Ismael Batista (Opinión)
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Después de la segunda Guerra Mundial, los
principales protagonistas de la contienda bélica, Winston Churchill líder de
Gran Bretaña, Franklin D. Roosevelt presidente de los Estados Unidos y
Joseph Stalin líder soviético, se distribuyeron prácticamente
todo el planeta. El desaparecido muro de Berlín que
separaba Alemania en occidental y oriental fue un mudo
testigo del reparto.
Terminado el conflicto bélico, se inicia lo que se
conocerá en el presente y en el futuro como el periodo de la Guerra Fría, que
no parece ser tal, porque las guerras de ocupación y de preservación de
naciones o Estados ocupados, continuaron.
Simultáneamente, en el mundo se
percibían los efectos de la Guerra Fría, a la par se impulsa una carrera
armamentista encabezada fundamentalmente por las grandes potencias de la época:
los Estados Unidos y la Unión Soviética, así como también, implementada
en menor escala por otros Estados. En el ínterin de lo que sucedía en el resto
del planeta, el gigante asiático, la República Popular China, sumida en el
fragor de la revolución cultural impulsada por Mao Zedong, se mantenía aislada.
En fin, como resultados de la evolución de estos
acontecimientos, dos fuerzas hemogénicas polarizaron
el planeta en dos corrientes ideológicas y
políticas diametralmente opuestas, por un lado está la representación del
campo socialista y en el otro campo capitalista. Este sistema, acogió
e impulsó el modelo económico neoliberal, el cual alcanzó su mayor
aceptación en los años 80s; bajo las premisas de este modelo el capitalismo
alcanzó gran desarrollo tecnológico en todas la aéreas del saber humano,
marcada por el uso de la informática.
En tanto, entre1991 y 1995 se
implementan reformas estructurales y políticas en la Unión
Soviética: la Perestroika o restructuración económica y la glasnost (apertura,
transparencia o franqueza) que culminan con la desintegración de la gran unión
del campo socialista.
Todos estos acontecimientos que impactaron al mundo, darían
paso a lo que se perfila hoy en un mundo multipolar. En este proceso
de cambios que suceden en el planeta, la República Popular China
tiene un rol estelar, avalado y estimulado por el gran crecimiento de la
economía del gigante asiático, que le ha permitido penetrar con cuantiosas
inversiones en la economía mundial, siendo América Latina un receptor de
importancia de esos recursos que se integran a las economías e impulsan las
políticas de desarrollo en la región
Esta política de crecimiento o expansión económica
del otrora gigante dormido, en su despertar, también ha impulsado conjuntamente
con otras economías emergentes la integración económica: ejemplo, el Banco de Desarrollo
del BRICS, formado por Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica.
De modo tal, que la hegemonía de las finanzas de antaño, de los
organismos crediticios internacionales comienza agrietarse para dar paso a
nuevas estructuras financieras.
Ahora bien ¿Cómo logra América Latina o
Sudamérica la integración a ese proceso?
En
América Latina
El inicio tiene tanto tiempo como el resurgir y el
crecimiento de la economía China; en nuestra América, el
camino hacia la multipolaridad, tiene un referente obligado. Se
inicio el primero de enero de 1959 en Cuba, cuando Fidel Castro comandando un
grupo de guerrilleros derrocó al dictador Fulgencio Batista, dando
paso de esta manera a un proceso revolucionario, que a la larga, tendría
grandes repercusiones en América Latina y el mundo.
Transcurrieron décadas para enraizar la
influencia de la revolución cubana en Latinoamérica, hasta que al fin, aparece
Hugo Chávez Frías y le abre las puertas. Comenzando de
este modo un proceso de intercambio, cooperación y de integración de de
los Estados de la región. En medio del proceso, los cubanos hacen
galas del internacionalismo revolucionario, practica social que le abren los
ojos a las sociedades latinoamericanas, resultando en que los
pueblos eligieran gobernantes de corte progresistas con Hugo Chávez
a la cabeza, entre otros.
Este proceso de cambios en Latinoamérica, ha sido
la base de la integración de los Estados latinoamericanos, lo
que se ha convertido en la base estratégica de acción para continuar
la inserción e intercambio, en amplia dimensión, fuera del ámbito
americano, abriendo fronteras en otros continentes. Es que los
gobiernos de hoy han dicho no, a la hegemonía fáctica, para dar
pasos reales camino a la construcción de un mundo multipolar en dirección a la
autodeterminación de los pueblos.
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