Politica, economía

viernes, abril 24, 2015

¡Tunbar la mafia y sus instituciones!

Manifiesto del Movimiento Caamañista -MC


Francis Caamaño 
La gesta libertaria más importante del siglo XX cumple ya cincuenta años de historia y aleccionadores recuerdos.

Los años transcurridos después de bloqueados sus ímpetus revolucionarios por la brutal intervención militar estadounidense que cortó violentamente la insurrección popular victoriosa, hablan tanto del sentido de justicia de esa epopeya singular como las palabras y los hechos que hoy se evocan para conmemorarla.

En abril de 1965 se abrieron las compuertas de una  formidable revolución democrática-popular en respuesta al retorno del despotismo a cargo de un infame golpe militar de factura oligárquica-imperialista  que derrocó el Gobierno del profesor Juan Bosch electo en 1962 y anuló la Constitución democrática de 1963.

Abril 65 fue inevitablemente, además, Guerra Patria ejemplar contra el yanqui invasor que acudió con sus marines a salvar a sus aliados en desbandada y a contener aquella impetuosa y promisoria rebeldía soberana.

Abril 65 en armas y combates estelares, seguido de mayo, junio, agosto y septiembre… es un pasado heroico que no ha cesado de reclamar en cada presente posterior la pertinencia de la revolución inconclusa que encarnó antes de verse cercada y contenida la insurgencia en auge por el brutal accionar de la súper-potencia imperial que nos impuso este medio siglo de sinsabores y penurias.

El contraste entre lo que fue y pudo ser la suma de reivindicaciones históricas y creaciones colectivas forjadas en aquellos días preciosamente turbulentos, y este presente ignominioso e inaceptable, le confieren a esa gesta el derecho de inspirar las nuevas rebeldías creadoras en un nuevo periodo de cambios que al parecer por fin asoma

Aquel Abril -además de pasado heroico proyectado en el presente- merece ser futuro pleno de libertades, justicia, bienestar colectivo y soberanía… a partir de la necesaria recreación debidamente renovada al calor de los nuevos combates y las nuevas experiencias populares, aquí y más allá de nuestras fronteras.

El largo  ciclo de una cruel contrarrevolución estabilizada a sangre y fuego, a golpes de  corrupción, saqueo, engaño, seudo-democracia y trampa, presenta ya serías señales de decadencia.

La Constitución de 1963, la más avanzada de la historia republicana, contiene comparativamente suficientes energías para impugnar las Constituciones de 1966 y  del 2010 usadas para instalar sendas dictaduras corrompidas y corruptoras. Dictaduras  formalmente constitucionales, esencialmente dependientes,  excluyentes y empobrecedoras…al servicio de espurias élites sociales, políticas y militares que de manera rapaz se han embolsillado un crecimiento económico y un progreso tan deforme como aberrante, generando de paso un universo de desgarrantes desigualdades.

Los partidos de la revolución de abril y el movimiento de militares constitucionalistas distan mucho en bondades necesarias de la mugre política que ahora declina después de reinar por medio siglo, propiciando y beneficiándose sus cúpulas de la podredumbre establecida.

El neo-trujillismo balaguerista y el padrinazgo político estadounidense terminaron por infectar sucesivamente los aparatos del PRD, el PLD y a sectores de izquierdas que oportunistamente se les recostaron sin pudor después del gran desmoche, provocando la degradación progresiva y la consiguiente declinación de un sistema de partidos e instituciones forjado en el siglo XX y maleado posterior y persistentemente por esta larga y pesada contrarrevolución.

En verdad una contrarrevolución imperialista es mucho más que un monstruo de mil cabezas. Los/as sobrevivientes físicos somos pocos/as. Los ideológicos, mucho menos.

