A Pleno Sol
Manuel Hernández Villeta, (Opinión) |
El presente es un año de definiciones de candidaturas. A todos los niveles,
el que no tenga en este año el señalamiento de que es candidato, se quedará sin
representación a conseguir a través de los votos.
Los partidos políticos tendrán la presión de sus militantes, y el dedo
señalador de sus principales dirigentes, para conformar boletas que puedan ser
ganadoras en los comicios del 2016.
Lo que está claro es que ya la política dejó de ser acción de un dirigente
máximo, para caer en la división del pastel, y a cada representante de
tendencia darle su pedacito. La era de los grandes líderes pasó a la historia,
y ahora puede haber dirigencias compartidas, pero no única.
En un momento la política dominicana fue lidereada con el dedo de Joaquín
Balaguer, de José Francisco Peña Gómez y de Juan Bosch. Los grandes dirigentes
son caudillos y autoritarios. El principio democrático de escuchar y ser
escuchado se perdía en la consección político-pàrtidista de las grandes
figuras.
Los dirigentes máximos interpretan que son los dueños de los partidos, y
que en el interior de sus cabezas está el sentir y corazón de los que le
siguen. Parecería que un dirigente máximo está para ser seguido, no para
mantener el principio democrático de la participación.
Hoy es diferente. En ningún partido hay liderazgo total. En el Partido de
la Liberación Dominicana Leonel Fernández y Danilo Medina deciden. En el
Partido Revolucionario Dominicano se presentó una división, y a fuero interno
Miguel Vargas Maldonado tiene que lidiar con los que todavía militan allí dando
participación a todos, a pesar de la rebeldía de Guido Gómez Mazara.
En el nuevo Partido Revolucionario Mayoritario hay dos figuras, Hipólito
Mejía y Luis Abinader. Los demás tienen que hacer cola entre esos dos
dirigentes. Uno, batallador de mil guerras, y el otro, político emergente que
busca su futuro.
La democracia es participación, es dar parte a las minorías. Es necesario
que se de paso a los movimientos de sectores representativos de la
sociedad, que no quieren entrar a los partidos políticos.
En vez de establecer el bi-partidismo, se tiene que fortalecer la idea de
que los movimientos independientes participen en las elecciones congresuales y
municipales, donde lleven a sus representantes al Congreso y los ayuntamientos.
Lo único que fortalece la democracia es la participación de todos,
mayoritarios o minoritarios, porque en definitiva la evaluación central la hace
el pueblo votando en las elecciones.
Manuel Hernández Villeta
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