Misael Pérez Montero (Opinión) |
PAIS
VASCO, España .No me cabe la menor duda que mi
postura en relación al tema entra en una total discrepancia en relación a la
opinión y ciertos planteamiento de un sin número de reconocidos actores y
protagonistas de nuestra sociedad, cuando intentan plasmar con una teoría
ingenua, católica, apostólica y romana, propia de los siglos del oscurantismo;
ya superado por el hombre moderno, hacer creer a la opinión pública que en
nuestra sociedad, gracias a nuestras “raíces cristiana”, no existen grupos
organizados de homosexuales, lesbiana, bisexuales, etc. Y que llegan al país
porque un señor embajador la trajo consigo e intenta propagarla como si de un
virus o bacteria se tratase en todo el territorio nacional.
No
busco con esta opinión justificar, ni mucho menos parcializarme con una u otra
de las partes encontradas, sino más bien procuro aclarar algunos detalles que
muchos por lo aprendido en el núcleo familiar o intereses religiosos personales
han querido obviar. Si bien es cierto que nuestra cultura posee unas “raíces
cristianas”, según algunas figuras prominentes dominicanas, tampoco es menos
cierto que ese “cristianismo” del que tanto hacemos alarde, especialmente si
nos conviene, no fue algo que nuestra sociedad desde sus inicio quiso optar por
libre albedrío, sino que fue impuesta a capa y espada por un señor llamado
colono Español.
Hoy día
aquel que impuso las reglas de juego, hace siglos pasados, se ha visto en la
necesidad de romperla; para seguir avanzando como estado moderno, entonces
porque seguir atado a unos prejuicios religiosos que ya ni siquiera su propio
creador las considera importantes.
Debo reconocer que a mí también me costó
asimilar, a mi llegada a España hace unos 14 años, que este colectivo estuviera
unos derechos el cual eran respetados, como respeta el cura la misa, pero al
final esta sociedad terminó dándome una lección. Transformó mi manera de pensar
para bien y sobre todas las cosas me enseñó que mi derecho empieza donde
termina el del vecino. Si no respetamos y damos los derechos que tales o cuales
exigen, tampoco podemos creer que nos serán respetados y dados nuestros
derechos.
Acostumbrado
estamos a que cuando se viola un derecho, ya sea la libertad de expresión, en
salud, en educación, políticos, etc, salimos a defendedlo hasta con la vida,
así mismo debe ser defendido cualquier derecho ajeno sin importar la índole o
causa que le dio origen y de no ser así entonces se viola el sistema de estado
de derecho que posee una u otra organización dentro de un estado. Sé que fue,
es y será difícil conseguir que algunos grupos en nuestra sociedad rompa con
tales tabúes improductivos, pero si queremos que nuestro país sea parte de una
sociedad moderna y vanguardista tendremos que empezar, cada individuo de forma
individual, a respectar el derecho de cada quien.
Es
cierto que nuestra constitución, en relación al código civil, no contempla el
matrimonio entre personas de un mismo sexo pero recordemos que esta (nuestra
constitución) es un derecho y el derecho como es bien sabido emana de la
voluntad, forma y cultura de los pueblos. No digo que sea la voluntad de todos,
cuidado....., simplemente planteo que ese todos.... también respecte el poco
derecho, si es que lo tiene, que ha ganado esa minoría.
Espero
a ser posible, aunque lo veo imposible, seguir en mi empeño de hacerle entender
a estos grupos de la sociedad dominicana, entre ellos periodista, políticos,
jueces, intelectuales, economistas, militares, policías, etc que cada uno de
nosotros, como seres humanos, somos muy distintos respecto el uno del otro. No
solo en nuestra sexualidad; también lo somos en nuestros gustos de la vida
diaria, en nuestra forma de ser y de pensar, en nuestras posiciones políticas,
en las pasiones , en los deseos, en lo que nos rodea y hasta en la forma de
exhalar el aire que nos da la vida.
Análisis
a modo de conversación con el Periodista y literato Norberto Azor.
Afortunadamente
son cada vez más las iglesias que se muestran favorables al reconocimiento de
la dignidad de la comunidad (LGTB) y muchas se han pronunciado a favor de la celebración
de las uniones entre personas del mismo sexo.
Entre
ellas las iglesias protestantes llevan la voz cantante donde encontramos a los
episcopalianos, quienes nombraron en 2005 a Gene Robinson como su primer obispo
abiertamente homosexual en EEUU; la Iglesia Anglicana canadiense que bendice
los matrimonios homosexuales, y hemos visto como hace tan sólo unos días la
cabeza principal de la Iglesia Anglicana, la Reina Isabel II de Inglaterra,
proclamaba el derecho de los homosexuales a contraer matrimonio en Reino Unido,
después de haber sido aprobada la ley por la Cámara de los Comunes.
Los
luteranos, presbiterianos y la Iglesia Evangélica Española han renunciado a los
prejuicios y la discriminación de la comunidad (LGTB). Incluso ramas liberales
de los cuáqueros y los mormones aceptan la homosexualidad con naturalidad.
Dentro de estos últimos existe una rama denominada Iglesia de Jesucristo de la
Restauración en la que conviven gays, lesbianas, bisexuales y transexuales en
plena igualdad, sin discriminación y en donde las mujeres también pueden llegar
a ejercer el sacerdocio en igualdad de condiciones que los hombres.
El Papa Francisco acaba de pronunciarse tibiamente a favor
de la comunidad (LGTB) en unas declaraciones sin precedentes al decir que si
los homosexuales son buenas personas quién es él para juzgarles, adoptando así
la verdadera postura cristiana de amar al prójimo por sobre todas las cosas.
Una posición que contrasta con la que han estado aplicando
los miembros de la curia en la República Dominicana y allí donde se encuentra
asentada la Iglesia católica, y en los lugares donde crece el radicalismo de
algunas iglesias protestantes; radicalismo que debemos evitar a toda costa en
nuestro país para así alejarnos de los desgraciados ejemplos que nos presenta a
diario Rusia con las crecientes persecuciones, vejaciones y asesinatos de
jóvenes homosexuales, masacrados con la impunidad que les da a los grupos de
extrema derecha las leyes antigay promulgadas por el gobierno de Vladimir
Putin; el recrudecimiento del discurso de algunos mandatarios africanos que
alientan la ejecución de crímenes de odio, y la reiteración de episodios
deleznables de masacres de personas transgénero en algunos países de América
Latina.
Lo cierto es que el reconocimiento y el respeto de los
(DDHH) es una labor de todos y cada uno de los ciudadanos y ciudadanas. Los
gobiernos tienen la obligación de defender la dignidad de los suyos y las
confesiones religiosas deben abandonar el discurso del odio para poder aplicar
realmente aquello de lo que se jactan, procurando ubicarse en el terreno de lo
divino y dejando a los gobiernos los asuntos terrenales.
La sociedad dominicana ha demostrado una gran madurez al
no sumarse a las peticiones de estos grupos religiosos y al empezar a transitar
por el camino de la tolerancia que lleva al reconocimiento de la igualdad de
derechos. Ahora toca a los políticos mover ficha y plantar cara a los que
quieren marginar a una parte importante de la sociedad. República Dominicana va
por el buen camino, aunque muy lentamente, pero es claro que llegará muy pronto
al final con un buen resultado.
Misael
Pérez Montero.
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