Por Narciso Isa Conde
Opinión |
La contra-revolución desplegada a partir
de la intervención militar estadounidense cumplió recientemente 5O años y
todavía no hemos podido revertir su impronta degradante.
Ella no ha tocado fondo, pero luego de
sucesivos reciclajes de sus instrumentos políticos y variaciones en los modelos
socio-políticos de dominación, sus mecanismos de control y gestión
institucional están en franca decadencia y deterioro.
Inicialmente el Partido Reformista de
Balaguer fue su principal medio de control del Estado y articulación con
la clase dominante. Luego éste absorbió al socialcristianismo para pasar a
denominarse Partido Reformista Socialcristiano (PRSC).
Hasta el 1978 el Partido Revolucionario
Dominicano -factor importante de la revolución democrática de 1965- actuó como
gran polo opositor, registrándose en sus estructuras de dirección
un progresivo proceso de derechización; primero girando hacia la
social-democracia internacional y posteriormente, a mediado de los 80,
combinando la corrupción populista con el neoliberalismo y la dependencia
respecto a EEUU.
De esa manera el PRD pasó a ser una
fuerza de relevo dentro del despliegue y remozamiento de la contrarrevolución,
una vez agotado el modelo impuesto a través de Balaguer.
Del PRD salió tempranamente, bajo
el liderazgo de Bosch y por la puerta izquierda, el PLD, compelido a contener
la reproducción de las lacras en parte que motivaron su salida del PRD.
Sin embargo su inserción en el sistema y
declinación física de su fundador facilitaron su derechización y posterior
alianza contaminante con el PRSC hasta su conversión en uno de los
pilares del sistema de dominación, con fuertes expresiones de corrupción y
adhesión a la recolonización neoliberal cuando le tocó ejercer el gobierno.
De hecho el PLD hizo todo lo posible por
transformarse en el continuador reciclado del disminuido PRSC, avanzando hasta
su actual condición de corporación fraccionada y altamente corrompida.
Así, la dinámica de los reciclamientos
no ha logrado contener la decadencia de los instrumentos políticos de la
dominación, ni tampoco la del Estado y las instituciones en que éstas se
insertan asociadas a una especie de lumpen burguesía y a mafias civiles y
militares que copan la dictadura institucional vigente.
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