Por
Francisco Luciano
Francisco Luciano (Opinión) |
Uno de los más grandes desafíos a ser enfrentados en Santo Domingo Oeste es, sin
temores a equívocos, la contaminación por ruidos. Este es un asunto
que está al oído de todos los que allí pernoctamos y de quienes nos
visitan. El ruido es la principal amenaza que tiene la salud física y
mental de nuestra gente, por cuanto contribuye a generar daños físicos y
conductuales.
El común de la gente ignora que el ruido es uno de los
agentes de contaminación más agresivo que podemos padecer los seres humanos y
que lo peor de todo es que sus consecuencias contra la salud y la
conducta resultan imperceptibles por lo lento de su avance, tales son los casos
de la pérdida audición y la hipertensión,
ya que no causan ningún dolor.
Quienes residimos en los grandes centros urbanos no podemos evitar ser
afectados por los efectos que produce
este tipo de contaminación, ya que este es producido de manera normal por las
fabricas, los autos, autobuses, camiones, vendedores ambulantes, equipos
electrodomésticos como: televisores, radios, licuadoras, etc., que
provocan un concierto de sonidos ruidosos, que poco a poco, van
dañando los oídos haciendo que las personas escuchen menos y que en
consecuencia requieran de hablar más alto para sentirse escuchados.
En nuestro municipio de Santo Domingo Oeste, la alta densidad
poblacional, el gran número de vehículos, carros, motores, motonetas,
camiones, guaguas, que deben desplazarse por calles estrechas y atomizadas,
combinados con la proliferación de
música alta en residencias, colmadones y Car Wash, hacen que la contaminación
por ruidos constituya uno de los más grandes retos que tendremos que afrontar
para preservar, tanto la salud, como la convivencia armoniosa entre nuestros
habitantes.
El nivel ruido se mide en decibeles, que es la forma de
medir la intensidad de los sonidos en función de su altitud o no.
De acuerdo con los estudios realizados por la Organización Mundial
de la Salud (OMS), el oído humano está configurado para soportar sin
atrofiarse una cantidad determinada de decibeles siendo 50 decibeles el nivel
más alto que podemos soportar sin que suframos daños de audición.
De acuerdo con los estudios disponibles los sonidos se clasifican en:
Muy bajo: Entre 10 y 30 decibles (aceptable en las bibliotecas).
Bajo: entre 30 y 55 decibeles.
Ruidoso: a partir de 55 y hasta los 75 decibeles.
Para que nuestros lectores tengan una idea de lo que significa el
nivel de sonidos ruidosos, una aspiradora, un televisor a todo volumen o
un reloj despertador producen 65 decibles, mientras que un camión
recolector de basura provoca 75 decibles. Esto deja claro que es lo
que está ocurriendo en nuestro municipio cuando a los ruidos normales,
se le suman los que producen los equipos a todo volumen en casas,
colmadones, disco light, lavaderos, automóviles, Jeepetas, etc.
Ahora bien, los daños que causan a la salud de nuestros pobladores
estos altos decibeles, siempre de acuerdo con la Organización
Mundial de la Salud (OMS), son: La pérdida de la audición, que al
no causar dolor, resulta imperceptible, pero que se
manifiesta con sensación de pesadez, taponamiento o zumbidos en los
oídos. Cuando la gente, está
en medio de una multitud o en un lugar con muchos ruidos de fondo y llega a no
escuchar los ruidos de timbre alto, es una clara manifestación de que se le ha
atrofiado el sentido del oído y eso lo provoca el ruido.
Otras consecuencias son: trastornos psicológicos que se evidencia
en conductas de irritabilidad y agresividad o de estrés;
fisiológicos: mediante el aumento de la frecuencia cardiaca, la presión
arterial y la frecuencia respiratoria.
También en trastornos del sueño es una de las principales consecuencias de
este problema, que provoca alteraciones del sueño y del
descanso, lo que genera falta de atención y de limitaciones
para el aprendizaje, somnolencia durante el día, cansancio y bajo rendimiento
en las actividades normales de quien padece de esta tortura.
Nadie negará que nuestro municipio padece de una alta dosis de
ruidos a todas horas y en cada día del año, que mucho de nuestros habitantes se
sienten con el derecho a imponer a los demás su estilo, forma y gustos, no
importa cuán inoportunos resulten ante la mujer recién parida que
requiere de descanso junto a su criatura, o del enfermo que necesita de
la tranquilidad para reposar y recuperarse.
Muchos conflictos ocurren porque vecinos que requieren descansar
para integrarse a sus labores, no han encontrado la receptividad de sus
vecinos ruidosos cuando les han pedido “bajarle” algo a la música
alta a deshoras o ante la displicencia de las autoridades que se hacen de oídos
sordos frente a los violadores.
Este es un tema que para superarse va a requerir de la siguiente línea
de ataque: educación y coerción.
Educar a los ciudadanos para que entiendan que el niño que antes del
primer año de edad se encuentra dormido y es espantado por altos
ruidos, se convierte en un seguro candidato a ser hipertenso
cuando llegue a la adultez reduciendo su
calidad de vida.
Aplicar la coerción significa imponer el peso de la ley sobre quienes
reincidan en una práctica que se ha impuesto, dada la actitud displicente
de las autoridades, haciendo creer a los violadores que tienen el derecho adquirido para importunar a los demás con sus ruidos e
impidiéndoles disfrutar de la tranquilidad de sus hogares.
El autor es
catedrático universitario y dirigente del PTD.
No hay comentarios:
Publicar un comentario