Observadores electorales EEUU
Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno sol
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Opinión |
No hay justificación para que el gobierno
norteamericano desee establecer observadores en las venideras elecciones
dominicanas. Nadie está poniendo en peligro la celebración de esos comicios,
por lo que no hay razón para aceptar la petición de la primera potencia del
mundo.
Es inusual que los Estados Unidos pidan
directamente que se lleve a cabo una vigilancia de un proceso electoral,
contando con funcionarios designados por el Departamento de Estado. Ni siquiera
en Haití, país al borde del derrumbadero social, se ha tratado de ejecutar una
acción de este tipo.
Con las fallas naturales de este sistema
que tiene que ser cambiado, en la República Dominicana hay un cierto clima de
libertades públicas; todos los partidos políticos se puedan expresar
libremente y a nadie se le está conculcando su derecho a realizar actividades proselitistas.
De ahí que nos parece que es un
tremendismo la posición de la Embajada Norteamericana, a través de su
departamento de penetración política que es la USAID. La Junta Central
Electoral está en el deber de rechazar lo que a todo entendimiento es una
muestra de injerencia política.
Los fraudes electorales en la República
Dominicana no han caído del cielo, sino que han sido obligados a
digerir contando con el respaldo, el asesoramiento y el visto bueno de los
norteamericanos.
De ahí que ahora no es convincente ponerse
el ropaje de defensores de la democracia. El secretario general de la
Organización de Estados Americanos se hizo un mea-culpa por su apoyo a la
intervención militar norteamericana del 1965. Pero sigo en espera de que lo
mismo manifiesten los sectores de poder de norteamérica.
En vez de estar tratando de enviar a
observadores electorales, en una muestra clara de injerencia política, los
Estados Unidos harían un buen servicio a la historia si confiesan el crimen de
lesa-humanidad que cometieron con la grosera intervención militar del año 1965.
Desde el Golpe de Estado del 1963,
poniendo fin a un gobierno democrático encabezado por el profesor Juan Bosch,
hasta la intervención militar del 65, los norteamericanos se convirtieron en un
feo y grosero Tío Sam, al cual todos los dominicanos le gritaron a viva voz
¡Yanquis Go-home!. ¡Fuera los observadores electorales norteamericanos!.
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