Ira e indiferencia
Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno
Sol
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Opinión |
Estamos caminando el sendereo de una comunidad castrada por la tolerancia y la falta de respuestas.
Cuando un pueblo llena su corazón de indiferencia, está al borde
del desastre. Tiene que tener la sensibilidad de ante las injusticias no
llorar, sino enfrentarlas. Parecería que estamos en la era de que cada quien
trate de sobrevivir a su manera y que el interés colectivo se pierda.
Una sociedad atada por sus
privaciones y sus inconsecuencias. La pérdida de la capacidad de lucha es causa
de los muchos fracasos y las pocas soluciones, es de la alternabilidad de
políticos corruptos, y de pensadores que ponen precio a sus ideas.
No es volver al foquismo
afiebrado de los sesenta, donde en cada esquina se pensaba en las soluciones
individuales de las armas. La revolución de abril del 1965 enfrentó a los
norteamericanos y la juventud participante perdió el sentido de valorar los
hechos.
Después de una revolución que
cambió parámetros, pero silenciada por los marines, vendría la cacería. Era un
enfrentamiento desigual, donde se devino en los doce años. Se tensó el espíritu
de lucha en la época dura de Balaguer, pero luego llegó el reflujo.
El reflujo fue eterno. Se
perdió en la marcha de los tiempos. Los jóvenes de aquella época, hoy son adultos
mayores no contestatarios. Al parecer su meta es disfrutar los últimos años de
su vida. Pero la juventud de hoy es indiferente a todo lo que puedan ser las
redes sociales. Les importa un bledo la miseria en que viven, y piensan que el
sinónimo de libertad es que puedan utilizar a su antojo el chateo.
Tenemos que vivir en una
sociedad de diálogo y concertación. De escuchar y hablar. De decir verdades y
no ocultar mentiras. El ciudadano tiene que correr el riesgo de ser impopular.
Todo el que defiende la verdad en esta época, recibe el desvío de las miras. Se
le considera desfasado.
Ahí es que debe llegar la
indignación de dar con el puño sobre un escritorio. De ponerse de pie y dejar
de estar de rodillas. Es la hora de reivindicaciones, pero para lograrlas
hay que luchar sin una juventud adormecida por los vicios, las drogas, el
pandillerismo y el sicariato.
También hay una juventud de
estudios, de buscar trabajo y de quedarse en su casa con la frustración de que
nadie le abre las puertas para el primer empleo.
El béisbol le permite a un
grupo de privilegiados dar el salto adelante, y de marginado llegar a la danza
de los millones.
La política hoy es el camino más
rápido para hacerse de dinero y posición social. Por eso el pueblo debe
retornar el camino de la ira y de la indignación. Dar un manotazo en la mesa y
proclamar: Cambiemos el juego o se rompe la baraja. !Ay!, se me acabó la tinta.
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