Politica, economía

jueves, enero 16, 2014

Jóvenes delincuentes



A Pleno Sol

Manuel Hernández Villeta (Opinión)
Las estadísticas judiciales y policiales causan dolor y asombro. La casi totalidad de los participantes en delitos tienen edades entre 16 y 25 años. La juventud dominicana se encuentra al borde del precipicio, sin hilo de salvación a la mano.

Si se hace una estadística geográfica  de donde provienen esos muchachos, se podrá observar que también casi en su totalidad son residentes en barriadas marginadas. La juventud y la marginalidad relucen como la punta de lanza del crimen.

La solución in-situ no puede ser salir con un fusil a las calles y matar a todo el que tenga cara de delincuente.  Pero se tienen que encontrar soluciones, tanto para los que son víctimas de la delincuencia, como para sus soldados, que asimismo son victimas de la incierta situación social.

Nunca se puede justificar el crimen   ni la violencia ejercida por una persona contra otra. Un joven, un adulto, si comete un delito, debe y tiene que ser sancionado de acuerdo al margen de violación a  las leyes, y el daño infligido.

Pero la primera víctima de la sangre derramada es el sicario protagonista. Cuando la juventud entre los 16 y los 25 años está apegada a robar y matar, y no a estudiar y a trabajar, se deben buscar soluciones colectivas.

Las medidas de prevención son para evitar que los jóvenes caigan en el crimen. Para ello hay que mejorar los niveles de vida de los grupos poblacionales de alto riesgo, que son sobre todo los marginados.

Los elementos básicos son el pan, la comida diaria, la facilidad de un trabajo, conjuntamente con los estudios. Si  un joven llega analfabeto a la etapa adulta, la miseria extrema lo va a golpear y solo le quedará el camino de buscar una salida fácil que son las drogas o la prostitución.

El intercambio de disparos puede ser una solución cuando se trata de delincuentes corrompidos y que enfrentan   a las autoridades. Pero hay que pensar antes de que se cometa la primera infracción, en la prevención, que al parecer a nadie le importa.

Los planteamientos de ciudad segura que se hacen están condenados al fracaso, si solo toman en cuenta la acción después de cometido el crimen. Es como si en los hospitales se compraran cientos de millones de pesos en muletas para los niños que serían afectados de poliomielitis, cuando lo ideal es destinar ese dinero en vacunarlos, y así erradicar la enfermedad.

Los encargados de la lucha contra el crimen deben reflexionar: hay que salir en una mano con el pan con salchichón y en la otra el gatillo sobao. Sin prevención social, nunca se acabará la violencia callejera.

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