Por Francisco Luciano
Al escribir la historia de una organización siempre se hará necesario partir de las ideas que alimentaron su origen, así como de la naturaleza social de las personas o grupos de personas que le integraron en los inicios. La Fuerza del Pueblo se nutre de dos grupos de naturaleza distintas, a los que la realidad social y política llevó a transitar juntos para enfrentar amenazas comunes contra la democracia y la existencia misma de ambas formaciones.
De un lado, los hombres y mujeres del Partido de los Trabajadores Dominicanos, PTD, una organización de cuya génesis se fundamentó en la orientación teórica del Marxismo-Leninismo pensamiento Mao Tse tung, forjada sobre la unidad de dos agrupaciones revolucionarias, (Línea Roja y Bandera Proletaria), integradas bajo el propósito común de impulsar una revolución democrático nacional armada que diera al traste con el orden injusto predominante sobre la nación dominicana.
Luego de fundado el 21 de diciembre de 1980, ya para 1986 se había planteado en su seno un proceso de reformas políticas que le llevó a renunciar a la lucha armada como método exclusivo para alcanzar el poder, e inició su proceso de incorporación legal obteniendo su reconocimiento el 26 de enero de 1990.
Ese tránsito provoco
en la organización fricciones que provocaron una división, que hizo que,
durante casi una década, el PTD tuviera que lidiar de manera tolerante con un
hermano Siamés que insistió en actuar bajo mismo nombre y siglas.
En esencia el
PTD era una organización de cuadro políticos formados en base la comprensión de
la lucha de clases, con alto sentimiento patrióticos, comprometidos con la
lucha social y unido umbilicalmente al reclamo de reivindicaciones para los
sectores que trataba de representar.
La experiencia
política de los cuadros del PTD se acumuló desde la trinchera sindical, social
popular y cooperativa. El PTD pese a participar de los procesos electorales, en
esencia, nunca fue una maquinaria electoral y su participación en el Estado nunca
fue significativa, aunque durante varios periodos tuvo representación en el
Senado, la Cámara de Diputados y en algunas municipalidades.
El grupo que
integró al PTD lo hizo durante cuarenta años por lazos ideológicos y basados en
la confianza mutua entre sus miembros. Nunca existió entre los miembros del PTD
relaciones de negocios, comercios o empresas comunes entre sí. El
PTD siempre fue financiado por los aportes desinteresados de sus miembros y de
muy escasos colaboradores, pues el financiamiento público, dada su baja
votación, nunca fue significativo frente a sus costos operacionales.
El otro grupo
de personas que integra la Fuerza del Pueblo, es el que proviene del Partido de
la Liberación Dominicana, PLD, con un historial de lucha democrática y una
enorme experiencia y conocimiento del Estado Dominicano Los que
provienen de ese litoral, son elementos cuestionadores de procedimientos anti
democráticos en el seno de la organización a la que dejaron y además reúnen
la valentía de desafiar al grupo de poder dominante al
interior de esa fuerza política en sus pretensiones continuistas,
así como la entereza de no replegar sus principios y valores a
cambio de cuotas de poder.
Los compañeros
que provienen de las filas del PLD acumulan una enorme e importante experiencia
en la participación electoral y en la manera en cómo se construye un aparato
político capaz de responder de diferentes maneras a situaciones de la política
y el poder en su relación con la sociedad.
Quienes emigraron
del PLD a la Fuerza del Pueblo tienen una alta comprensión de como el fomento
del grupismo y el individualismo atrofia y corroe a un partido
político- En la búsqueda de una conexión más fuerte con el
pensamiento de Bosch, renunciaron a entenderse con el pragmatismo rentista que
controla al PLD para lanzarse a emprender este proyecto con todos los riesgos y
sacrificios que les significó renunciar a espacios de poder que contribuyeron a
conquistar.
