Iglesia conservadora
A Pleno Sol
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Manuel Hernández Villeta (Opinión) |
Las pastorales son todavía uno
de los principales mensajes que recibe el país, en las fechas conmorativas
Patrias o religiosas, pero le falta algo. Demasiada filosofía cuando hay un
Papa que habla de justicia social, y reclama que la Iglesia vaya en
auxilio de los más necesitados.
La posición de la iglesia debe estar
lejos de las rebatiñas política-partidistas, y asumir su compromiso con el
hombre. Darle valor para la subsistencia en lo espiritual y en lo material. Una
iglesia que no va a la calle, y se queda en olor de sacristía, se
aisla de la comunidad.
El cura tiene ojos y corazón puesto en
la comunidad, porque es su pastor, vive junto a ella, por lo que cuando recorre
el camino de la filosofía y de ver los hechos sociales de reojo, toma un camino
equivocado, o por lo menos el más lejano para ayudar al necesitado.
La iglesia dominicana ha estado al lado
de muchas de las luchas por la libertad, la justicia, la solidaridad y el
bienestar colectivo de los dominicanos. Nadie lo puede negar. Pero también la
iglesia aposentó apoyos a gobiernos de fuerza como el de Trujillo y los doce
años de Balaguer.
La Iglesia, y así lo demuestra en sus
pastorales, sigue siendo conservadora, cuando ya el Papa se rompió las
vestiduras y habla claramente a favor de los marginados, de los sin nombres, de
los que solo tiene harapos. No se quiere una iglesia que golpee a ricos, a
familias tradicionales, al sistema, sino que luche por llevar el pan al que lo
necesita.
No es labor de la Iglesia ser una
panadería para dar el pan, pero si buscar las causas sociales que motivan que
el arroz no llegue a la mesa, y jalar orejas y tomar el foete y aplicarlo a
quien sea necesario para que la situación mejore. Un sermón a tiempo y con honradez,
tiene más fuerza que un fusil y hasta un ejército.
La renovación en el corazón de la
Iglesia es necesaria, porque un trato conservador a los problemas la va a
empantanar. Tiene que ir de acuerdo a la prédica de éste Papa, que da el
ejemplo y se inclina ante los andrajosos y los pata por suelo.
Los obispos tienen que unir esfuezos
para la creación de ese hombre nuevo, de que se habla en los concilios, pero
que nunca es reivindicado en la práctica. ¿Dónde está la salvaciòn colectiva,
si no le llega la mano amiga?.
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