Por Francisco Luciano (opinón)
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José Antonio Rodríguez, ministro Cultura |
El ministro de Cultura
cometió un acto afrentoso, que bien puede calificarse de masoquismo de Estado,
al adjudicar el Premio Internacional Pedro Henríquez Ureña, a Mario Vargas
Llosa, quien es parte de la campaña contra la sentencia 168-13 del
Tribunal Constitucional que define
quienes son nacionales dominicanos y
ordena aplicar un Plan de Regularización para Extranjeros Residentes
de Manera Irregular en nuestro territorio.
Nadie discute los méritos
de escritor del señor Vargas Llosa y no nos opusiéramos a que sea
laureado, si la distinción la ofreciera una institución académica o
una casa editorial dominicana, que no es el caso, pues quien lo está
distinguiendo es el Estado Dominicano en nombre de todos los ciudadanos a
quienes difamó e injurió calificándolos de “parias del Caribe,
xenófobos, racistas y nazis”, con lo que hirió la
conciencia nacional.
El Estado Dominicano, no
es una academia, ni una casa editorial, ni mucho menos una empresa organizadora
de eventos comerciales que tiene que complacer a sus anunciantes.
No, se trata de la organización política que agrupa a los ciudadanos
que conformamos la República Dominicana.
Quienes desde el Ministerio
de Cultura actúan en base a sus criterios particulares o al servicio
de los caprichos de agencias de otros países, deben saber
que no tienen derecho a actuar contrarios al sentimiento nacional que es de
abrumador rechazo a esta afrenta que nos hace ver ante el mundo como
masoquistas y alienados que aplauden, defienden y justifican a sus verdugos y
difamadores.
Las acciones del
señor Vargas Llosa contra nuestra nación son políticas y no literarias, así
como la acción de premiar sus méritos literarios en nombre de nuestro Estado es
una decisión política, porque todos los actos de un Estado son políticos, y
es el Ministerio de Cultura la instancia destinada a implementar la política
cultural de nuestro gobierno y Estado.
Los Artículos 3 y 5 de la
Constitución indica que ningún poder público puede permitir, ni propiciar actos
de injerencia en los asuntos nacionales, ni actos que
dividan al Estado o la nación dominicana y eso fue lo que hizo el
laureado literato.
Nuestro himno patrio
dice en unas de sus estrofas que: “Ningún pueblo ser libre merece,
si es esclavo, indolente y servil” y lo cierto es que premiarlo es un acto de
servilismo inaceptable, dada su conducta calumniosa del
recipiendario contra el país.
El autor es catedrático
universitario y dirigente del PTD
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