Manifiesto
del Movimiento Caamañista -MC
Francis Caamaño |
Los años
transcurridos después de bloqueados sus ímpetus revolucionarios por la brutal
intervención militar estadounidense que cortó violentamente la insurrección
popular victoriosa, hablan tanto del sentido de justicia de esa epopeya singular
como las palabras y los hechos que hoy se evocan para conmemorarla.
En abril de 1965 se
abrieron las compuertas de una
formidable revolución democrática-popular en respuesta al retorno del
despotismo a cargo de un infame golpe militar de factura
oligárquica-imperialista que derrocó el
Gobierno del profesor Juan Bosch electo en 1962 y anuló la Constitución
democrática de 1963.
Abril 65 fue
inevitablemente, además, Guerra Patria ejemplar contra el yanqui invasor que
acudió con sus marines a salvar a sus aliados en desbandada y a contener
aquella impetuosa y promisoria rebeldía soberana.
Abril 65 en armas y combates estelares, seguido de
mayo,
junio, agosto y septiembre… es un pasado heroico que no ha
cesado de reclamar en cada presente posterior la pertinencia de la revolución
inconclusa que encarnó antes de verse cercada y contenida la insurgencia en
auge por el brutal accionar de la súper-potencia imperial que nos impuso este
medio siglo de sinsabores y penurias.
El contraste entre
lo que fue y pudo ser la suma de reivindicaciones históricas y creaciones
colectivas forjadas en aquellos días preciosamente turbulentos, y este presente
ignominioso e inaceptable, le confieren a esa gesta el derecho de inspirar las
nuevas rebeldías creadoras en un nuevo periodo de cambios que al parecer por
fin asoma
Aquel Abril -además
de pasado heroico proyectado en el presente- merece ser futuro pleno de
libertades, justicia, bienestar colectivo y soberanía… a partir de la necesaria
recreación debidamente renovada al calor de los nuevos combates y las nuevas
experiencias populares, aquí y más allá de nuestras fronteras.
El largo ciclo de una cruel contrarrevolución
estabilizada a sangre y fuego, a golpes de
corrupción, saqueo, engaño, seudo-democracia y trampa, presenta ya serías
señales de decadencia.
La Constitución de
1963, la más avanzada de la historia republicana, contiene comparativamente
suficientes energías para impugnar las Constituciones de 1966 y del 2010 usadas para instalar sendas
dictaduras corrompidas y corruptoras. Dictaduras formalmente constitucionales, esencialmente
dependientes, excluyentes y
empobrecedoras…al servicio de espurias élites sociales, políticas y militares
que de manera rapaz se han embolsillado un crecimiento económico y un progreso
tan deforme como aberrante, generando de paso un universo de desgarrantes
desigualdades.
Los partidos de la
revolución de abril y el movimiento de militares constitucionalistas distan
mucho en bondades necesarias de la mugre política que ahora declina después de
reinar por medio siglo, propiciando y beneficiándose sus cúpulas de la
podredumbre establecida.
El neo-trujillismo
balaguerista y el padrinazgo político estadounidense terminaron por infectar
sucesivamente los aparatos del PRD, el PLD y a sectores de izquierdas que
oportunistamente se les recostaron sin pudor después del gran desmoche,
provocando la degradación progresiva y la consiguiente declinación de un
sistema de partidos e instituciones forjado en el siglo XX y maleado posterior
y persistentemente por esta larga y pesada contrarrevolución.
En verdad una
contrarrevolución imperialista es mucho más que un monstruo de mil cabezas.
Los/as sobrevivientes físicos somos pocos/as. Los ideológicos, mucho menos.
Militares honestos,
patriotas y pueblo en armas forjaron en el 65 unas fuerzas armadas envidiables
frente a la recolonización, la degradación moral y el empobreciendo forzado de sus bases que hoy las corroe y
desarticula; exhibiendo ahora -en medio de la sumisión a las estrategias del
Pentágono- ,a manera de hoja de parra, un falso nacionalismo plagado de racismo
y xenofobia para denostar al hermano pueblo haitiano que con fusiles y comandos,
y la vigorosa poesía de Jacques Viaux, nos acompañó en aquel abril estelar.
