Por
Claudio A. Caamaño Vélez
Imagen de archivo de los guerrilleros de Caracoles |
En la
noche del 2 de febrero de 1973,
hace ya 40 años, un grupo de hombres tocó suelo dominicano. Las playas de Azua
fueron su puerta a la amada Patria.
En sus
mochilas traían muchas cosas. Alimentos, municiones, explosivos, instrumentos
de higiene, radios AM-FM, medicinas, brújulas, abrigos, dinero, mantas
impermeables, incluso hamacas. Pero sobre todo, muchos sueños y esperanzas, y
tanto amor por su pueblo, por la justicia y por la libertad.
Esos
nueve hombres poseían una capacidad de entrega que a la generalidad de los
mortales nos resulta difícil entender. Nueve hombres con la valentía y el
coraje de enfrentar a toda la maquinaria militar de un régimen despótico,
opresivo y criminal.
Francisco
Alberto Caamaño Deñó (Román), Heberto Geordano Lalane José (Eugenio), Mario
Nelson Galán Duran (Juan), Alfredo Pérez Vargas (Armando), Ramón Euclides
Holguín Marte (Braulio), Ramón Payero Ulloa (Ismael), Toribio Peña Jaqués
(Felipe), Hamlet Hermann Pérez (Freddy) y Claudio Caamaño Grullón (Sergio). Cada uno con su historia, su familia y amigos
propios. Cada quien, con la capacidad de poner a su patria delante de sus
miedos, y a su pueblo por encima de sí mismo.
Todos,
menos dos, dejaron sus vidas en las montañas. Mas los sueños y esperanzas que
trajeron en sus mochilas aún están aquí, germinando y creciendo en cada
dominicano que conoce su ejemplo.
El
presidente Caamaño, una vez, dijo: “el que tiene el derecho ya tiene la
victoria, o la tendrá mañana por encima de las alternativas de la guerra, por
encima del sacrifico y de la muerte”.
Los
guerrilleros de Caamaño obtuvieron la victoria. Les arrancaron sus vidas, es
cierto. Pero por encima de la muerte derrotaron al enemigo. Con su
determinación demostraron tener más razón que sus contrarios. Los guerrilleros
se alzaron con la victoria. Caamaño frente al pelotón que le segaría la vida se
sabía a sí mismo vencedor, pues no claudicó en sus principios. La muerte es
inevitable, pero la rendición depende de cada quien. Todos vamos a la tumba,
pero no todos a la gloria.
Aún vive
en nuestro país el germen del mal que ellos vinieron a combatir. Las guerras no
siempre se ganan al ritmo que uno supone. La Historia demostrará, como lo está
haciendo, que los principios de Caamaño y de sus leales compañeros trascenderán
y determinarán el fututo de nuestra nación.
Un día
tendremos la Patria que ellos anhelaban, y el pueblo dominicano entenderá por
qué nueve hombres llegaron por una playa de Azua y se alzaron en las montañas.
Aún se nos hace difícil entender el significado de la palabra AMOR.
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