Por Manuel
Hernández Villeta/A Pleno Sol
Manuel Hernández Villeta (Opinión) |
El voto en
la democracia es una químera. Una meta inalcansable. En un día, hace a
todos los hombres iguales, porque tienen el mismo derecho de elegir y ser
elegidos. Todos los ciudadanos, al momento de votar, tienen el mismo valor, no
hay ricos, pobres o indigentes.
Sin embargo,
el voto es una piedra de intercambio, que se compra y se vende al mejor postor.
El pobre comprende que su miseria puede tener luz por unas horas, y lo vende a
cualquier mercader que le da una funda de comida y una botella de ron.
A mayor
capacidad económica para hacer propaganda o comprar votos, se abren las puertas
de la victoria a uno que quizás no la merecía. Es la democracia, donde todo se
compra y se vende, y el señorío va unido al límite de la tarjeta de crédito.
Con el voto
preferencial, convertido en ley en el Congreso Nacional, se abren nuevas
posibilidades para el sistema democrático. Para los partidos políticos, puede
entrarse al terreno donde ellos dejen de tener control de sus congresistas y
regidores.
Los partidos
políticos tradicionales pueden entrar a ser nichos para las aspiraciones, de
sectores que buscan su camino personal, y que no les interesa un
afincamiento de las instituciones, sino su beneficios para sectoriales
individuales.
Con el voto
preferencial será diputado el que tenga más cuartos para ganar los comicios. La
popularidad en estos torneos depende más de la propaganda realizada con sentido
científico, que del trabajo comunitario.
Por lo menos
se termina el viejo sistema, en que los partidos ponían número a los candidatos
y, por ejemplo, donde había cinco puestos, era seguro que iba a salir el número
uno de los tres principales partidos políticos.
Ahora, se van a contar
los votos y los que más tengan serán los elegidos.
Si los
grupos emergentes y los sectores minoritarios fueran trabajadores, y dejaran de
ser rémoras de las grandes agrupaciones, se les diera la oportunidad de
tener representación propia, que no se la deban a nadie, y que le tengan
que rendir cuentas sólo a sus electores.
Pero no es
así, el voto preferencial únicamente cambia los colores del clientelismo, y da
mayores oportunidades a los que tienen la chequera lista para gastar, y llena
por un día el hambre y la miseria de los que piensan que todos somos
iguales por doce horas de votaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario