Periódico Diagonal
La labor de los periodistas en México es un riesgos |
Año 2013. Tres de mayo.
Día Mundial de la Libertad de Prensa. “¡No más asesinatos a
periodistas!”, clamaban a través de las redes
sociales miles de profesionales desde México. Se trataba de un grito pidiendo
ayuda. Un SOS desesperado para llamar la atención sobre el estado de
indefensión en que vive el gremio, atrapado desde hace años en una guerra en la
que no sabe cómo defenderse.
Ese mismo día una
noticia irrumpió en los medios del país: los cuerpos de los fotógrafos Gabriel
Huge, Guillermo Luna Varela y Esteban Rodríguez fueron localizados junto con el
de otra persona. Fueron hallados en cuatro bolsas, estaban desmembrados y con
señales de tortura. “Por las características del crimen se presume la
participación de la delincuencia organizada en la comisión de estos
homicidios”, detalló en un comunicado la Procuraduría General de
Justicia. Esto sucedió en Veracruz, un Estado localizado en el sureste del país
que colinda con el Golfo de México y en el que sólo una semana
antes había sido encontrado el cadáver de Regina Martínez, la corresponsal en
esa región del semanario Proceso, uno de los medios más prestigiosos del país.
“A diferencia de las
guerras tradicionales, en México los periodistas no mueren en un fuego cruzado,
o por una bala perdida. Aquí, los asesinos cazan a los periodistas, los sacan a
rastras de sus oficinas y de sus casas, los interceptan en la calle, prenden
fuego a sus redacciones y les hacen llamadas telefónicas intimidantes”, cuenta
Marcela Turati, una de las fundadoras de la organización Periodistas de a Pie,
fundada en el año 2007 por ocho periodistas, siete de ellas mujeres. En
principio, esta organización nace con la idea de fomentar un mejor periodismo
narrativo a través de la autoorganización y capacitación en diversos talleres,
pero en el año 2008 la violencia que se comenzó a generar por la
llamada “guerra contra el narcotráfico” emprendida por el Gobierno de Felipe
Calderón (2006-2012) hizo saltar todas las alarmas, nos cuenta Daniela
Pastrana, otra de las fundadoras de la organización y secretaria ejecutiva de
la misma.
El asesinato del
periodista Armando Rodríguez, el 13 de noviembre del 2008 en Ciudad Juárez
(Chihuahua), al norte del país, inició un periodo de debate y reflexión interna
en Periodistas de a Pie, pues varios de sus integrantes
opinaban que debían darle una doble dimensión a esta organización ante la
situación de temor y riesgo que poco a poco se apoderaba del gremio, narra
Pastrana. “Una terrible realidad nos estaba golpeando día a día y
creímos que había que hacer algo al respecto”, añade.
El asesinato de
Rodríguez causó conmoción, pues el reportero del Diario de
Juárez recibió diez disparos, y, según el medio en el que trabajaba, la
orden vino del narcotraficante José Antonio Acosta Hernández, alias “El Diego”.
Al parecer ordenó el homicidio molesto por las noticias que Rodríguez
publicó, según el contenido de la investigación a la que El Diario de
Juárez tuvo acceso.
Han
pasado ya cinco años de este asesinato y la Red de Periodistas de Juárez no ha
dejado de denunciar, en cada aniversario, que hasta la fecha no se ha dado con
los autores materiales e intelectuales del crimen.
Escalofriantes cifras
En total estamos
hablando de 74 asesinatos en los últimos 13 años, y 17 desapariciones
registradas. Según el último informe de Reporteros sin Fronteras,
México se ha convertido en uno de los lugares más peligrosos del mundo para
ejercer la profesión. Y lo peor es que “la impunidad sigue siendo la
regla en la inmensa mayoría de los casos de asesinato y de desapariciones”,agrega
el informe.
Durante
el sexenio del presidente Calderón, del año 2006 al 2012, esta cifra se
disparó, 55 periodistas fueron asesinados, la mayoría en ciudades con presencia
de células del narcotráfico. “Es en este contexto en el que Periodistas de a
Pie decidió incluir una definición política en el año 2010: el tema de la
defensa de la libertad de expresión y del gremio”, dice Daniela Pastrana. Ese
año la organización realizó un foro en el que participaron unos 60 periodistas
de diferentes Estados de la República y fue una especie de “catarsis absoluta”,
pues los compañeros que venían de entidades donde los cárteles de la droga
tienen el control de gran parte del territorio narraron sus historias y la
indefensión absoluta en que se encontraban.
De aquí surgió la
famosa marcha de agosto de 2010 llamada “Los Queremos Vivos”, en la que
participaron unos dos mil periodistas. Nunca antes se había visto al gremio tan
unido; y a partir de ese momento Periodistas de a Pie “se vio algo desbordada”, reconoce
Daniela Pastrana, reportera especializada en derechos humanos, movimientos
sociales y coautora de varios libros.
Los narcos, tras los
ataques
“Ahora mismo hacer
periodismo en temas de narcotráfico y crimen organizado es asumir que tu vida
corre peligro y la labor de los reporteros se vuelve cada vez más compleja”,
dice Marcela Turati, reportera de revista Proceso y autora de varios libros,
entre ellos Fuego Cruzado: las víctimas atrapadas en la guerra del
narco (Grijalbo). “Cuando estás entrevistando, no sabes bien con quién
estás hablando; es decir, sabes que hablas con el alcalde de algún municipio,
con un policía, o con una autoridad de alto rango, pero en realidad no sabes si
trabaja para un cártel o para un grupo de extorsión”, agrega Turati, quien ha
recibido varios premios por su trabajo, entre ellos el Louis M. Lyons otorgado
por la Nieman Foundation de la Universidad de Harvard. “Lo peor es que
en la mayoría de los casos se ha logrado sembrar el terror en los medios y en
mucho de ellos ya se omiten por completo historias que toquen el tema”, añade.
A esto se agrega la crueldad, ya que los asesinos parecieran querer dar un
mensaje de “terror ejemplificante: decir ‘mato a este, pero todos aprendan la
lección’”, sentencia.
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