La soberanía
ejercida con singular valor en aquellos meses gloriosos de 1965 -repletos de
dignidad nacional y redención social- contrasta hoy con la soberanía vilmente
negada durante cincuenta años de dominio del MAAG, la CIA, el FBI, la USAID, el
MOSSAD, Gulf and Western, ALCOA, Falconbrigde, Rosario Resource, Nebraska, Barrick,
General Electric, Smith Earon, Chasse Manhathan Bank, FMI, BM, BID, Dr-Cafta,
deuda eterna, neoliberalismo y gobernadores de colonia.
La república
democrática de los comandos, especie de comuna caribeña, dibujó el sueño real
interrumpido por sucesivas farsas que han convertido el sufragio en negocio, la
representación en usurpación y el bienestar en derecho exclusivo de minorías
indolentes.
Las riquezas
creadas con la cruel explotación del pueblo dominicano, aquí y en el exterior,
abultada escandalosamente con la sobre-explotación de la inmigración haitiana y el vil saqueo del patrimonio público y
natural del país, han sido acaparadas por una lumpen burguesía transnacional y
local escoltada por mafias políticas y militares insaciables.
Las ganancias y el
robo descarado de banqueros, importadores, grandes consorcios mineros,
políticos, carteles de la construcción, narco-generales,
narco-empresarios y especuladores de todas las calañas, han conformado fortunas
que superan la mas alta capacidad de fabular.
El empobrecimiento,
como contrapartida, agobia al 60 por ciento de la población, incluido un 20 por
ciento que sufre los rigores de la indigencia y la marginalidad extrema. La
inseguridad social corroe una sociedad altamente desnutrida y enferma, y no hay
servicio público que no esté en la cercanía del desastre social.
La dictadura
mediática, por demás, reproduce todas las discriminaciones: de clase, de
género, de generaciones, racista… todas terriblemente funcionales a la
sobre-explotación capitalista, al abuso y a la extorsión.
Y el Estado
delincuente, con fuertes componentes de narco-estado, ha sumido a la sociedad
en una situación de alta inseguridad frente a las más variadas formas de
delincuencia.
Así, las
fundadas esperanzas que generaron la Constitución de 1963, el gobierno de Bosch
y la ejemplar lucha por su restablecimiento, transformadas en aquellos días
gloriosos en hermosa revolución social y fragua de soberanía, han sido
arrinconadas por la tragedia social impuesta por un capitalismo gansteril y
depredador, impregnado de una la alarmante
degradación moral y política.
¿Valió la pena la insurrección del pueblo por la
democracia?, preguntan insidiosamente algunos/as.
¿Se justifica tanto
heroísmo y tantos sacrificios frente a estos resultados?, recalcan con sorna
otros.
Presentado así este
tema crucial, es demostrable que ha sido objeto de una maliciosa distorsión.
El valor de abril
del 65, de la revolución y la guerra patria, no puede ser calculado sobre la
base de los nefastos resultados provocados por las fuerzas que impidieron su
desenlace victorioso e impusieron el cuadro colmado de calamidades que hoy
denunciamos y enfrentamos.
Su valor está en la
justeza de su causa inconclusa, en el programa transformador que se propuso
ejecutar, en los contenidos libertarios de la Constitución de 1963, en la acción
plebiscitaria que se abrazó a esos ideales, en la trascendencia de la
insurgencia que logró derrotar a los instrumentos locales del coloniaje, en el
despliegue de patriotismo e internacionalismo frente al agresor, sin
claudicaciones ni rendiciones.
Eso es muy distinto
y contrario a los intereses y a las fuerzas que impidieron la victoria de esos
valores y que han plagado al país de penas y calamidades.
Lo impugnable y
despreciable, por tanto, es el desembarco estadounidense y la ocupación militar
de la súper-potencia opresora.
Es la imposición
fraudulenta del régimen de Balaguer y su despliegue de terror aupado por la CÍA
y el Pentágono.
