Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno Sol
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Opinión |
Son los embajadores del miedo. Los que
mandan sobre vidas y haciendas. Los que quieren presentar las manos limpias,
poniendo a sus peones del tercer mundo a realizar los trabajos sucios. Los
políticos que sustentan el sistema y quieren ser piedra en la transición, como
Marcos Rubio, no creen en la soberanía de los pueblos.
Cierto que políticas blandas de gobiernos
comprometidos dan la percepción de que somos países que estamos de rodillas,
siempre atentos al menor gesto del imperio para complacerle, aún y sea a costa
de nuestra dignidad y nuestra soberanía.
Hay dominicanos que son entreguistas,
vende patrias, que nunca han tenido fe en una República Dominicana libre e
independiente. No creen en nuestro futuro y de que algún día seremos un país
totalmente soberano. Para esos su patria es el dinero y el entreguismo servil.
Pero los dominicanos si tenemos dignidad y
decoro. A lo largo de nuestra historia supimos mantener a flote nuestro
honor, por sobre los deseos de los grandes imperios de época. Nos enfrentamos a
los españoles, a los franceses, a los norteamericanos y a cuantos aventureros
quisieron mancillar nuestra dignidad.
En el siglo pasado, los
norteamericanos realizaron dos intervenciones militares en la República
Dominicana. Fue bajo un cementerio de cadáveres de patriotas y una feroz
resistencia, que se posaron botas gringas en esas dos ocasiones en nuestro
territorio.
En la primera intervención militar
norteamericana los patriotas dominicanos, que en ocasiones recibieron el
despectivo calificativo de los gavilleros, se opusieron a los interventores en
desiguales combates. De esa intervención surgió la larga dictadura de Trujillo
creada, impuesta y ajusticiada por los norteamericanos.
En el 1965, el pueblo se levantó en armas,
junto a los militares, para exigir el retorno a la constitucionalidad sin
elecciones. Días después de los choques armadas posó sus botas en tierra
dominicana la armada norteamericana, tratando de alterar el curso de la
historia. De ahí salió el gobierno de los doce años del doctor Joaquín Balaguer
con toda su secuela de amarguras.
Marcos Rubio es un pro-cónsul de
nuevo cuño. Habla el poder imperial, no busca concertación entre los pueblos,
sino el abuso, el atropello de su dignidad. Los dominicanos siempre estaremos
en pie para defender nuestra soberanía, aún y a costa de nuestras vidas. ¡Ay!,
se me acabó la tinta.
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