Politica, economía

lunes, abril 27, 2015

La reelección: un parto con cesárea para sacar una criatura deformada

Por Ismael Reyes

Opinión 
Todo indica que la reelección estaba en gestación desde mucho antes que se viera el abultamiento político que la delataba. Al principio había vergüenza y timidez para pronunciar su nombre porque la criatura que se gestaba parecía el fruto de unas relaciones prohibidas.Por eso el afán de ocultar su origen espurio. Efectivamente, se trataba de un hijo que se estaba engendrando fuera de la legalidad institucional y que nacería como resultado de unas relaciones coitales con la desmedida ambición de poder.

Cuando la criatura de la reelección estaba en su fase de desarrollo fetal, nadie quería asumir su paternidad porque no había la seguridad de que ese embarazo embarazoso arribaría a la expulsión normal, pues desde el principio los progenitores y los parteros sabían que iba a ser un alumbrado forzoso y riesgoso. Se sabía que los riesgos eran más externos que internos. Que un golpe certero dado en el vientre donde se desarrollaba el nonato podría hacerlo abortar.

Por eso salieron a la caza del sector que podría dar la patada abortadora, sabiendo como buenos guerreros que la mejor defensa es el ataque. Mientras tanto, el vientre reeleccionista se acorchaba y se acorazaba para protegerse de los previsibles golpes que se lanzarían con intenciones de interrumpir la gestación.

Y así pasaron a la ofensiva acusando y llevando a los tribunales al senador Félix Bautista sabiendo que en él se juzgaría al “hijo de Leonel” y que el hijo sería la manera más expedita de pisarle los talones al padre, haciéndole sentir en carne viva los propios miedos, sinsabores, incertidumbres, tensiones y ansiedades del “hijo” perseguido y acorralado.

Sometiendo judicialmente al senador de San Juan, y renovando ahora el expediente persecutorio contra Víctor Díaz Rúa, se conseguiría que Leonel se arredrara al sentir en sus hombros el quemante aliento de sus enemigos políticos internos y por la vía del temor neutralizarlo para que no impidiera nacer al engendro de la reelección.

De modo que en las personas de los corruptos que sufren amagos de enjuiciamientos, no se está juzgando ni penalizando a la corrupción sino castigando el atrevimiento y los afanes abortivos contra la reelección, la cual se está perfilando como medio de creación de otro grupo económicamente poderoso dentro de la corporación política que se llama Partido de la Liberación Dominicana.

En el PLD no estamos presenciando una lucha inspirada en los principios del boschismo ni en valores ideológicos, sino una especie de “pelea de perros” cayéndose a mordidas y dentelladas, y donde el leonelismo se está defendiendo con la furia y la desesperación del que ha caído boca abajo y lucha por voltearse.

Tampoco estamos viendo que con la reelección se busque dar cumplimiento a un libérrimo deseo de la voluntad popular sobre evidenciada en las encuestas. Porque si a eso vamos, esas mismas encuestas revelan que la gente está harta de apagones, de carestías, pobreza, delincuencia y falta de empleos y oportunidades de mejorar su vida. Buenas razones y motivos para que el Gobierno también le tome el pulso y la palabra al pueblo y actué en consecuencia conforme a la voluntad popular que reclama soluciones ante las cuales las autoridades gubernamentales se hacen las sordas.

De esta manera, si el danilismo busca mostrarse como interpretador y cumplidor de la voluntad del pueblo, que comience por ahí y no solamente como impulsor del reeleccionismo convenienciero.

Lo cierto es que la reelección no será el producto de un parto normal sino un alumbramiento difícil y doloroso, que requerirá que se abra el vientre artificialmente para extraer una criatura institucionalmente defectuosa y constitucionalmente monstruosa. Si finalmente se da a luz la criatura, ésta nacerá contaminada por el río sucio del dinero corruptor que se pondrá a correr en el Congreso Nacional, el cual convertirán en un bazar árabe, en una subasta de conciencia donde gobiernistas y legisladores se transformarán, respectivamente, en apostadores y pujadores.

Una repostulación que surja bajo esas condiciones seria el resultado de una violación. De la moral, de la ética, de la decencia y de las buenas maneras de hacer política. Y como en toda violación, se tiende a rechazar y abominar al hijo que nazca de ahí.

La Constitución de la República no puede estar nunca a merced del ciego encaprichamiento del poder personal ni en dependencia de un momento de popularidad, la cual tiende a ser veleidosa y pasajera. La popularidad es un inquilino que se muda con facilidad, por eso nunca compra un habitáculo para quedarse eternamente. Y si no, que se lo pregunten a Leonel Fernández.

Por eso, la popularidad circunstancial de un gobernante no puede ser nunca una razón valedera para justificar un cambio constitucional, en virtud de lo mudable y huidiza de aquella. No se puede modificar una constitución para complacer las apetencias de un individuo y sus secuaces que buscan prolongar y reelegir los privilegios que no disfruta el pueblo.

El compañero presidente del Partido Revolucionario Dominicano, ingeniero Miguel Vargas, consciente de todos los males que acarrea la aspiración al poder desde el poder, se ha ofrecido como un valladar contra la reelección. De ahí que blandiera la espada de la expulsión del partido contra los legisladores del partido blanco que acepten el contrato de servir de parteros del reeleccionismo danilista.

Nuestro líder eterno, José Francisco Peña Gómez, quien fuera un ferviente anti reeleccionista por principios, lo hubiera hecho igual de estar vivo.

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