Por Ismael Reyes
Opinión |
Todo
indica que la reelección estaba en gestación desde mucho antes que se viera el
abultamiento político que la delataba. Al principio había vergüenza y timidez
para pronunciar su nombre porque la criatura que se gestaba parecía el fruto de
unas relaciones prohibidas.Por eso el afán de ocultar su origen espurio. Efectivamente,
se trataba de un hijo que se estaba engendrando fuera de la legalidad
institucional y que nacería como resultado de unas relaciones coitales con la desmedida
ambición de poder.
Cuando
la criatura de la reelección estaba en su fase de desarrollo fetal, nadie quería
asumir su paternidad porque no había la seguridad de que ese embarazo
embarazoso arribaría a la expulsión normal, pues desde el principio los
progenitores y los parteros sabían que iba a ser un alumbrado forzoso y
riesgoso. Se sabía que los riesgos eran más externos que internos. Que un golpe
certero dado en el vientre donde se desarrollaba el nonato podría hacerlo
abortar.
Por
eso salieron a la caza del sector que podría dar la patada abortadora, sabiendo
como buenos guerreros que la mejor defensa es el ataque. Mientras tanto, el
vientre reeleccionista se acorchaba y se acorazaba para protegerse de los
previsibles golpes que se lanzarían con intenciones de interrumpir la
gestación.
Y
así pasaron a la ofensiva acusando y llevando a los tribunales al senador Félix
Bautista sabiendo que en él se juzgaría al “hijo de Leonel” y que el hijo sería
la manera más expedita de pisarle los talones al padre, haciéndole sentir en
carne viva los propios miedos, sinsabores, incertidumbres, tensiones y
ansiedades del “hijo” perseguido y acorralado.
Sometiendo
judicialmente al senador de San Juan, y renovando ahora el expediente
persecutorio contra Víctor Díaz Rúa, se conseguiría que Leonel se arredrara al
sentir en sus hombros el quemante aliento de sus enemigos políticos internos y
por la vía del temor neutralizarlo para que no impidiera nacer al engendro de
la reelección.
De
modo que en las personas de los corruptos que sufren amagos de enjuiciamientos,
no se está juzgando ni penalizando a la corrupción sino castigando el
atrevimiento y los afanes abortivos contra la reelección, la cual se está
perfilando como medio de creación de otro grupo económicamente poderoso dentro
de la corporación política que se llama Partido de la Liberación Dominicana.
En
el PLD no estamos presenciando una lucha inspirada en los principios del
boschismo ni en valores ideológicos, sino una especie de “pelea de perros”
cayéndose a mordidas y dentelladas, y donde el leonelismo se está defendiendo
con la furia y la desesperación del que ha caído boca abajo y lucha por
voltearse.
Tampoco
estamos viendo que con la reelección se busque dar cumplimiento a un libérrimo
deseo de la voluntad popular sobre evidenciada en las encuestas. Porque si a
eso vamos, esas mismas encuestas revelan que la gente está harta de apagones, de
carestías, pobreza, delincuencia y falta de empleos y oportunidades de mejorar
su vida. Buenas razones y motivos para que el Gobierno
también le tome el pulso y la palabra al pueblo y actué en consecuencia
conforme a la voluntad popular que reclama soluciones ante las cuales las
autoridades gubernamentales se hacen las sordas.
De
esta manera, si el danilismo busca mostrarse como interpretador y cumplidor de
la voluntad del pueblo, que comience por ahí y no solamente como impulsor del
reeleccionismo convenienciero.
Lo
cierto es que la reelección no será el producto de un parto normal sino un
alumbramiento difícil y doloroso, que requerirá que se abra el vientre
artificialmente para extraer una criatura institucionalmente defectuosa y
constitucionalmente monstruosa. Si finalmente se da a luz la criatura, ésta
nacerá contaminada por el río sucio del dinero corruptor que se pondrá a correr
en el Congreso Nacional, el cual convertirán en un bazar árabe, en una subasta
de conciencia donde gobiernistas y legisladores se transformarán, respectivamente,
en apostadores y pujadores.
Una
repostulación que surja bajo esas condiciones seria el resultado de una
violación. De la moral, de la ética, de la decencia y de las buenas maneras de
hacer política. Y como en toda violación, se tiende a rechazar y abominar al
hijo que nazca de ahí.
La
Constitución de la República no puede estar nunca a merced del ciego encaprichamiento
del poder personal ni en dependencia de un momento de popularidad, la cual
tiende a ser veleidosa y pasajera. La popularidad es un inquilino que se muda
con facilidad, por eso nunca compra un habitáculo para quedarse eternamente. Y
si no, que se lo pregunten a Leonel Fernández.
Por
eso, la popularidad circunstancial de un gobernante no puede ser nunca una
razón valedera para justificar un cambio constitucional, en virtud de lo
mudable y huidiza de aquella. No se puede modificar una constitución para
complacer las apetencias de un individuo y sus secuaces que buscan prolongar y
reelegir los privilegios que no disfruta el pueblo.
El
compañero presidente del Partido Revolucionario Dominicano, ingeniero Miguel
Vargas, consciente de todos los males que acarrea la aspiración al poder desde
el poder, se ha ofrecido como un valladar contra la reelección. De ahí que
blandiera la espada de la expulsión del partido contra los legisladores del
partido blanco que acepten el contrato de servir de parteros del reeleccionismo
danilista.
Nuestro
líder eterno, José Francisco Peña Gómez, quien fuera un ferviente anti
reeleccionista por principios, lo hubiera hecho igual de estar vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario