Por Francisco Luciano
Opinión |
Con suma preocupación
observamos que en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), se ofrecen
las mismas respuestas a situaciones que se presentan de manera reiteradas
constituyendo un círculo vicioso, y como es de esperarse, obtenemos los
mismos resultados adversos.
Talvez ha llegado el momento de
cambiar la manera de hacer las cosas, para tratar de obtener los resultados
deseados por la mayoría de los uasdianos.
Ante lo insuficiente
que resultan los fondos consignados generalmente en el presupuesto
nacional para cubrir las necesidades acumuladas, necesitamos hacer uso de la
autonomía para generar recursos por cuenta propia, al tiempo que
hacemos un mejor uso de lo que recibimos por concepto del
financiamiento estatal.
Nuestros problemas trascienden
la falta de dinero, pues nada obliga a mantener estructuras de gastos que
resultan insostenibles en las condiciones en que nos desenvolvemos. Hay
que cambiar la manera de hacer algunas cosas que afectan la imagen de la
institución, significan gastos evitables y que para mejorarse solo requieren de
voluntad, como por ejemplo: ordenar el tránsito y las zonas de parqueos a
lo interno del campus; planificar la docencia para satisfacer las demandas de
los alumnos y no las de los profesores, aplicar la Ley de cuenta única
para las dependencias institucionales, a fin reducir costos por cargos
bancarios en el manejo de las múltiples cuentas que ahora tenemos o
simplemente reducir las puertas de entradas y salidas para vehículos al
campus, lo que requeriría menos personal.
El reclamo de más recursos
económicos tiene que ir acompañado de planes y proyectos de mejoras
con metas específicas, en el espacio y el tiempo, así como definiendo los
resultados esperados, estamos compelidos a convencer a la sociedad de
nuestra pertinencia para contribuir a su desarrollo con el producto que
se espera de la Universidad expresado en la calidad de los egresados de grado y
postgrado.
Las huelgas profesorales, los
paros administrativos y las pedreas estudiantiles tienen hastiada a una
sociedad, cuyos hijos se quejan de las dificultades que les
imponemos, pues muchas de nuestras herramientas administrativas padecen
de obsolescencia y les retrasan el tiempo para completar sus estudios y
en muchos casos hasta para obtener la copia de un simple documento.
La UASD sigue siendo la
principal institución de educación superior del país, pero requiere que
los actores que la dirigen y su personal docente se empoderen de la
responsabilidad que pesa sobre sus hombros y sacudan las castas que la
mantienen secuestrada y castran su desarrollo institucional, haciendo el juego
con su resistencia al cambio, a quienes desde siempre han pretendido
desmembrarla.
Las paralizaciones de docencia
y las pretensiones de meter la Universidad en un paro indefinido, constituyen
un desatino que lo único que provocaría, es aumentar el éxodo, la desmotivación
de los alumnos y la repulsa de una franja importante de la sociedad dominicana.
Quienes llaman a cerrar la
Universidad con huelgas inútiles, debieran preocuparse por saber cuál es la
cantidad de alumnos que cada año se marcha hacia otras instituciones de
educación superior a concluir sus estudios y titularse.
Los que bajo el manto del
pugilismo irresponsable, ofrecen resistencia a la indexación de los aportes que
deben realizar los alumnos, alegando el origen de pobreza de los mismos,
mientras reclaman aumentos de salarios para sí, debieran ocuparse de estudiar
la condición socioeconómica de nuestros estudiantes. Si lo hicieran,
se darían cuenta de que casi el 11% (20,735) de los estudiantes
actuales de la UASD, están cursando prácticamente gratis, una segunda o tercera
carrera, cosa que es injusta, pues esos ya fueron financiados por la
sociedad con una primera carrera y si se deciden por cursar una segunda, deben
retribuir a la sociedad, por vía de la Universidad el costo de la
misma.
Si los que dicen defender la
UASD, cerrando sus puertas a la juventud que habida de aprender y formarse
acude a sus aulas, se ocuparan en indagar que el 14% (26,390) de
los estudiantes de la Universidad proviene de colegios privados donde pagan
mensualidades, algunos modestas y otros de lujo, se darían cuenta que si a esos
alumnos se le exige un aporte del equivalente a un mes de lo que pagaban
en el colegio de origen por cada semestre universitario, entendieran que no se
estaría cometiendo ninguna injusticia, ni privatizando a la UASD, pues a
ninguno se le pediría un aporte, siquiera cercano a lo que se paga en los
centros privados por un año escolar , dando con ello a la universidad la
oportunidad de enfrentar una parte de sus carencias.
Lo propio podríamos decir de la
cantidad que luego de cursar el 85% de sus estudios en Universidades privadas
se transfieren a la UASD, realizan dos semestres prácticamente gratis y se
titulan beneficiándose de su prestigio.
La Universidad no tiene que
pedir, ni pide permiso para crear estructuras administrativas, ni cargos, por
lo tanto esta tiene la responsabilidad de determinar y crear
las fuentes para financiar esos cargos y esas estructuras.
Definitivamente estamos
obligados a buscar la manera de articular a la juventud para que se convierta
en la fuerza social que exija a la clase política gobernante atender a la UASD
con un mejor rasero, pero eso se va a lograr si quienes dirigen la
universidad, disponen un solo proceso de matriculación anual para estudiantes
de nuevo ingreso en los meses de julio y agosto de cada año, bajo la condición
de que ingresarán al siguiente mes de enero, siempre que la sociedad los
financie, vía el Presupuesto Nacional, cosa que de no ocurrir los
colocaría en lista de espera, esa lista de espera pondría en la fila a los casi
800 mil estudiantes secundarios de todo el país, que encontrarían en su
necesidad de cursar sus estudios superiores la razón para defender
a la UASD, reclamando su derecho a la educación pública.
Mientras continuemos
ingresando nuevos alumnos dos veces por año, continuaremos generando
déficit y acumulando deficiencias, con la desgracia de que no somos
los únicos en servir educación superior en el país y de que no
somos del interés de ningún poder fatico en la sociedad, pues ni el sector
financiero, ni el clero, ni los guardias, nos necesitan para satisfacer sus
necesidades de educación superior, ciencia y tecnología.
De nuestra actitud y aptitudes
va a depender la preservación de una institución que como la UASD, está llamada
a ser faro de luz de la sociedad dominicana.
El autor es dirigente del PTD y
catedrático universitario.
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