Por Francisco Luciano
Opinión |
En la medida que se acerca la fecha de las
elecciones, aumenta la percepción de que el presidente Danilo Medina obtendrá
una holgada victoria sobre su más cercano competidor.
Favorito en las encuestas, Danilo no detiene su
marcha y se mueve a una velocidad vertiginosa movilizando con destrezas sus
seguidores en cada localidad que visita. El optimismo de los
seguidores del presidente Medina parece agua derramada que sale de una fuente
con reservas inagotables.
En cambio, del lado opositor la frustración
es de tal tamaño que nada le sale bien. Sus voceros han perdido de vista que
para un cazador experto lo importante no es el número de disparos que salgan de
su escopeta, sino la cantidad de presas que pueda lograr. La desolación y el
desconcierto le hacen ver todo negativo y el frió de una derrota anticipada en
las mediciones y en los mentideros de toda categoría y espacio social, que
hasta se hacen bromas con su nombre cambiándole el nombre de Luis
Abinader por el de Luis Febrero.
Desde la discusión presupuestaria y hasta el
falso twitter, las mentes septuagenarias que dirigen el denominado
Partido Revolucionario Moderno, han dejado ver la dimensión de sus falencias
de visión llevando a su “joven” candidato a la adopción de un
discurso análogo que pide contar con un ábaco los votos que
serán emitidos en las urnas el próximo 15 de mayo.
Los discursos de ambas campañas dan la
impresión de que los candidatos están en dos mundos diferentes.
En el mundo de la oposición todo es gris y
riesgoso. El fracaso es la marca y la consigna. El pesimismo, la agresividad y
la desesperanza lo muestran todo de mal en peor. Nada está bien y nada puede
arreglarse, porque van hacia ninguna parte.
En el mundo de Danilo, detrás de cada punto
oscuro hay una luz oculta, lista para alumbrar un futuro mejor y lleno de
esperanza para las y los dominicanos, el estado de ánimo es positivo y
optimista. Lo malo puede cambiarse y lo bueno mejorarse.
La oposición sabe que perdió las elecciones y
eso la lleva a denunciar supuestos fraude, acusando a la prensa, a los
empresarios, a las firmas encuestadora de que tanto se valieron en la primera
parte del proceso electoral anterior de vendidas. En todo ven uso de los
recursos del Estado y así, solo hablan para decir las cosas que suelen
decir los malos perdedores.
El candidato opositor, como todo mal
perdedor, cuando lo tumban en un combate, asegura y jura que se
resbalo, olvidando que, su posición es el suelo, sin importar que haya
sido porque lo tumbaron o se resbalo.
Y mientras los seguidores de Luis Abinader,
van con pañuelos, servilletas y rostros tristes camino al funeral
de la derrota inevitable, los seguidores de Danilo van con güiras, maracas,
guitaras y tamboras, camino a la fiesta de su victoria.
A veinte días para las elecciones, la oposición se
encoje de hombros, trunca el seno y expresa mal humor, mientras Danilo pasa,
saluda y sonríe sabiendo que la gente al responder con afectos sus saludos,
reflexiona Danilo es mío, mío, mío.
El autor es catedrático universitario y dirigente
del PTD
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