tiene su origen en la visita que hizo el embajador,
junto a su esposo Bob Satawake, al instituto Iberia en la
ciudad de Santiago de los Caballeros, donde, respetuosamente, intercambió
impresiones con estudiantes adolescentes. Dicha comparecencia tuvo
lugar dentro del marco de reproducción del Modelo de las Naciones Unidas
en el país y obedeció a una invitación que en tal sentido se le
hiciera.
Como dominicano, no solo condené el hecho, el cual
nos ridiculiza internacionalmente y debe llenarnos de vergüenza, sino que
también colgué una petición en el referido sitio web en la que pido a Obama
dejar al embajador Brewster que siga representando dignamente a los Estados
Unidos en este país, como hasta ahora lo ha estado haciendo y no dejarse
presionar por ese sector, que dicho sea de paso no solo ha representado
históricamente los peores intereses de nuestro pueblo sino, también, su atraso
en materia del necesario respeto y garantías de los derechos fundamentales que
todo Estado debe ofrecer a sus ciudadanos, en especial a aquellos que por una
razón u otra resultan más vulnerables.
Esta no es la primera vez que defiendo a Wally. Ya
me había pronunciado en su favor anteriormente cuando de forma magistral y
responsable, durante el tradicional almuerzo de Acción de Gracias
(Thanksgiving) organizado por la Cámara Americana de Comercio, denunció que la
corrupción es un mal presente en todos los estamentos del Estado dominicano y
por lo cual hasta el mismo cardenal López Rodríguez arremetió en su contra de
una forma vulgar y desconsiderada, jamás propia para tratar a su homologo
embajador ni mucho menos digna de un “representante” de Dios en la tierra.
Pero esta si es la primera vez que alguien muy
cercano a mí me advierte sobre la posible malinterpretación que, siendo yo tan
joven, me decía, podría tener mi defensa tan vehemente a la causa del
embajador. Ese querido amigo, al cual aprecio, me instaba en lo adelante a ser
más prudente ya que la sociedad dominicana es muy conservadora.
Aunque no creo tener que excusarme por defender las
causas justas en las que creo, en honor al cariño y aprecio que guardo por ese
amigo y estando consciente de que su observación es producto de un cariño
profundo y una preocupación autentica hacia mí persona, me he motivado a
explicarle por qué defiendo, vehemencia incluida, la causa del señor embajador.
Personalmente no conozco a Wally Brewster pero si
comparto su lucha decidida y tenaz por más de 30 años, según se ha documentado,
en favor de los derechos humanos de todos y la inclusión de las minorías
socialmente marginadas como LGBTI, las mujeres, los niños, los discapacitados,
las personas con VHI/SIDA, entre otras.
Coincido plenamente con él, y su país, en esta
lucha que busca llevar mayores niveles de igualdad y respeto a la diversidad en
nuestros pueblos.
Apoyo sin reservas su rechazo a la discriminación
sin importar su naturaleza y justificación.
Y abogaré eternamente por una sociedad más justa e
inclusiva, donde todos tengamos los mismos derechos y oportunidades sin
importar nuestra orientación sexual, credo religioso, raza, etnia,
nacionalidad, edad, sexo o preferencias políticas.
En efecto, no se trata de una defensa a James
Wally Brewster, poderoso embajador en República Dominicana del imperio más
poderoso del mundo, sino de defender a aquellos que no teniendo su poder sufren
cada día la discriminación de un sistema excluyente que los maltrata y los
margina, que les niega sus derechos inherentes a su condición humana.
Es muy lamentable que esto pueda malinterpretarse.
Pero tampoco es algo que me quite el sueño.
El autor es estudiante y servidor universitario
No hay comentarios:
Publicar un comentario