Por Francisco Luciano
Si tuviera que definir el optimismo y la alegría como sinónimo de una persona diría: El Gordo Oviedo.
Al Gordo lo conocí en los predios de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde se destacó por ser un polemista convencido de sus ideas de izquierda radicales y defensoras del Marxismo-Leninismo, Pensamiento Mao Tse Tung, de la teoría de los Tres Mundos y de la Teoría de la Nueva democracia.
Al Gordo le hacían una ronda y sus polémicas con los pacoredos terminaron en broncas en más de una ocasión. Enérgico, con un verbo hilarante y una velocidad mental extraordinaria, era un maestro de la geopolítica y nadie como él era capaz de explicar el póker del poder imperialista norteamericano, así como de la necesidad de unir los pueblos para liberarlos.
Convencidos de sus ideas, desde muy joven decidió militar contra la tiranía trujillista, pese a que su padre era gobernador al servicio del régimen en su natal provincia de Azua. El Gordo, como solía decir: asumió por convicción propia su militancia revolucionaria y fue consecuente con ella.
El Gordo Oviedo inició su militancia desde el Movimiento Revolucionario 14 de Junio, en los años sesenta, pasando a integrar, junto a un grupo de sus compañeros catorcistas lidereados por José González Espinosa, la Línea Roja del 14 de Junio en el año de 1968, organización que dio paso al Partido de los Trabajadores Dominicanos (PTD), el 21 de diciembre de 1980.
Apasionado por el tema de la política internacional se consagró como un sólido intelectual de ideas progresistas y logró cultivar las mejores relaciones con el liderato de la izquierda latinoamericana, defensor de una sola China durante la guerra, amigo de Ignacio Lula da Silva, del profesor, Alberto Anaya y defensor de la revolución cubana como proyecto catalizador de la rebeldía de nuestros pueblos.
El Gordo manejaba como nadie el conflicto israelí-palestino, las disparidades del mundo árabe y tenía la destreza de diferenciar los matices particulares de la izquierda europea. Era un enjundioso estudioso de la realidad del África, así como se ocupaba de dar seguimiento a la política del Asia con especial interés en China Popular, el conflicto entre las Coreas y la situación del Japón. El Gordo Oviedo era una enciclopedia humana de datos precisos sobre los vaivenes de la política en cada país de cada región del mundo.
Supo cultivar la amistad y mantenerla
por encima de las convicciones políticas sin ceder un ápice en sus
creencias. Combinó la política con el placer del buen comer y gustaba de
bailar logrando notas sobresalientes en este aspecto y aunque hacía vida
nocturna activa, nunca en cuarenta años de conocerle le vi tomar un trago.
Celebré cuando anuncio su divorcio con el tabaco.
El Gordo Oviedo, es todo un personaje.
Sin más complejos que el buen vivir. Peleó durante toda su vida por la defensa
de sus ideales, reconociendo siempre el derecho de los demás a pensar
diferente. Pese a sus dificultades de salud, le entró con determinación a la
vida y vivió a plenitud, disfrutando cada momento de alegría y de victoria, así
como también reflexionando cada momento de derrota buscando la manera de volver
a ponerse de pie para seguir desafiando las olas.
El Foro de Sao Paulo, el Seminario de los Partidos Políticos y la Sociedad, así como todo el mundo progresista ve partir a uno de sus más consagrados militantes, nosotros que tuvimos la oportunidad de tratarle, de militar junto a él, en las mismas ideas y tomar muchas lecciones de su experiencia acumulada, no vamos a llorarle y preferimos recordarle como era, alegre, optimista y jovial, porque como bien me dijo una vez: “Feíto, envejecer es inevitable, pero por suerte, madurar es opcional”.
El autor es dirigente de la Fuerza del Pueblo.
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