Politica, economía

jueves, noviembre 21, 2013

El voto preferencial



Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol


Manuel Hernández Villeta (Opinión)
El voto en la democracia es una químera. Una meta inalcansable. En un día, hace  a todos los hombres iguales, porque tienen el mismo derecho de elegir y ser elegidos. Todos los ciudadanos, al momento de votar, tienen el mismo valor, no hay ricos, pobres o indigentes.


Sin embargo, el voto es una piedra de intercambio, que se compra y se vende al mejor postor. El pobre comprende que su miseria puede tener luz por unas horas, y lo vende a cualquier mercader que le da una funda de comida y una botella de ron.

A mayor capacidad económica para hacer propaganda o comprar votos, se abren las puertas de la victoria a uno que quizás no la merecía. Es la democracia, donde todo se compra y se vende, y el señorío va unido al límite de la tarjeta de crédito.

Con el voto preferencial, convertido en ley en el Congreso Nacional, se abren nuevas posibilidades para el sistema democrático. Para los partidos políticos, puede entrarse al terreno donde ellos dejen de tener control de sus congresistas y regidores.

Los partidos políticos tradicionales pueden entrar a ser nichos para las aspiraciones, de sectores  que buscan su camino personal, y que no les interesa un afincamiento de las instituciones, sino su beneficios para sectoriales individuales.

Con el voto preferencial será diputado el que tenga más cuartos para ganar los comicios. La popularidad en estos torneos depende más de la propaganda realizada con sentido científico, que del trabajo comunitario.

Por lo menos se termina el viejo sistema, en que los partidos ponían número a los candidatos y, por ejemplo, donde había cinco puestos, era seguro que iba a salir el número uno de los tres principales partidos políticos. 

Ahora, se van a  contar los votos y los que más tengan serán los elegidos.

Si los grupos emergentes y los sectores minoritarios fueran trabajadores, y dejaran de ser rémoras de las grandes  agrupaciones, se les diera la oportunidad de tener representación propia, que no se la deban a nadie, y que  le tengan que rendir cuentas  sólo a sus electores.

Pero no es así, el voto preferencial únicamente cambia los colores del clientelismo, y da mayores oportunidades a los que tienen la chequera lista para gastar, y llena por un día  el hambre y la miseria de los que piensan que todos somos iguales por doce horas de votaciones.

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