A Pleno sol
Manuel Hernández Villeta (Opinión) |
El Código de Trabajo debe quedarse
como está. Una reforma hecha a la carrera y para beneficio del sector patronal,
no aporta nada. Lo único que dejará un nuevo código fabricado como
un traje a la medida, será más dolor a la clase trabajadora.
Nunca las organizaciones
patronales han dado muestras de estar interesadas en resolver en forma de
consenso los problemas de sus asalariados. Por el contrario, la mínima
conquista ha sido arrancada a fuerza de lucha.
La patronal quiere ahora una reforma
del código de trabajo, en base a una serie de artículos que podrían quebrar
algunas de las reivindicaciones obtenidas en los últimos años por los obreros.
En el país se cuenta con muy poca
seguridad social para los que trabajan, no hay planes de pensiones, en
ocasiones no se respeta lo suficiente la política de despidos, y no hay
reajustes salariales periódicos. La compensación por el desahucio no funciona.
Ninguno de esos puntos estará como
piedra fundamental en la imposición que se quiere hacer del Código de Trabajo.
Nuestro consejo es que lo dejen a donde está, y en un largo período de
reflexión, todos los sectores se pongan de acuerdo en su modernización.
Buscando ese modernismo se eliminó el
Código de Trabajo que popularmente se le decía trujillista, pero que en la
práctica era más revolucionario que el actual, y estaba lleno de conquistas
para los trabajadores.
No se tiró el código laboral
tradicional al zafacón buscando mejoría para los trabajadores, sino por la
presión de instituciones de la sociedad civil, que defienden más a la patronal
que al obrero.
Toca ahora a los legisladores
encerrar en sus gavetas cualquier reforma al código de trabajo que se
haga para beneficiar a una de la partes. Si pecan muchos legisladores de ser
indiferentes frente al devenir de la mayoría, el momento es propicio para que
se opongan a una reforma laboral que no tiene razón de ser.
Desde el gobierno también se debe ser
claro en el mensaje a los organismos patronales, que buscan a la carrera
inconvenientes en las buenas relaciones con los asalariados. No se olvide que
las disconformidades sociales, las paga y sufre el Estado, cuando se desbordan
del marco del diálogo y terminan en protestas en las calles.
Hay muchos puntos en la agenda del
desarrollo nacional, y el que menos importancia tiene es una nueva reforma al
Código de Trabajo. Lo mejor, es echar las propuestas de reformas al
zafacón.
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