Queridos compañeros:
Fidel Castro |
No era hijo de obrero, ni carente
de recursos materiales y sociales para una existencia relativamente cómoda;
puedo decir que escapé milagrosamente de la riqueza. Muchos años después, el
norteamericano más rico y sin duda muy capaz, con casi 100 mil millones de
dólares, declaró ―según publicó una agencia de noticias el pasado jueves 22 de
enero—, que el sistema de producción y distribución privilegiada de las
riquezas convertiría de generación en generación a los pobres en ricos.
Desde los tiempos de la antigua
Grecia, durante casi 3 mil años, los griegos, sin ir más lejos, fueron
brillantes en casi todas las actividades: física, matemática, filosofía,
arquitectura, arte, ciencia, política, astronomía y otras ramas del
conocimiento humano. Grecia, sin embargo, era un territorio de esclavos que
realizaban los más duros trabajos en campos y ciudades, mientras una oligarquía
se dedicaba a escribir y filosofar. La primera utopía fue escrita precisamente
por ellos.
Observen bien las realidades de
este conocido, globalizado y muy mal repartido planeta Tierra, donde se conoce
cada recurso vital depositado en virtud de factores históricos: algunos con
mucho menos de los que necesitan; otros, con tantos que no hallan qué hacer con
ellos. En medio ahora de grandes amenazas y peligros de guerras reina el caos
en la distribución de los recursos financieros y en el reparto de la producción
social. La población del mundo ha crecido, entre los años 1800 y 2015, de mil
millones a siete mil millones de habitantes. ¿Podrán resolverse de esta forma
el incremento de la población en los próximos 100 años y las necesidades de
alimento, salud, agua y vivienda que tendrá la población mundial cualquiera que
fuesen los avances de la ciencia?
Bien, pero dejando a un lado
estos enigmáticos problemas, admira pensar que la Universidad de La Habana, en
los días en que yo ingresé a esta querida y prestigiosa institución, hace casi
tres cuartos de siglo, era la única que había en Cuba.
Por cierto, compañeros
estudiantes y profesores, debemos recordar que no se trata de una, sino que
contamos hoy con más de cincuenta centros de Educación Superior repartidos en
todo el país.
Cuando me invitaron ustedes a
participar en el lanzamiento de la jornada por el 70 aniversario de mi ingreso
a la Universidad, lo que supe sorpresivamente, y en días muy atareados por
diversos temas en los que tal vez pueda ser todavía relativamente útil, decidí
descansar dedicándole algunas horas al recuerdo de aquellos años.
Me abruma descubrir que han
pasado 70 años. En realidad, compañeros y compañeras, si matriculara de nuevo a
esa edad como algunos me preguntan, le respondería sin vacilar que sería en una
carrera científica. Al graduarme, diría como Guayasamín: déjenme una lucecita
encendida.
En aquellos años, influido ya por
Marx, logré comprender más y mejor el extraño y complejo mundo en que a todos
nos ha correspondido vivir. Pude prescindir de las ilusiones burguesas, cuyos
tentáculos lograron enredar a muchos estudiantes cuando menos experiencia y más
ardor poseían. El tema sería largo e interminable.
Otro genio de la acción
revolucionaria, fundador del Partido Comunista, fue Lenin. Por eso no vacilé un
segundo cuando en el juicio del Moncada, donde me permitieron asistir, aunque
una sola vez, declaré ante jueces y decenas de altos oficiales batistianos que
éramos lectores de Lenin.
De Mao Zedong no hablamos porque
todavía no había concluido la Revolución Socialista en China, inspirada en
idénticos propósitos.
Advierto, sin embargo, que las
ideas revolucionarias han de estar siempre en guardia a medida que la humanidad
multiplique sus conocimientos.
La naturaleza nos enseña que
pueden haber transcurrido decenas de miles de millones de años luz y la vida en
cualquiera de sus manifestaciones está siempre sujeta a las más increíbles
combinaciones de materia y radiaciones.
El saludo personal de los
Presidentes de Cuba y Estados Unidos se produjo en el funeral de Nelson
Mandela, insigne y ejemplar combatiente contra el Apartheid, quien tenía
amistad con Obama.
Baste señalar que ya en esa
fecha, habían transcurrido varios años desde que las tropas cubanas derrotaran
de forma aplastante al ejército racista de Sudáfrica, dirigido por una burguesía
rica y con enormes recursos económicos. Es la historia de una contienda que
está por escribirse. Sudáfrica, el gobierno con más recursos financieros de ese
continente, poseía armas nucleares suministradas por el Estado racista de
Israel, en virtud de un acuerdo entre este y el presidente Ronald Reagan, quien
lo autorizó a entregar los dispositivos para el uso de tales armas con las
cuales golpear a las fuerzas cubanas y angolanas que defendían a la República
Popular de Angola contra la ocupación de ese país por los racistas. De ese modo
se excluía toda negociación de paz mientras Angola era atacada por las fuerzas
del Apartheid con el ejército más entrenado y equipado del continente africano.
En tal situación no había
posibilidad alguna de una solución pacífica. Los incesantes esfuerzos por
liquidar a la República Popular de Angola para desangrarla sistemáticamente con
el poder de aquel bien entrenado y equipado ejército, fue lo que determinó la
decisión cubana de asestar un golpe contundente contra los racistas en Cuito
Cuanavale, antigua base de la OTAN, que Sudáfrica trataba de ocupar a toda
costa.
Aquel prepotente país fue
obligado a negociar un acuerdo de paz que puso fin a la ocupación militar de
Angola y el fin del Apartheid en África.
El continente africano quedó
libre de armas nucleares. Cuba tuvo que enfrentar, por segunda vez, el riesgo
de un ataque nuclear.
Las tropas internacionalistas
cubanas se retiraron con honor de África. Sobrevino entonces el Periodo
Especial en tiempo de paz, que ha durado ya más de 20 años sin levantar bandera
blanca, algo que no hicimos ni haremos jamás.
Muchos amigos de Cuba conocen la
ejemplar conducta de nuestro pueblo, y a ellos les explico mi posición esencial
en breves palabras.
No confío en la política de
Estados Unidos ni he intercambiado una palabra con ellos, sin que esto
signifique, ni mucho menos, un rechazo a una solución pacífica de los
conflictos o peligros de guerra. Defender la paz es un deber de todos.
Cualquier solución pacífica y negociada a los problemas entre Estados Unidos y
los pueblos o cualquier pueblo de América Latina, que no implique la fuerza o
el empleo de la fuerza, deberá ser tratada de acuerdo a los principios y normas
internacionales. Defenderemos siempre la cooperación y la amistad con todos los
pueblos del mundo y entre ellos los de nuestros adversarios políticos. Es lo
que estamos reclamando para todos.
El Presidente de Cuba ha dado los
pasos pertinentes de acuerdo a sus prerrogativas y las facultades que le
conceden la Asamblea Nacional y el Partido Comunista de Cuba.
Los graves peligros que amenazan
hoy a la humanidad tendrían que ceder paso a normas que fuesen compatibles con
la dignidad humana. De tales derechos no está excluido ningún país.
Con este espíritu he luchado y
continuaré luchando hasta el último aliento.
Fidel Castro
Ruz
Enero 26 de
2015
12 y 35 p.m.
No hay comentarios:
Publicar un comentario