Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno Sol
Opinión |
La violencia es un manto negro que
enlútese el corazón de los dominicanos. Comienza el año con la indetenible ola
de sangre y muerte. Hay violaciones al derecho a la vida en intercambios de disparos,
en atracos, en choques intrafamiliares y en cualquier modalidad de acto de
golpeo.
El principio sacrosanto e innegociable de
respeto al derecho a la vida es letra muerta en República Dominicana. A un
ciudadano se le mata por simple capricho. Por un sicariato bien o mal pagado,
por puntos de drogas, por problemas amorosos, por ese cáncer de la violencia
intrafamiliar y hasta por prepotencia de las autoridades.
Hay que hacer florecer de nuevo el
principio de que la vida es sacrosanta. No hay pena de muerte en República
Dominicana, razón por la cual cualquier hecho unilateral para segar la
existencia a una mujer o un hombre es repudiable.
Cuando hay coyunturas que parecen
insuperables, debe surgir la mediación. Si el caso lo amerita se tiene que ir a
la justica, pero en ninguna instancia, se puede pensar que un pensamiento
alocado, afiebrado, lleno de odio y pasión, está por encima de la ley y las
buenas costumbres.
Cuando se habla de controlar la violencia,
el primer pensamiento va hacia las autoridades. Pensamos que es su obligación
primaria controlar los hechos de violencia. Es cierto. La función de los
organismos de seguridad, sobre todo de la Policía, es servir de cuerpo de
prevención para detener el crimen.
Es un auxiliar de la justicia para comenzar a
aplicar la ley. Investigar quiénes son los culpables de un hecho de violencia,
para de inmediato someterlos a la justicia y que paguen una pena de acuerdo con
el delito cometido. Pero no toda la responsabilidad es de la Policía.
Ahora, la familia no existe como ente
aglutinador de la sociedad. A nivel colectivo la unida de la familia, sea legal
o en concubinato, es sometida a pruebas de fuego, donde en ocasiones – y casi
siempre esa es la razón- se encuentra el grave problema económico.
La familia es el núcleo básico
de la sociedad, pero ha perdido ese rol con los nuevos tiempos. Sin una familia
sólida, es imposible poder criar a niñas y niños para que sean hombres de bien
en el futuro. Hay excepciones de madres solteras que han preparado – en medio de
la más espantosa de las miserias- a profesionales y entes de bien en la
sociedad.
Pero hay que rescatar la unidad familiar,
hay que enseñar la formación de respeto al ser humano. Benito Juárez, el
benemérito de México, lo señaló: El respeto al derecho ajeno es la paz. Si le
violamos los derechos al que transita por la vida junto a nosotros, entonces
vendrá la violencia. La paz es concertación, diálogo y humildad.
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