Como se puede
apreciar la razón social de quienes integramos la Fuerza del Pueblo se
fundamenta en la coincidencia y comprensión sobre la
pertinencia que tiene la
República Dominicana, para que en su seno se construya una opción
política netamente progresista que conecte con el pensamiento de los
fundadores de la República y que recoja las orlas morales del conjunto de
héroes, patriotas y mártires que han hecho posible con sus luchas y
sacrificios preservar nuestras soberanía, independencia y
nuestra democracia, aunque todavía imperfecta.
En la Fuerza del Pueblo se tiene claridad
de la realidad que vive el mundo y por lo tanto tenemos comprensión de la
importancia que tiene como país, mantener relaciones de respeto, hermandad y
cooperación con las demás organizaciones, gobiernos y pueblos del planeta.
Reconocemos en la integración regional, continental y mundial excelentes
espacios para ofertar y recibir experiencias que garanticen la coexistencia de
un mundo en paz y armonía en todos los órdenes.
Esta opción
tenemos que construirla con las mejores prácticas de participación horizontal y
en base al respeto a las reglas previas, ciñéndonos en todo momento a nuestros
estatutos, asumiendo el centralismo democrático como regla de oro, la confianza
plena y la desconfianza sana en nuestro liderazgo y dirimiendo nuestras
divergencias hacia lo interno de la entidad en base al dialogo, la concertación
y el razonamiento lógico.
La Fuerza del
Pueblo esta llamada a ser la negación del oportunismo medrador, del raterismo
político expresado en el grupismo, dando paso al reconocimiento del mérito por
cumplimiento en el trabajo político asignado y a la calificación técnico
profesional, así como respetando los espacios de nuestros miembros y dirigentes
en sus áreas de actuación y sirviendo de orientadora de la sociedad en sentido
general.
Vamos a
requerir de un nuevo tipo de militante. De uno que sienta orgullo por su
pertenencia a la organización y que a su vez eleve la calidad del partido con
su propia conducta pública y privada. Ese nuevo tipo de militantes
deberá tener presente que pertenecer a la Fuerza del Pueblo es un alto honor
que se le concede. Que la militancia política se ejerce de manera voluntaria y
que el espíritu patriótico obliga a actuar de manera correcta siempre.
En buen
castellano, el miembro de la Fuerza del Pueblo no puede ser quien inoportune a
los vecinos con música alta, con un jumo o tirando la basura en la correntias
que provoca la lluvia. Jamás podrá ser el o la militante de nuestro
partido quien maltrate a sus semejantes o se haga el loco con la sostenibilidad
del hogar o la educación de sus hijos. No puede ser el clásico mala paga, ni
que mire para los lados frente a la desgracia o la tragedia ajena, Tiene que
ser una persona en esencia honrada, responsable y respetuosa de los demás y
comprometida con el bien común.
La Fuerza del
Pueblo tiene el irrenunciable compromiso de convertirse en el referente
obligado de la buena práctica política, ejercida al servicio del bien común y
eso comienza con la conducta correcta de cada uno de sus militantes, que además
deben ser respetuosos de las ideas y creencias de sus semejantes.
Para que un
partido pueda orientar correctamente a la sociedad, sus militantes y
dirigentes, deben ser estudiosos de los problemas que aquejan a las comunidades
y por tanto el partido tendrá que ser una escuela o un laboratorio de
pensamiento, donde las experiencias compartidas y el contacto con la población
se conviertan en la fuente principal de conocimiento, que nos permitirán
generar las ideas y acciones renovadoras para cambiar para mejor la realidad
que vive nuestro pueblo.
La Fuerza del
Pueblo, representa una excelente oportunidad para que una nueva generación de
políticos construya la nueva historia de la política reivindicando con su
práctica los principios democráticos y de desprendimiento que han mostrados
nuestros patriotas, héroes y mártires en el curso de nuestra historia, en el
tránsito hacia la construcción de una sociedad dominicana que nos permitan
vivir cada vez en mejores condiciones materiales y en paz.
El autor es docente universitario y dirigente político.
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