Cándida Figuereo (Opinión) |
Todos los dominicanos se alegraron,
lo disfrutaron y los medios de comunicación lo saborearon como nunca con
amplios detalles de su quehacer que marca la nueva era de este inmortal del
deporte beisbolero.
Y se hizo grande porque siempre fue
colosal pese a quererle enrostrar la estatura y el color que todos llevamos
detrás de la oreja. Al crecer en su propósito, paralelamente Martínez daba
una bofetada a todos aquellos que niegan su lugar de origen al
ensalzar al Manoguayabo que le vio nacer como uno más que supo
sobreponerse a todos los escollos.
¿Paradoja? No. Simplemente le sobró
el valor, valía que nos falta a muchos para decidir nuestro destino.
Ni tamaño ni color amilanaron a
Martínez. Sobre el color de la piel Martín Luther King dijo hace 51 años,
cuatro meses y unos días que su sueño era que negros y blancos no
tuvieran que vivir separados. Aún ese sueño está por verse.
Mucho antes Abraham Lincoln
habría dicho que “si la esclavitud no es errónea, entonces nada es
erróneo”.
De ahí que fue plausible el consejo
de Martínez al subrayar: “Mi deseo es que me vean como un ejemplo de
perseverancia y fe, de que sí podemos”.
Este pequeño gigante que no reniega
estatura, color y origen se catapulta al lograr "ponchar" a los
votantes de la BBWAA que lo eligieron por sus méritos al Salón de la Fama
de Cooperstown ante su promedio sin regateos.
Por CÁNDIDA FIGUEREO
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