Por Francisco Luciano
Francisco Luciano (Opinión) |
Tenía que ser un dirigente político y educador con origen en
los extractos más humildes quien asumiera el
irreverente acto de denunciar “que con los libros de textos existe
un cartel” que abusa de toda una sociedad y burla el principio de autoridad de
manera descarada.
Y es cierto, tenemos una mafia despiadada que solo piensa en las
ganancias económicas y que involucra a administradores de centros
educativos y a funcionarios públicos del sector, que confabulados
imponen esa práctica perversa que sangra económicamente a las familias
dominicanas y limita la educación que se sirve haciéndola de calidad
insuficiente.
Las declaraciones responsables, bien fundamentadas y con propuestas
válidas para encarar este tema que salta a los primeros planos cada año
para esta misma fecha, no mereció una sola línea de los periódicos
nacionales, pese a que las vertió en uno de los programas televisivos de más
audiencia, haciendo sospechoso el interés que expresan estos grupos que
controlan los medios por mejorar nuestra educación; pues con la sordina
aplicada a los juicios responsables del educador, dejan evidenciado que
su tal preocupación por el tema educativo involucra un currículo oculto y que
las denuncias de una que otra escuela en mal estado, sin butacas o sin
profesores, obedecen a formulas cosméticas que llevan de manera
intrínseca el síndrome del carterista.
A ese profesor nacido en el kilómetro 18 de los Bajos de Haina, cuando
era ministro de la cartera educativa, esos medios le construyeron la imagen del
monstruo que vino con unos textos integrados a dañar la educación
dominicana contando con el beneplácito y el silencio
displicente de sectores que se dicen “progresistas” y “defensores” de las
mejores causas de nuestra patria, haciéndolo saltar del cargo y para
ello, los “progresistas” esgrimieron como justificación la supuesta
o real altanería del hijo de Josefina Pinales viuda Paredes, de todos
conocida como Doña Chichita.
Lo cierto es que desde que era dirigente del gremio magisterial,
concedió más importancia a los problemas de fondo que a los de forma.
Llego a ministro e insistió en su manera de ser y de pensar tratando de
imponer antes que el cambio de la cultura, la cultura de cambio y pago
con su destitución el precio de tal pretensión.
Ojala no se rinda y ojala encuentre a más personas y sectores dispuestos
a transitar el camino en la lucha, iniciada por Hostos y continuada
por él, que tiene como meta alcanzar una educación de calidad para los dominicanos,
porque solo así construiremos el ciudadano que requiere la nación que Juan
Pablo Duarte nos lego, para desarrollarse con fisonomía propia y autónoma en el
concierto de las naciones libres del mundo.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD
No hay comentarios:
Publicar un comentario