La narrativa de Rubén Darío
Por:
Rafael Peralta Romero
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Opinión |
Expuse sobre la narrativa del autor de Azul. Aquí recojo las
conclusiones. Bastará el funcionamiento
del menor sentido crítico para apreciar que en la narrativa de Rubén Darío difícilmente aparezca como telón de fondo un
paisaje de Nicaragua ni se escuchará el murmullo de un río, ni la flora de ese país
tendrá oportunidad de expresarse ante los lectores.
Será imposible encontrar campesinos reclamando la posesión de
la tierra o pescadores que, ya fuere en uno de los grandes lagos con que cuenta
ese país, o en los mares (Pacífico y Caribe) que le sirven de marco, afanen por la captura de los peces o se
agiten frente a la mar bravía en medio de una tempestad. Sus personajes son
princesas y reyes.
Ningún relato de Darío da cuenta de travesuras de muchachos ociosos que desafían, por divertimento, la erupción de un volcán. Ni se contará la historia de pastores o
agricultores que rodaran envueltos en
candente lava o arrastrados por las copiosas aguas de una tormenta
tropical. Que nadie busque en la narrativa del insigne bardo la crónica amarga de la pobreza.
Los personajes de Darío no pueden andar por las calles de
Managua o de León buscando una oportunidad de trabajo o pidiendo ayuda para comer,
pero menos se inscriben los protagonistas de los relatos
darianos entre los sustentadores de
sueños libertarios y que por causa de sus luchas son perseguidos o encarcelados por la intolerancia política.
En el cuento debe predominar una historia, una historia que
anime al lector a leerla y contarla. Darío prioriza sobre las situaciones
agitadas, la búsqueda de la belleza a través de “imágenes visuales, el color, la
música y los efectos sonoros”, igual que en la poesía modernista. No ha sido su preocupación expresar a través del
cuento la cultura del pueblo nicaragüense.
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