A Pleno Sol
Manuel Hernández Villeta (Opinión) |
Hay dos máximas filosóficas que se deben
comprender en su contexto humano, religioso, social y personal; el perdón y la
justicia. Los dos se pueden hermanar, pero no son compatibles a primera vista.
La unidad de la justicia y el perdón puede
llegar después que se aplique uno primero, y el otro de segundo. No puede haber
perdón, si previamente no se aplica justicia. El perdón es el olvido, el pasar
la página, pero primero tiene que haber reivindicación.
En el lenguaje puramente religioso se
habla del perdón, como fin de toda ofensa, pero se olvidan de la aplicación de
justicia. Ahora la justicia puede ser rápida, a favor de una de las partes, o
vendida. Una justicia parcial y mal aplicada, es una nueva ofensa.
Todo crimen debe tener el castigo que se
merezca. Después llegará el tiempo del olvido. En su momento el perdón es
necesario. Mientras haya odio e ira, el criminal y la víctima serán presos de
sus demonios internos.
Tiene que haber una justicia terrenal,
aplicada por hombres, que son débiles e inclinados a escuchar el gon del dinero
y de los poderosos de turno. Nunca se estará profundamente convencido de que se
encontró al culpable o se condenó a un inocente.
Las nuevas modalidades de la
investigación criminal y la ciencia forense han permitido en Estados Unidos y
Europa, encontrar inocencia en reos que fueron sentenciados culpables a
muerte, o a prisión perpetua. En su momento, pruebas elementales fueron pasadas
por alto.
Por ello, la justicia debe ser
investigativa, objetiva, sobre todo cuando se enfrenta a delitos que no se han
descubierto con las manos en la masa, sino que se trabaja en base a pruebas
circunstanciales, y de testigos no confiables.
Las mujeres y los hombres están llenos
de iras y pasiones, que en cualquier momento les pueden obnubilar la razón y el
entendimiento. Ser juez, con derecho a vida y libertad, debe ser un sacerdocio,
y no un medio para obtener un salario mensual.
Hoy, cuando estamos en etapa de
reflexión, es buen tema para pasar revista hasta donde se dobla la justicia, o
hasta donde debe llegar el perdón.
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