Es la posterior
traición del PRD, del PLD, sus respectivos gobiernos y una parte de las
izquierdas, que se plegaron al sistema impuesto por EEUU y la clase dominante,
que se corrompieron de diferentes formas y con variadas intensidades y
expresiones.
Es el reinado del
neoliberalismo que lo degrada todo.
Eso si que no valió
la pena. Ni una lágrima. Solo indignación y rebeldía.
La epopeya de abril
no es capaz de generar arrepentimientos en sus protagonistas leales, en sus
sobrevivientes físicos e ideológicos, que si bien no quedan tantos, por la
indoblegable fuerza moral que emana de sus corazones, son suficientes para
enlazar el combate contra el viejo
régimen que se resiste a morir con el nuevo proyecto emancipador que comienza a
nacer asido al recuerdo estimulante de sus héroes y heroínas.
Por fin, justamente al cumplirse el ciclo de este
último medio siglo, período en que han reinado los instrumentos políticos que
adversaron o traicionaron la revolución inconclusa en 1965, aparecen fuertes
señales de declinación y decadencia del sistema de partidos e instituciones por
ellos controladas; lo que abre mejores perspectivas a los cambios necesarios.
Solo hay que observar al PRSC y PRD moribundos juntos
a sus grupos satélites y a un PLD asaltado por mafias políticas y profundamente
fraccionado.
Esto indica que
estamos asistiendo al principio del fin de las fuerzas políticas, que
conformadas en el siglo XX y operando con sucesivas mutaciones, le dieron
sustento y continuidad al régimen político montado en la segunda mitad de la
década de los 60, justo al inicio de la post-guerra. Son muchas las señales de
putrefacción del orden institucional establecido y muy especialmente de la
dictadura estatal unipartidista impuesta a través de la farsa electoral del
2012; dictadura, que aún fraccionada, parece ser asumida como refugio protector
de la decadencia vía un pacto que tiende a combinar reelección presidencial con
impunidad corporativa.
Crecen las razones
que permiten apreciar un cierre de la engañosa alternabilidad partidista junto
a la existencia de un sistema electoral usurpado por la cúpula del PLD, que a
su vez encadena todos los “poderes” del Estado.
En tales
circunstancias, por supuesto, no será difícil sembrar y reproducir la idea de
que a falta de democracia en las instituciones resulta imperioso construir
democracia y poder de calle para detener la descomposición y emprender una
nueva ruta de libertades, justicia, bienestar social y soberanía.
Hoy es más fácil
entender que frente a una Constitución que facilita conformar una institucionalidad dictatorial,
convertir el sistema judicial en vergüenza nacional, anidar corrupción en todos
los niveles del Estado y en su relación con la sociedad, saquear las riquezas
naturales, privatizar lo público y lo social, clientelizar y corromper la
política, negar democracia real y soberanía…es preciso retomar con vigor la
propuesta de una Constituyente Popular y
Soberana que posibilite un proceso participativo de creación de una nueva
Constitución que siente las bases para superar ese cuadro deplorable,
consagrando en ella:
·
Democracia participativa e integral: económica, social, política,
multi-cultural, multi-étnica, ambiental,
de género…
·
Recuperación total del patrimonio público y natural del país para
ponerlo al servicio de la superación de las grandes desigualdades, bajo el
control de la sociedad y en función de un desarrollo humano ecológicamente
sustentable.
·
Impulso a diferentes formas de propiedad y gestión social, políticas
públicas, sistemas salariales e impositivos que faciliten la creación de
riqueza, su justa distribución y la dignificación del pueblo dominicano.
·
Predominio de las fuerzas del trabajo sobre el capital, de la producción
sobre la especulación y de la defensa de la madre tierra frente a cualquier
modalidad destructiva que afecte su integridad.
·
Defensa de los derechos humanos universalmente consagrados en todas sus
clasificaciones, incluidos los derechos de los/a dominicanos/as en el exterior
y de la inmigración haitiana en el país.
·
Rescate de la soberanía y fin del coloniaje.
