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Francisco Luciano (Opinión) |
Toda
persona que trabaja, lo hace a cambio de un pago que se denomina: salario,
sueldo, jornal o emolumento. Todo el que trabaja configura su vida
y la de su familia en base a los ingresos que percibe. Cuando el
trabajador o empleado no recibe su salario en la fecha acostumbrada,
no puede honrar sus compromisos, ni resolver sus necesidades y en muchos
casos eso le genera costos extras, como las moras y las penalidades que suelen
incorporarse en los contratos de préstamos, alquileres y otros servicios.
Nuestra
Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, acostumbra efectuar el pago
de salario los días 22 de cada mes, en esta oportunidad no ha podido ser
así y da la impresión de que nadie entiende las razones y muchos se encuentran
irritados y molestos. Otros se inventan cualquier tipo de broma cruel y
la difunden en las redes.
Pareciera
que nos enteramos ayer de que la UASD viene operando un modelo
administrativo que se sustenta en un recurrente déficit financiero
desde 1966, sin que hasta la fecha, nos hayamos atrevido a encararlo en su
raíz. Nos hemos pasado 50 años soñando que el gobierno nos
entregará el 5% del presupuesto nacional, cosa que nunca ha
ocurrido y aseguro jamás ocurrirá. La razón es simple, ya no somos la única
universidad pública del país y ya no tenemos, ni si siquiera el 50% de la
matricula estudiantil del sistema de educación superior nacional.
Desde
hace varias décadas tenemos competencia, que nos hace campaña sucia, pero poco
o muy poco hacemos para mejorar nuestros parámetros de calidad y para adecuar
nuestra oferta curricular a la demanda de la sociedad. Ni siquiera hemos
tenido el tino de mercadear adecuadamente nuestras fortalezas y al
parecer el mayor empeño de las fuerzas y grupos que en la UASD inciden, están
destinados a reproducir, en el más sano de los casos un modelo de Universidad
que falleció, producto de los cambios experimentados en nuestro país.
Hemos
insistido en casi tres décadas, en la necesidad que tenemos como Universidad de
hacer más eficientes nuestros procesos, de hacer menos rígida nuestra oferta
curricular, planificar la asignación docente para los alumnos y no para los
profesores, de mejorar nuestro sistema informativo, de focalizarnos en nuestra
misión institucional, de soltar el complejo de Estado Vaticano sin iniciativa
de renta y sobretodo en la necesidad de aplicar ideas, planes y proyectos que
nos garanticen junto al obligado financiamiento por parte del gobierno, a
garantizar nuestra sostenibilidad financiera.
Hasta
hoy, hemos confundido la autonomía con una licencia para crear estructuras,
gerencias, agencias y todo tipo de burocracia, pero sin establecer, cuánto van
a costar y como la vamos a solventar. En Diciembre 2004, el
presupuesto anual que recibíamos del gobierno ascendía a RD$1.399
millones y teníamos 139 mil alumnos reales, en 2015, tenemos 143
mil alumnos reales, apenas 4 mil más, pero el presupuesto es
de un poco más de RD$ 6,000 millones de pesos anuales.
¿Qué
hicimos con ese dinero? ¿En qué lo consumimos si no arreglamos con él ni
un solo baño, si cambiamos una sola bombilla? Sencillamente, creamos dos
nuevas facultades con trece nuevas escuelas y cinco nuevos Centros Regionales
Universitarios, además de casi 200 cargos de sub directores y
asistentes, aumentando con ello el costo burocrático para atender a la misma
población estudiantil. Pudimos en honor a la verdad, contratar nuevos
profesores y reducir la carga de los actuales mejorando nuestra densidad
estudiantil como factor de calidad, así como los ingresos de los
docentes, pero no fue así y tenemos que vivir con eso.
El
problema de la UASD, en términos financieros es más profundo que pagar los
sueldos aunque duela admitirlo, nuestro problema es que gastamos más que lo que
nos ingresa y hemos sido incapaces, apoyándonos en falsos discursos
y de una supuesta lucha redentora de los pobres que ninguno practica más
allá de las cuatro paredes de los recintos, para negarnos, por nuestros
medios a mejorar los ingresos que permitan mantener nuestros caprichos e
inventos.
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Para
muchos, si se paga cada día 22, las cosas están bien, aunque no haya reactivos
para las prácticas de laboratorios de los estudiantes, en desmedro de la
calidad de su enseñanza. Si se cobra los día 22, no importa que no haya
materiales para trabajar en las oficinas, no importa que corten la energía
eléctrica y los teléfonos o que nos cancelen las licencias informáticas o
que nos tumben la plataforma. Si se paga los día 22, para muchos de nosotros,
todo anda bien, aunque en materia de trabajo no se haga nada.
Lo peor
de todo es que en vez de sentarnos como una familia, como una comunidad
de gente inteligente a buscar juntos las mejores salidas, lo que hacemos es
salir a buscar culpables de nuestros propios vicios y errores. Es así
como los que ahora administran le echan la culpa a los que antes administraron,
los que antes administraron a los que ahora administran y los más bobos e
incautos apuntan hacia el gobierno como culpable favorito.
¿Cuál
presidente de la República nos mandó a pagar un aumento de
salarios con la Finca Engombe?, ¿Cual nos ordeno 1995 a
emitir cheques sin fondos producto de un aumento
salarial realizado sin tener los recursos para solventarlo? ¿Qué
presidente nos comino en 2013 a usar en aumento de sueldo los
RD1,250 Millones, de pagar una seguridad social que todavía
debemos? ¿Y cuál presidente nos obligó a tener un plan de retiro sin
capital, sin patrimonio y que concede privilegios para los que nadie ha
aportado suficiente? ¿Cuál fue el presidente que nos mandó a crear
facultades y centros regionales por pi pa, para resolver apetencia de
grupos? ¿Balaguer, Guzmán, Jorge Blanco, Hipólito, Leonel o Danilo?
Lo
sensato es buscar la ayuda del gobierno para sofocar la presente crisis,
pero también que paremos el ¨Yo quiero¨, ¨Yo necesito¨, ¨Yo
aspiro¨, por acciones para generar recursos por nuestros propios
medios. Propongo desarrollar un plan que nos comprometa en tres
años a generar ingresos propios, equivalentes al 30% de la partida que
asigne el gobierno. La autonomía no puede ser para gastar, también debe
ejercerse para que esta Universidad, baluarte
y patrimonio de la patria, siga abierta cuatrocientos siglos más al servicios
de nuestra juventud y de nuestro progreso como nación.
El
autor es catedrático universitario y dirigente del PTD
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