Militares honestos, patriotas y pueblo en armas forjaron en el 65 unas fuerzas armadas envidiables frente a la recolonización, la degradación moral y el empobreciendo  forzado de sus bases que hoy las corroe y desarticula; exhibiendo ahora -en medio de la sumisión a las estrategias del Pentágono- ,a manera de hoja de parra, un falso nacionalismo plagado de racismo y xenofobia para denostar al hermano pueblo haitiano que con fusiles y comandos, y la vigorosa poesía de Jacques Viaux, nos acompañó en aquel abril estelar.

La soberanía ejercida con singular valor en aquellos meses gloriosos de 1965 -repletos de dignidad nacional y redención social- contrasta hoy con la soberanía vilmente negada durante cincuenta años de dominio del MAAG, la CIA, el FBI, la USAID, el MOSSAD, Gulf and Western, ALCOA, Falconbrigde, Rosario Resource, Nebraska, Barrick, General Electric, Smith Earon, Chasse Manhathan Bank, FMI, BM, BID, Dr-Cafta, deuda eterna, neoliberalismo y gobernadores de colonia.

La república democrática de los comandos, especie de comuna caribeña, dibujó el sueño real interrumpido por sucesivas farsas que han convertido el sufragio en negocio, la representación en usurpación y el bienestar en derecho exclusivo de minorías indolentes.

Las riquezas creadas con la cruel explotación del pueblo dominicano, aquí y en el exterior, abultada escandalosamente con la sobre-explotación de la inmigración haitiana y el vil saqueo del patrimonio público y natural del país, han sido acaparadas por una lumpen burguesía transnacional y local escoltada por mafias políticas y militares insaciables.

Las ganancias y el robo descarado de banqueros, importadores, grandes consorcios mineros, políticos, carteles de la construcción, narco-generales, narco-empresarios y especuladores de todas las calañas, han conformado fortunas que superan la mas alta capacidad de fabular.

 El empobrecimiento, como contrapartida, agobia al 60 por ciento de la población, incluido un 20 por ciento que sufre los rigores de la indigencia y la marginalidad extrema. La inseguridad social corroe una sociedad altamente desnutrida y enferma, y no hay servicio público que no esté en la cercanía del desastre social.

La dictadura mediática, por demás, reproduce todas las discriminaciones: de clase, de género, de generaciones, racista… todas terriblemente funcionales a la sobre-explotación capitalista, al abuso y a la extorsión.

Y el Estado delincuente, con fuertes componentes de narco-estado, ha sumido a la sociedad en una situación de alta inseguridad frente a las más variadas formas de delincuencia.

 Así, las fundadas esperanzas que generaron la Constitución de 1963, el gobierno de Bosch y la ejemplar lucha por su restablecimiento, transformadas en aquellos días gloriosos en hermosa revolución social y fragua de soberanía, han sido arrinconadas por la tragedia social impuesta por un capitalismo gansteril y depredador, impregnado de una la alarmante  degradación moral y política.

¿Valió la pena  la insurrección del pueblo por la democracia?, preguntan insidiosamente algunos/as.

¿Se justifica tanto heroísmo y tantos sacrificios frente a estos resultados?, recalcan con sorna otros.

Presentado así este tema crucial, es demostrable que ha sido objeto de una maliciosa distorsión.

El valor de abril del 65, de la revolución y la guerra patria, no puede ser calculado sobre la base de los nefastos resultados provocados por las fuerzas que impidieron su desenlace victorioso e impusieron el cuadro colmado de calamidades que hoy denunciamos y enfrentamos.

Su valor está en la justeza de su causa inconclusa, en el programa transformador que se propuso ejecutar, en los contenidos libertarios de la Constitución de 1963, en la acción plebiscitaria que se abrazó a esos ideales, en la trascendencia de la insurgencia que logró derrotar a los instrumentos locales del coloniaje, en el despliegue de patriotismo e internacionalismo frente al agresor, sin claudicaciones ni rendiciones.

Eso es muy distinto y contrario a los intereses y a las fuerzas que impidieron la victoria de esos valores y que han plagado al país de penas y calamidades.

Lo impugnable y despreciable, por tanto, es el desembarco estadounidense y la ocupación militar de la súper-potencia opresora.

