Politica, economía

domingo, junio 28, 2015

El problema de la UASD es más complejo

Francisco Luciano (Opinión)
Toda persona que trabaja, lo hace a cambio de un pago que se denomina: salario, sueldo, jornal o emolumento.   Todo el que trabaja configura su vida y la de su familia en base a los ingresos  que percibe. Cuando  el trabajador  o empleado no recibe su salario en la fecha acostumbrada,  no puede honrar sus compromisos, ni resolver sus necesidades y en muchos casos eso le genera costos extras, como las moras y las penalidades que suelen incorporarse en los contratos de préstamos, alquileres y otros servicios.

Nuestra Universidad  Autónoma de Santo Domingo, UASD, acostumbra efectuar el pago de salario los días 22 de cada mes, en esta oportunidad  no ha podido ser así y da la impresión de que nadie entiende las razones y muchos se encuentran irritados y molestos. Otros se inventan cualquier tipo de broma cruel  y la difunden en las redes.


Pareciera que nos enteramos ayer  de que la UASD  viene operando un modelo administrativo que se sustenta en un recurrente  déficit  financiero desde 1966, sin que hasta la fecha, nos hayamos atrevido a encararlo en su raíz. Nos hemos pasado 50 años soñando  que  el gobierno nos  entregará  el 5% del presupuesto nacional,  cosa que nunca ha ocurrido y aseguro jamás ocurrirá. La razón es simple, ya no somos la única universidad pública del país y ya no tenemos, ni si siquiera el 50% de la matricula estudiantil del sistema de educación superior nacional.

Desde hace varias décadas tenemos competencia, que nos hace campaña sucia, pero poco o muy poco hacemos para mejorar nuestros parámetros de calidad y para adecuar nuestra oferta curricular a la demanda de la sociedad.  Ni siquiera hemos tenido el tino de mercadear adecuadamente nuestras fortalezas y al  parecer el mayor empeño de las fuerzas y grupos que en la UASD inciden, están destinados a reproducir, en el más sano de los casos un modelo de Universidad que falleció, producto de los cambios experimentados en nuestro país.

Hemos insistido en casi tres décadas, en la necesidad que tenemos como Universidad de hacer más eficientes nuestros procesos, de hacer menos rígida nuestra oferta curricular, planificar la asignación docente para los alumnos y no para los profesores, de mejorar nuestro sistema informativo, de focalizarnos en nuestra misión institucional, de soltar el complejo de Estado Vaticano sin iniciativa de renta y sobretodo en la necesidad de aplicar ideas, planes y proyectos que nos garanticen junto al obligado  financiamiento por parte del gobierno, a garantizar  nuestra sostenibilidad financiera.

Hasta hoy, hemos confundido la autonomía con una licencia para crear estructuras, gerencias, agencias y todo tipo de burocracia, pero sin establecer, cuánto van a costar y como la vamos a solventar.   En  Diciembre 2004, el presupuesto anual  que recibíamos del gobierno ascendía a RD$1.399 millones y teníamos  139 mil alumnos reales, en 2015, tenemos 143  mil alumnos reales, apenas 4 mil  más, pero el presupuesto  es de  un poco más de RD$ 6,000 millones de pesos anuales.

¿Qué hicimos con ese dinero?  ¿En qué lo consumimos si no arreglamos con él ni un solo baño, si cambiamos una sola bombilla?  Sencillamente, creamos dos nuevas facultades con trece nuevas escuelas y cinco nuevos Centros Regionales Universitarios, además  de casi 200 cargos de sub directores  y asistentes, aumentando con ello el costo burocrático para atender a la misma población estudiantil. Pudimos en honor a la verdad, contratar nuevos profesores y reducir la carga de los actuales mejorando nuestra densidad estudiantil como factor de calidad, así como  los ingresos de los docentes, pero no fue así y tenemos que vivir con eso.

El problema de la UASD, en términos financieros es más profundo que pagar los sueldos aunque duela admitirlo, nuestro problema es que gastamos más que lo que nos ingresa y hemos sido incapaces,  apoyándonos en  falsos discursos y de una supuesta lucha  redentora de los pobres que ninguno practica más allá  de las cuatro paredes de los recintos, para negarnos, por nuestros medios a mejorar los ingresos que permitan mantener nuestros caprichos e inventos.
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Para muchos, si se paga cada día 22, las cosas están bien, aunque no haya reactivos para las prácticas de laboratorios de los estudiantes,  en desmedro de la calidad de su enseñanza. Si se cobra los día 22, no importa que no haya materiales para trabajar en las oficinas, no importa que corten la energía eléctrica y los teléfonos  o que nos cancelen las licencias informáticas o que nos tumben la plataforma. Si se paga los día 22, para muchos de nosotros, todo anda bien, aunque en materia de trabajo  no se haga nada.

Lo peor de todo es que en vez de sentarnos como  una familia, como una comunidad de gente inteligente a buscar juntos las mejores salidas, lo que hacemos es salir a buscar culpables de nuestros propios vicios y errores.  Es así como los que ahora administran le echan la culpa a los que antes administraron, los que antes administraron a los que ahora administran y los más bobos e incautos apuntan hacia el gobierno como culpable favorito. 
¿Cuál presidente de la República  nos mandó  a  pagar un aumento de salarios  con la  Finca Engombe?,  ¿Cual nos ordeno 1995 a emitir  cheques  sin fondos producto  de un aumento salarial  realizado sin tener  los recursos para solventarlo? ¿Qué presidente nos comino en  2013 a usar en aumento de sueldo los  RD1,250 Millones, de  pagar  una seguridad social que todavía debemos?  ¿Y cuál presidente nos obligó a tener un plan de retiro sin capital, sin patrimonio y que concede privilegios para los que nadie ha aportado suficiente?   ¿Cuál fue el presidente que nos mandó a crear facultades y centros regionales por pi pa, para resolver apetencia de grupos?  ¿Balaguer, Guzmán, Jorge Blanco, Hipólito, Leonel o Danilo? 

Lo sensato es buscar la ayuda del gobierno para sofocar la presente crisis,  pero también  que paremos el  ¨Yo quiero¨, ¨Yo necesito¨, ¨Yo aspiro¨, por acciones para  generar recursos por nuestros propios medios.   Propongo desarrollar un plan que nos comprometa en tres años a  generar  ingresos  propios,  equivalentes al 30% de la partida que asigne   el gobierno.   La autonomía no puede ser  para gastar, también debe ejercerse para que esta Universidad,  baluarte y patrimonio de la patria, siga abierta cuatrocientos siglos más al servicios de nuestra juventud y de nuestro progreso como nación.


El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD

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