Ausencia de equidad
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Cándida Figuereo (Opinión) |
El dicho que
reza: "Lo que es igual no es ventaja" ha sido pura ficción en el
discurrir del tiempo, con visos profundos de discriminación hacia el sexo
"débil" en todos los ámbitos del quehacer cotidiano.
La mujer, que
pare al varón, jamás debe atentar contra este, pero tampoco mantenerse
subordinada a sus "roles de género", sino luchar en su espacio
laboral por igualdad de condiciones demostrando lo que puede hacer.
Usualmente el
tranque está en el salario. A un varón con igual formación y hasta con menos
que la mujer en igual trabajo, le asignan mayor salario. La crítica no está en
lo que gane el hombre, le den igual oportunidad salarial.
Incluso una mujer
responsable en sus labores y puntual truene, llueva o ventee, puede causar
aversiones en perezosos que hablan mucho y se las pasan tumbando polvo.
Gracias a Dios que la mayoría de los dominicanos no transita ese derrotero.
El hombre
usualmente busca una pareja inteligente, y desea una compañera laboral vivaz en
su quehacer conforme al estándar vigente. En ambos extremos (hombre-mujer) ya
no se habla de cabezas huecas al margen de la faena a que se dediquen.
Y es que al
margen del oficio o profesión de que se trate, ambos pueden dar la talla. Es
que no sabe más el que más platica, porque ahora las evidencias son las que
hablan, las que ponen a las empresas en la cima o al borde del
despeñadero.
Un ejemplo de lo
antes dicho es la política crediticia oficial para que hombres y mujeres del
campo puedan salir de la pobreza, así como la confianza en que esa faena les
permita la devolución de esos recursos. Eso se consigue trabajando arduamente.
En este caso las mujeres están dando la talla.
En cualquiera de
las áreas del saber la mujer puede demostrar su sapiencia, solo necesita
que le den la oportunidad y que la valoren en igualdad de condiciones.
No se trata
de un pugilato de géneros, sino de realidad, de que no se discrimine a la
hembra. Una mujer ve en los hombres a sus hijos o hermanos y estos a sus
madres, hermanas o parejas, lo que implica que unos y otros deben vivir en
armonía dando a cada quien lo que corresponde sin apelar al discrimen.
El buen empleador
defiende a los empleados que producen y que son causantes de los éxitos de las
empresas. Esa defensa se traduce en amor recíproco, en salario digno, en pago
igualitario en similares funciones y enterrando la inequidad que cae en
la cara si escupe para arriba.
En fin, todo
empleador debe hacer de los suyos trabajadores felices y amados porque estos
son los que tienen su empresa en crecimiento y contribuyen a su riqueza,
lo que les hace merecedores de mejores salarios y de que en su entorno se
esfume la ausencia de equidad.
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