Es la imposición fraudulenta del régimen de Balaguer y su despliegue de terror aupado por la CÍA y el Pentágono.

Es la posterior traición del PRD, del PLD, sus respectivos gobiernos y una parte de las izquierdas, que se plegaron al sistema impuesto por EEUU y la clase dominante, que se corrompieron de diferentes formas y con variadas intensidades y expresiones.

Es el reinado del neoliberalismo que  lo degrada todo.

Eso si que no valió la pena. Ni una lágrima. Solo indignación y rebeldía.

La epopeya de abril no es capaz de generar arrepentimientos en sus protagonistas leales, en sus sobrevivientes físicos e ideológicos, que si bien no quedan tantos, por la indoblegable fuerza moral que emana de sus corazones, son suficientes para enlazar el combate contra el  viejo régimen que se resiste a morir con el nuevo proyecto emancipador que comienza a nacer asido al recuerdo estimulante de sus héroes y heroínas.

Por fin, justamente al cumplirse el ciclo de este último medio siglo, período en que han reinado los instrumentos políticos que adversaron o traicionaron la revolución inconclusa en 1965, aparecen fuertes señales de declinación y decadencia del sistema de partidos e instituciones por ellos controladas; lo que abre mejores perspectivas a los cambios necesarios.

Solo hay que observar al PRSC y PRD moribundos juntos a sus grupos satélites y a un PLD asaltado por mafias políticas y profundamente fraccionado.

Esto indica que estamos asistiendo al principio del fin de las fuerzas políticas, que conformadas en el siglo XX y operando con sucesivas mutaciones, le dieron sustento y continuidad al régimen político montado en la segunda mitad de la década de los 60, justo al inicio de la post-guerra. Son muchas las señales de putrefacción del orden institucional establecido y muy especialmente de la dictadura estatal unipartidista impuesta a través de la farsa electoral del 2012; dictadura, que aún fraccionada, parece ser asumida como refugio protector de la decadencia vía un pacto que tiende a combinar reelección presidencial con impunidad corporativa.

Crecen las razones que permiten apreciar un cierre de la engañosa alternabilidad partidista junto a la existencia de un sistema electoral usurpado por la cúpula del PLD, que a su vez encadena todos los “poderes” del Estado.

En tales circunstancias, por supuesto, no será difícil sembrar y reproducir la idea de que a falta de democracia en las instituciones resulta imperioso construir democracia y poder de calle para detener la descomposición y emprender una nueva ruta de libertades, justicia, bienestar social y soberanía.

Hoy es más fácil entender que frente a una Constitución que facilita  conformar una institucionalidad dictatorial, convertir el sistema judicial en vergüenza nacional, anidar corrupción en todos los niveles del Estado y en su relación con la sociedad, saquear las riquezas naturales, privatizar lo público y lo social, clientelizar y corromper la política, negar democracia real y soberanía…es preciso retomar con vigor la propuesta de una Constituyente Popular y Soberana que posibilite un proceso participativo de creación de una nueva Constitución que siente las bases para superar ese cuadro deplorable, consagrando en ella:

·        Democracia participativa e integral: económica, social, política, multi-cultural, multi-étnica, ambiental,  de género…
·        Recuperación total del patrimonio público y natural del país para ponerlo al servicio de la superación de las grandes desigualdades, bajo el control de la sociedad y en función de un desarrollo humano ecológicamente sustentable.
·        Impulso a diferentes formas de propiedad y gestión social, políticas públicas, sistemas salariales e impositivos que faciliten la creación de riqueza, su justa distribución y la dignificación del pueblo dominicano.
·        Predominio de las fuerzas del trabajo sobre el capital, de la producción sobre la especulación y de la defensa de la madre tierra frente a cualquier modalidad destructiva que afecte su integridad.
·        Defensa de los derechos humanos universalmente consagrados en todas sus clasificaciones, incluidos los derechos de los/a dominicanos/as en el exterior y de la inmigración haitiana en el país.
·        Rescate de la soberanía y fin del coloniaje.
·        Vigencia de la justicia, fin de la impunidad y controles eficaces contra la corrupción.
·        Erradicación del latifundio, de los monopolios y oligopolios.
·        Reforma agraria profunda.
·        Reformas en los sistemas de salud, educación,  transporte y energía, destinadas a revertir sus dinámicas lucrativas en favor de minorías y su carácter discriminatorio y excluyente, procurando restablecer su condición de servicios públicos y sociales de valor estratégico.
·        Política internacional independiente frente a los grandes centros hegemónicos, unidad y cooperación con el pueblo haitiano y el Estado que represente su identidad nacional y soberanía, respaldo a todas las causas justas a escala mundial, e integración al ALBA y a los bloques y espacios de unidad y cooperación no subordinados a EEUU y a las grandes potencias capitalistas, que contribuyan a conformar la PATRIA GRANDE latino-caribeña.

