Politica, economía

domingo, diciembre 22, 2013

Catarsis navideña



Cándida Figuerreo (Opinión)
En estos días que restan del año 2013 la población dominicana se merece la purificación de su mente, de su espíritu y de su entorno para contribuir a la armonía que debe privilegiar el momento a modo de prueba personal  a favor de la paz, de la alegría y la pujanza por el bien colectivo.

Es el momento para dejar atrás tantos hechos desagradables que de un modo u otro han empañado la cotidianidad al provocar sobresaltos. Tras esa catarsis, lo propio es el cambio positivo que depende de cada persona.

La población dominicana que es alegre, positiva y trabajadora, usualmente para esta época del año gusta estar reunida en familia y con amistades para compartir en paz el momento a la espera de un año que apunta a ser mucho mejor que el que está a punto de esfumarse.

Terminar lo que resta del año con eventos positivos y en armonía es un compromiso que cada quien debe hacer suyo. Es fácil de lograrlo respetando el derecho del vecino y no haciendo a los demás lo que no gustaría que le hicieran a usted.

El mundo no se acaba porque termine este período docemesino.  Por el contrario, se trata de una nueva etapa que debemos recibir con entereza y renovación espiritual en el sentido de ser mejor que antes y de trabajar por nuevas metas.

Muchas veces se piensa que la alegría, la paz o el bienestar  dependen de la opulencia. Ni una cosa ni la otra. Nada es tan bueno que no tenga algo de malo, ni tan malo que no tenga algo de bueno. Lo importante es el equilibrio, el uso positivo que se da a lo que se tiene.

Por ejemplo, en Todocuento.net está este antaño relato de La Camisa del Hombre Feliz, tan válido ayer como hoy en un mundo donde los recursos multimillonarios no siempre permiten restaurar la salud  fruto de una enfermedad catastrófica.

El cuento alude que en un lejano reino, el rey tenía una enfermedad cuya cura no encontraban. Ni el dinero ni los mejores médicos pudieron hacer nada. Entonces mandaron a buscar la camisa del hombre feliz, de quien pensaron debía ser el más poderoso. 
Despacharon mensajeros en su búsqueda. Éstos agotados en la faena  se pararon a descansar y descubrieron un ermitaño que vivía en una cueva en la ladera de una montaña solitaria. Los visitantes le pidieron agua y el hombre le ofreció los escasos comestibles que tenía 
"-¿Cómo es posible que viva usted en estas condiciones tan miserables y tan solitario?  Preguntaron los mensajeros. A lo que el hombre contestó: - Yo aquí vivo feliz, me conformo con lo que tengo y no necesito nada más. Los emisarios vieron los cielos abiertos y le dijeron:
- Por favor, nuestro rey está muy enfermo y solo usted lo puede curar. ¡déjenos su camisa! Pero ¡Oh sorpresa! ¡EL HOMBRE FELIZ NO TENÍA CAMISA!".

En fin, la felicidad no siempre la da el dinero. No pocos han deseado ser felices, pero una enfermedad “incurable” los agobia y desaparece. Otros no tienen nada y son felices. La vida debe ser  un contrapeso que permita la felicitad y el disfrute de lo que se tiene sin llegar a extremos  avariciosos.

 La felicidad es una cualidad que puede tener muchas raíces, pero si sabes a cuál te aferras no te caerás, un símil a la flor de loto a la que atribuyen pureza espiritual.

Se puede ser feliz sin necesidad de una catarsis navideña aunque no tengas camisa como el ermitaño, dejando atrás toda perturbación para abrazarte a la alegría, a la paz que fortalece el espíritu.


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