Por Manuel Hernández Villeta/
La función paternalista del Estado es una necesidad, en un país de millones de desempleados que padecen la miseria extrema. Solo la acción gubernamental puede llevar la asistencia a los pobres para que no se mueran de hambre.
El sector privado solo piensa en sus ganancias. La asistencia económica a los pobres es para ellos una pérdida de beneficios y una acción que estiman es inaceptable en el siglo 21.
No es
así. Estamos en el siglo 21 pero los parámetros económicos están regenteados
por familias y fortunas tradicionales. Nada ha cambiado, por lo que con
nuevas caras, la brecha social se mantiene inalterable.
Cuando se
habla sobre el capitalismo de rostro humano, solo es para escribir
tratados para la gradería, sin tomar en cuenta necesidades básicas de los seres
humanos. Es implacable y sin sonrisas, el capital como instrumento
productor de riquezas.
Pero si
hay empresarios que tiene un corazón humano, que se preocupan por el bienestar
de su comunidad, que tratan bien a sus empleados. Los hay, y por decenas.
Ellos, aunque en forma casi aislada, son los que le presentan un mohín
agradable a los que generan riquezas.
El Estado
tiene que jugar el rol de paternalista hasta que cambie la situación económica
y social del país. Debe garantizar libre y gratis la educación, la salud y los
servicios que son esenciales.
Para los
neo-liberales y representantes de la llamada sociedad civil, las ayudas
sociales deben ser eliminadas. No estamos de acuerdo. La asistencia social es
necesaria para mantener el equilibrio de los más necesitados.
A fines
del siglo pasado esos liberales, básicamente los llamados Chicago Boys,
aconsejaron a muchos gobiernos del área, incluyendo al dominicano de ocasión,
la eliminación de los subsidios y la ayuda social.
Resultados
fue una poblada, de la cual todavía no se han podido cuantificar los muertos.
Asistencia y subsidio no significa clientelismo político. Utilizar estas
facilidades para beneficio partidista es un crimen.
Desde
luego que esa ayuda social no se puede convertir en un botín de riquezas mal
habidas. Todo se tiene que llevar de forma transparente. El que se trate de
enriquecer bajo el pretexto de servir a los menesterosos debe ir a la cárcel.
Al sector
privado es que le corresponde abrir puertas para una masiva creación de nuevos
empleos. El Estado debe jugar un papel de supervisión en esas tareas del sector
empresarial. Hay que reactivar la industria, el comercio y la agropecuaria, y
para ello se debe dar una confluencia de acción entre gobierno y empresarios.
¡Ay!, se me acabó la tinta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario