Politica, economía

sábado, septiembre 21, 2013

De cómo el ruido daña la salud

Por  Francisco Luciano
Francisco Luciano (Opinión)
Uno de los más grandes desafíos a  ser enfrentados en Santo Domingo Oeste es, sin temores  a equívocos, la contaminación por ruidos. Este es  un asunto que está al oído de todos los que allí pernoctamos y de quienes nos visitan.  El ruido es la principal amenaza que tiene la salud física y mental de nuestra gente, por cuanto contribuye a generar daños físicos y  conductuales.

El común de la  gente ignora que  el ruido es uno de los agentes de contaminación más agresivo que podemos padecer los seres humanos y que lo peor de todo es que sus consecuencias contra la salud y  la conducta resultan imperceptibles por lo lento de su avance, tales son los casos de la pérdida  audición y la hipertensión, ya que no causan  ningún dolor.

Quienes residimos en los grandes centros urbanos no podemos evitar ser afectados  por los efectos que produce este tipo de contaminación, ya que este es producido de manera normal por las fabricas, los autos, autobuses, camiones, vendedores ambulantes,  equipos electrodomésticos como: televisores, radios, licuadoras, etc.,  que provocan un concierto de sonidos  ruidosos,  que poco a poco, van dañando los oídos haciendo que  las personas escuchen menos y que en consecuencia requieran de hablar más alto para sentirse escuchados.
En nuestro municipio de Santo Domingo Oeste, la alta densidad poblacional, el gran número de  vehículos, carros, motores, motonetas, camiones, guaguas, que deben desplazarse por calles estrechas y atomizadas, combinados con  la proliferación de música alta en residencias, colmadones y Car Wash, hacen que la contaminación por ruidos constituya uno de los más grandes retos que tendremos que afrontar para preservar, tanto la salud, como la convivencia armoniosa entre nuestros habitantes.
El nivel ruido se mide en  decibeles,  que es la forma de medir la intensidad de los sonidos en función de su altitud o no.
De acuerdo con los estudios  realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS),  el oído humano está configurado para soportar sin atrofiarse una cantidad determinada de decibeles siendo 50 decibeles el nivel más alto que podemos soportar  sin que suframos daños de audición.  De acuerdo con los estudios disponibles los sonidos se clasifican en:
Muy  bajo: Entre 10 y 30  decibles  (aceptable en las bibliotecas).

Bajo: entre 30 y 55 decibeles.

Ruidoso: a partir de 55  y hasta los 75  decibeles.

Para que nuestros lectores tengan una idea  de lo que significa el nivel de sonidos ruidosos,  una aspiradora, un televisor a todo volumen o un reloj despertador  producen  65 decibles, mientras que un camión recolector  de basura provoca 75 decibles. Esto deja claro que es lo   que está ocurriendo en nuestro municipio cuando a los ruidos normales, se le suman los que producen los  equipos a todo volumen en casas, colmadones,  disco light, lavaderos, automóviles, Jeepetas, etc.
Ahora bien, los daños que causan a la salud de nuestros pobladores estos  altos decibeles, siempre   de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), son: La pérdida de la audición,  que  al no causar dolor, resulta imperceptible,  pero que se  manifiesta  con sensación de pesadez, taponamiento o zumbidos en los oídos.  Cuando la gente,  está  en medio de una multitud o en un lugar con muchos ruidos de fondo y llega a no escuchar los ruidos de timbre alto, es una clara manifestación de que se le ha atrofiado el sentido del oído y eso lo provoca el ruido.
Otras consecuencias son: trastornos psicológicos que se evidencia en  conductas de irritabilidad y  agresividad o  de estrés; fisiológicos: mediante el aumento de la frecuencia cardiaca, la presión arterial y la frecuencia respiratoria.  
También  en trastornos del sueño  es una de las principales consecuencias de este problema, que provoca  alteraciones  del sueño y del descanso,  lo que genera  falta de atención y  de limitaciones para el aprendizaje, somnolencia durante el día, cansancio y bajo rendimiento en las actividades normales de quien padece de  esta tortura.
Nadie   negará que nuestro municipio padece de una alta dosis de ruidos a todas horas y en cada día del año, que mucho de nuestros habitantes se sienten con el derecho a imponer a los demás su estilo, forma y gustos, no importa cuán  inoportunos  resulten ante la mujer recién parida que requiere de descanso junto a su criatura, o del enfermo que necesita de la  tranquilidad para reposar y  recuperarse.
Muchos  conflictos ocurren porque vecinos que requieren descansar para integrarse a sus labores,  no han encontrado la receptividad de sus vecinos ruidosos cuando  les han  pedido “bajarle” algo a la música alta a deshoras o ante la displicencia de las autoridades que se hacen de oídos sordos frente a  los violadores.
Este es un tema que para superarse va a requerir de la siguiente línea de ataque: educación y coerción.
Educar a los ciudadanos para que entiendan que el niño que antes del primer año de edad  se encuentra dormido y es espantado por altos ruidos,  se convierte en un  seguro candidato a ser  hipertenso cuando  llegue a la adultez reduciendo su calidad de vida. 
Aplicar  la coerción  significa imponer   el peso de la  ley sobre quienes  reincidan en una práctica que  se ha impuesto, dada la actitud  displicente de las autoridades,  haciendo creer a los violadores que tienen el  derecho  adquirido para  importunar a los demás con sus ruidos e impidiéndoles  disfrutar de la tranquilidad de sus hogares.

El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD.

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