Por Francisco Luciano
![]() |
Opinión |
Todo parece indicar que las autoridades de la República de Haití
solo tienen definido su papel para presentarse como “la victima pobre, que es
explotada por su vecino millonario” y en ese papel sobre actuado, pretender
hacer creer, que si se les ayuda es porque se le va a sacar ventajas y si no se
le puede ayudar es porque son unos desalmados y anti humanos.
Esa ha sido la historia, mientras las autoridades haitianas han
conducido su país en círculos, la clase política dominicana ha conducido al
suyo en Zigzag, pero avanzando. Eso puede explicar las diferencias entre el uno
y el otro al medir los índices de desarrollo en cualquier orden, por lo que
pretender culpar a las autoridades del uno de las calamidades del otro, no es
un rasero justo.
En su papel de víctima, las autoridades haitianas,
históricamente, han ejercido el ”derecho” de tomar decisiones unilaterales
ejerciendo su derecho soberano, pero han sido coherentes en presentar como
obstáculo para la relación armoniosa de ambos gobiernos, cualquier decisión
reciproca que soberanamente adopten las autoridades dominicanas.
Nuestros hermanos haitianos, expulsan de su territorio a
cualquier extranjero que en su opinión violente sus normas internas, pero si en
la República Dominicana uno de sus ciudadanos incurre en violación igual y se
le da el mismo trato, entonces “se trata de un acto racista por parte de un
estado xenófobo”.
Sus mujeres embarazadas cruzan la frontera y vienen a parir en nuestros
hospitales, lo hacen porque Haití sencillamente no tiene capacidad instalada
para atenderlas.
Generalmente llegan en muy mal estado, desnutridas,
deshidratadas, sin un récords médico que indique chequeos previos, y sin
analítica. Se les recibe en nuestros hospitales, se les estabiliza, se les
realiza el parto y se le vacuna la criatura. ¿Podría, si se presentara el caso,
ser atendida en iguales condiciones una mujer dominicana, en el vecino país. No
porque Haití no tiene de nada y por eso sus ciudadanos corren hacia cualquier
parte, siendo República Dominicana la primera opción por compartir el mismo
territorio.
Con regularidad nos enteramos que sin más para allá, ni más para
acá, las autoridades haitianas disponen restricciones para ingresar a su
territorio a productos dominicanos, pero si por alguna razón las autoridades
dominicanas deciden una medida parecida, entonces las autoridades del vecino
país recurren a la denuncia internacional contra República Dominicana, porque
se les está creando una “crisis humanitaria”.
En las últimas tres semanas se ha intensificado la campaña de
mentiras que pretende presentar a la República Dominicana como un país violador
de los derechos de los inmigrantes haitianos. Sus principales autoridades,
encabezadas por su presidente, el primer ministro y su canciller, han mentido
con descaro en diversos foros, presentando situaciones y hechos que nunca han
ocurrido.
El presidente Michel Martelli tuvo el atrevimiento de asegurar
ante los países del CARICOM, que la República Dominicana, ha repatriado a
ciudadanos de su país, “manos militar” y por “ser negros”, y en la afrenta se
atrevió a tanto que dijo sin aportar ningún dato que pruebe su acusación que le
fue enviada como haitiana, por tener la piel negra a “una ciudadana de
Nigeria”, en un acto de mentira ruin, que solo buscaba predisponer contra
nuestro país, a los allí reunidos.
Su señor canciller, afirmó en Naciones Unidas, que en las
universidades dominicanas, “no se permite a los jóvenes haitianos cursar
estudios superiores”, ese hablador, sabe perfectamente que de los estudiantes
extranjeros cursan estudios en nuestras universidades, los de su país son el
80% y que en nuestras escuelas públicas sus niños son admitidos sin presentar
el requisito de tener acta de nacimiento, ineludible para los hijos de
dominicanos.
Más recientemente y ante la exigencia de nuestro gobierno para que Haití se retracte de las dos falsedades anteriores, su primer ministro ha respondido con que “es difícil para las víctimas, disculparse ante sus verdugos”. Todo lo anterior muestra que las autoridades haitianas perciben que es obligación de la parte dominicana aceptar sus majaderías.
En definitiva nos está pasando como al panadero del cuento, que
todos los días regalaba un par de panes al mendigo de la vecindad. Un mal día,
el mendigo pasó como de costumbre, pero había escases de harina y por lo tanto
no había pan. Treinta años después las maldiciones del mendigo retumban en los
oídos del panadero.
Debemos reconocer, que el devenir de los años, nuestras
autoridades y empresariado han sido permisivos el primero y aprovechados los
segundos, para con la migración haitiana irregular y que eso nos obliga a
buscar, como hemos hecho, la manera de resolver la situación migratoria de los
que tienen méritos para ello, así como a sus descendientes, como un acto de
justicia, pero de ahí, a tener que aceptarlos a todos y como sea, existe una
distancia más lejana de la Tierra a Plutón.
Como vecinos, no podemos negarnos a colaborar en todo lo que nos
sea posible con Haití, aunque sus autoridades sean picoteras, mentirosas e
intrigantes. Sin descuidar el cumplimiento de nuestras leyes migratorias y de
comercio, estamos en el deber, más no en la obligación, de asistirles, pues al
fin y al cabo su población es la verdadera víctima de la ineptitud y falta de
humanismo de su clase dominante.
Las autoridades dominicanas no pueden dejarse provocar, tienen
que seguir actuando con la mesura y firmeza hasta ahora demostrada. Nuestro
gobierno no puede irse al extremo de los ultra nacionalistas, pero tampoco
puede aceptar las pretensiones, ni las presiones de países y organismos
internacionales que buscan que resolvamos responsabilidades ajenas.
Podemos y
estamos ayudando, pero el problema de la falta de desarrollo de Haití, es
competencia fundamental de sus autoridades.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD
No hay comentarios:
Publicar un comentario