Por Manuel Hernández Villeta A Pleno Sol
Opinión |
La justicia dominicana camina a
tropezones y a ciegas. Su torpeza nace de bases legales; el código procesal y
penal. No es entendido por los ciudadanos, los abogados lo
utilizan a conveniencia y le da un gran poder al juez que sólo actúa con la
presentación de las pruebas.
El modernismo trae estos problemas. En
época pasada era la simple convicción del juez.
Se cometían injusticias y torpezas, tal vez más que ahora. La diferencia puede
ser que el principal problema de la justicia de antaño era la condena de los
presos políticos, y ahora son las penas que evaden los mafiosos.
Son dos procesos diferentes,
con nuevas caras, nuevos hechos, nuevos protagonismos y nuevo valor del dinero.
Ahora hay sangre joven, pero nada indica que sea más imparcial que con la
íntima convicción del juez. Por la cara o la vestimenta era posible encontrar a
un culpable, ahora se necesitan las pruebas.
Para muchos el código sería el
espejismo que llevaría a la justicia dominicana al siglo 21, pero en la
práctica solo ha servido para desatar a todos los demonios. No es la solución
milagrosa, sino sencillamente un camino empedrado que no va a ninguna parte.
No se puede perder la fe en la
justicia. Es el instrumento ideal por medio del cual los seres humanos atienden
y buscan soluciones a sus diferencias. Si no se tiene fe en la justicia, ni
esperanza en sus decisiones, entonces sólo quedaría el camino de tomar el
machete y establecer en cada esquina una guillotina particular. Una medida de
este tipo no se contraviene con el espíritu de una sociedad civilizada.
Otro error que se cometió con las
renovaciones a la justicia, es que se pensó que únicamente con entregar los
cargos a muchachos jóvenes, se cerrarían todos los males tradicionales. Una
mente nueva, no puede seguir al paso de un cuerpo viejo.
La modernización de la justicia tiene
que continuar. Hay que hacerla el instrumento básico en el proceso de institucionalización.
Un país donde la justicia tenga los pies de barro no podrá avanzar en la senda
del desarrollo. Por el contrario, con ese vicio institucional, siempre estaría
al vaivén de cualquier viento, y no soñaría en la posibilidad de trillar por una
senda de progreso.
El camino
a emprender en la modernización del sistema judicial, debe ser que ahora mismo
se limpie el sistema de probados corruptos, y se entreguen los cargos a
profesionales capaces y honrados.
El primer paso que se debe dar
en este camino de tapar parchos judiciales es buscar una venda y una pesa y
colocarla sobre Termis, en señal de que por lo menos ya se comenzó a respetar
el símbolo de la imparcialidad, la moralidad, y la aplicación del peso de la
ley, a todo el que la viole.
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