Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno Sol
Opinión |
La primera defensa amuralla en la lucha
por el fortalecimiento de la nacionalidad dominicana, tiene que partir de la
zona fronteriza. Ahora hay una línea divisoria irreal, que no se sabe dónde
termina y dónde comienza. Ahí, como en el ayer lejano, es que se templa la idea
de Patria.
Hoy la frontera está abandonada a su
suerte. No hay futuro para la juventud que todavía vive allí, y que está
buscando emigrar a como dé lugar. Solo los viejos conuqueros, los pensionados
de bajo nivel y los pocos empleados públicos y del sector privado siguen
subsistiendo en la frontera.
Para hablar de fortalecer las fibras
nacionalistas de los dominicanos hay que pensar en esa frontera ignota,
sin presente y sin futuro, y si se va más lejos, donde tampoco el pasado le fue
placentero.
Se tienen que facilitar formas de
producción y de creación de empleos en la zona fronteriza. Tal vez la única
posibilidad de mejorar las condiciones de existencia allí sería que se
den incentivos especiales a grandes empresas nacionales para que establezcan en
esa área su zona de producción. Mejores hospitales, escuelas básicas y técnicas
para adiestrar a los muchachos, eso es vital.
Esas compañías podrían elaborar sus
productos en el limítrofe entre Haití y la República Dominicana y luego almacenarlos
en la capital, para con el mercadeo debido satisfacer las necesidades de
la comunidad nacional. Para lograr esto se tiene que dar una unidad de
esfuerzos, visión y sacrificio entre los sectores públicos y privado. Es
necesario que se de esa integración.
Mientras para los dominicanos la frontera
es un panorama surrealista del que hay que salir de inmediato, para los
haitianos es el primer paso para llegar a la tierra de la abundancia. La
penetración ilegal de haitianos, y la masiva fuga de la juventud
fronteriza, hace difícil mantener a largo plazo la línea de levantar allí
el decoro nacional.
La penetración cultural de los
haitianos es preocupante. Los dominicanos están asimilando las costumbres
haitianas, se están formando familias mixtas, las emisoras del otro
lado de la frontera sé escuchan en el país, y en las noches rompe el aire
una variedad de merengue dominico-haitiano.
La indiferencia a los problemas de
vivencia crítica de la zona fronteriza va apretando una soga sobre el
cuello de todos los dominicanos. Tenemos que ir en rescate de nuestra soberanía
y territorialidad, pero el primer paso tiene que ser el acordarnos de la
frontera. La inercia y el olvido resquebrajan la muralla que debe ser el
espíritu nacionalista de los moradores de la frontera. Para luchar por la
Patria, hay que amar su tierra y no salir despavorido de ella. ¡Ay!, se me
acabó la tinta.
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