·
Vigencia de la justicia, fin de la impunidad y controles eficaces contra
la corrupción.
·
Erradicación del latifundio, de los monopolios y oligopolios.
·
Reforma agraria profunda.
·
Reformas en los sistemas de salud, educación, transporte y energía, destinadas a revertir
sus dinámicas lucrativas en favor de minorías y su carácter discriminatorio y
excluyente, procurando restablecer su condición de servicios públicos y
sociales de valor estratégico.
·
Política internacional independiente frente a los grandes centros
hegemónicos, unidad y cooperación con el pueblo haitiano y el Estado que
represente su identidad nacional y soberanía, respaldo a todas las causas justas
a escala mundial, e integración al ALBA y a los bloques y espacios de unidad y
cooperación no subordinados a EEUU y a las grandes potencias capitalistas, que
contribuyan a conformar la PATRIA GRANDE latino-caribeña.
Así, la
Constitución de 1963 y del método que la creó, tienden a convertirse de nuevo
en referencias, sobretodo cuando su largo abandono y su violación por la clase
dominante-gobernante han sido causa de tantos males remediables.
SEPULTAR EL ENGENDRO Y CONTRARRESTAR LA ESTRATEGIA DEL CAOS
La farsa duró más de la cuenta. Pero por fin la suma de
acontecimientos y realidades no dejan dudas sobre la necesidad de remplazar su
producto institucional cada vez más degradado y evidentemente in-reformable
para bien de la sociedad desde su propia y aberrante legalidad. Mientras un
cambio de época en nuestra América presiona en dirección contraria al engendro
decadente que tenemos el deber de sepultar.
Claro, el engendro
amenazado engendra nuevas monstruosidades en esta época en que el imperialismo
senil se las ingenia para sembrar caos y violencia bajo su control, en caso que
no le quede de otra.
A ese proyecto
macabro, a tono con el plan de saqueo de esta bella isla montada sobre
fabulosas riquezas naturales, responde la pérfida promoción del racismo
anti-haitiano, los perversos estímulos a odios y pasiones patrioteras en ambas
naciones, con eventuales y desenfrenados choques sangrientos.
A falta de su PRSC,
PRD, PLD…en medio de instituciones tan podridas que no sirven ya para estabilizar
su dominio, que venga el caos violento y tras de él sus tropas, sus mercenarios
y sus empresas depredadoras. Así maquinan.
Esa fórmula ya está
vigente en Haití y podría ser extendida a toda la isla. Vale el alerta.
Con más razón para
reaccionar y poner en movimiento la única contrapartida capaz de evitar tanto
la continuidad de este desastre como su desenlace hacia el caos, la
intervención militar imperial y el neofascismo.
No hay de otra en
esa dirección que no sea dedicarnos en cuerpo y alma, civiles y militares con
sensibilidad social, a remplazar esta institucionalidad enferma por una que
desde el corazón del pueblo rescate y
actualice el proceso inconcluso de abril, enriqueciéndolo con el formidable
caudal de medio de siglo de valiosas experiencias nacionales, continentales y
mundiales.
Abril, liberado de
la tentación de asumirlo como calco o como copia, toca de nuevo las puertas de
una sociedad que precisa ser redimida por su pueblo movilizado, con vocación a
un despliegue multitudinario capaz de aislar las salidas caóticas y
destructivas; incorporando a ese propósito vital lo mejor de nuestras fuerzas
armadas junto al pueblo trabajador, a nuestras mujeres excluidas e indignadas y
a nuestra juventud enardecida.
Derribando mafias y
trampas con la fuerza de la razón desplegadas en calles y caminos, en barrios y
praderas, en llanos y montañas.
Echando del poder a
todos los que han gobernado y tirando al basurero instituciones inservibles.
Sin miedo a las rupturas necesarias.
Creando comunas
inderrotables y poder constituyente.
Forjando un
contra-poder inmensamente mayoritario, capaz de aislar, disuadir y/o derrotar
la estrategia del caos, promoviendo siempre la cultura de paz cimentada en la
dignidad humana y en el amor a la madre naturaleza.
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