Politica, economía

lunes, noviembre 09, 2015

Esta justicia

Por Manuel Hernández VilletaA Pleno Sol

Opinión
La justicia dominicana camina a tropezones y a ciegas. Su torpeza nace de bases legales; el código procesal y penal. No es  entendido por los ciudadanos, los abogados lo utilizan a conveniencia y le da un gran poder al juez que sólo actúa con la presentación de las pruebas.

El modernismo trae estos problemas. En época pasada era la simple convicción del  juez. Se cometían injusticias y torpezas, tal vez más que ahora. La diferencia puede ser que el principal problema de la justicia de antaño era la condena de los presos políticos, y ahora son las penas que evaden los mafiosos.

Son dos procesos    diferentes, con nuevas caras, nuevos hechos, nuevos protagonismos y nuevo valor del dinero. Ahora hay sangre joven, pero nada indica que sea más imparcial que con la íntima convicción del juez. Por la cara o la vestimenta era posible encontrar a un culpable, ahora se necesitan las pruebas.

Para muchos el código sería el espejismo que llevaría a la justicia dominicana al siglo 21, pero en la práctica solo ha servido para desatar a todos los demonios. No es la solución milagrosa, sino sencillamente un camino empedrado que no va a ninguna parte.

No se puede perder la fe en la justicia. Es el instrumento ideal por medio del cual los seres humanos atienden y buscan soluciones a sus diferencias. Si no se tiene fe en la justicia, ni esperanza en sus decisiones, entonces sólo quedaría el camino de tomar el machete y establecer en cada esquina una guillotina particular. Una medida de este tipo no se contraviene con el espíritu de una sociedad civilizada.

Otro error que se cometió con las renovaciones a la justicia, es que se pensó que únicamente con entregar los cargos a muchachos jóvenes, se cerrarían todos los males tradicionales. Una mente nueva, no puede seguir al paso de un cuerpo viejo.

La modernización de la justicia tiene que continuar. Hay que hacerla el instrumento básico en el proceso de institucionalización. Un país donde la justicia tenga los pies de barro no podrá avanzar en la senda del desarrollo. Por el contrario, con ese vicio institucional, siempre estaría al vaivén de cualquier viento, y no soñaría en la posibilidad de trillar por una senda de progreso.

El  camino a emprender en la modernización del sistema judicial, debe ser que ahora mismo se limpie el sistema de probados corruptos, y se entreguen los cargos a profesionales capaces y honrados.


El primer paso que se debe  dar en este camino de tapar parchos judiciales es buscar una venda y una pesa y colocarla sobre Termis, en señal de que por lo menos ya se comenzó a respetar el símbolo de la imparcialidad, la moralidad, y la aplicación del peso de la ley, a todo el que la viole.

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