Así, la Constitución de 1963 y del método que la creó, tienden a convertirse de nuevo en referencias, sobretodo cuando su largo abandono y su violación por la clase dominante-gobernante han sido causa de tantos males remediables.

         SEPULTAR EL ENGENDRO Y CONTRARRESTAR LA ESTRATEGIA DEL CAOS

La farsa duró más de la cuenta. Pero por fin la suma de acontecimientos y realidades no dejan dudas sobre la necesidad de remplazar su producto institucional cada vez más degradado y evidentemente in-reformable para bien de la sociedad desde su propia y aberrante legalidad. Mientras un cambio de época en nuestra América presiona en dirección contraria al engendro decadente que tenemos el deber de sepultar.

Claro, el engendro amenazado engendra nuevas monstruosidades en esta época en que el imperialismo senil se las ingenia para sembrar caos y violencia bajo su control, en caso que no le quede de otra.

A ese proyecto macabro, a tono con el plan de saqueo de esta bella isla montada sobre fabulosas riquezas naturales, responde la pérfida promoción del racismo anti-haitiano, los perversos estímulos a odios y pasiones patrioteras en ambas naciones, con eventuales y desenfrenados choques sangrientos. 

A falta de su PRSC, PRD, PLD…en medio de instituciones tan podridas que no sirven ya para estabilizar su dominio, que venga el caos violento y tras de él sus tropas, sus mercenarios y sus empresas depredadoras. Así maquinan.

Esa fórmula ya está vigente en Haití y podría ser extendida a toda la isla. Vale el alerta.

Con más razón para reaccionar y poner en movimiento la única contrapartida capaz de evitar tanto la continuidad de este desastre como su desenlace hacia el caos, la intervención militar imperial y el neofascismo.

No hay de otra en esa dirección que no sea dedicarnos en cuerpo y alma, civiles y militares con sensibilidad social, a remplazar esta institucionalidad enferma por una que desde el corazón del pueblo rescate  y actualice el proceso inconcluso de abril, enriqueciéndolo con el formidable caudal de medio de siglo de valiosas experiencias nacionales, continentales y mundiales.

Abril, liberado de la tentación de asumirlo como calco o como copia, toca de nuevo las puertas de una sociedad que precisa ser redimida por su pueblo movilizado, con vocación a un despliegue multitudinario capaz de aislar las salidas caóticas y destructivas; incorporando a ese propósito vital lo mejor de nuestras fuerzas armadas junto al pueblo trabajador, a nuestras mujeres excluidas e indignadas y a nuestra juventud enardecida.

Derribando mafias y trampas con la fuerza de la razón desplegadas en calles y caminos, en barrios y praderas, en llanos y montañas.

Echando del poder a todos los que han gobernado y tirando al basurero instituciones inservibles. Sin miedo a las rupturas necesarias.

Creando comunas inderrotables y poder constituyente.

Forjando un contra-poder inmensamente mayoritario, capaz de aislar, disuadir y/o derrotar la estrategia del caos, promoviendo siempre la cultura de paz cimentada en la dignidad humana y en el amor a la madre naturaleza.

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