James-Wally- Brewster podría ser el
nuevo embajador de EEUU en nuestro país.
Wally está orgulloso de ser gay,
aprecia su relación de pareja y ha defendido la libertad de opción sexual y el
matrimonio entre homosexuales, gays, lesbianas, transexuales… dentro del
conjunto de derechos civiles. En ese aspecto concentró su aporte a la
candidatura de Barak Obama.
Su práctica en ese aspecto concuerda
con sus convicciones, lo que es conocido en su país y, ahora, comienza a ser
divulgado en el mundo.
De mi parte, en esa vertiente de su
vida en sociedad, no tengo nada que objetarle a ese señor. Por el contrario,
saludo su valentía personal al desafiar duros prejuicios y fuertes represalias
vinculadas a esa modalidad agresiva de discriminación, una de las más crueles
entre las que atropellan y aplastan la dignidad humana.
El Cardenal dominicano sí que lo ha
vilipendiado, agredido e impugnado por su condición de gay desde su rol de
representante del Vaticano y de una curia conservadora que domina la Iglesia
Católica aquí y allá. Igual lo han hecho otros/as, que desde esa y otras
matrices ideológicas, han llegado a la aberración de considerar su designación
como ofensiva y degradante para el país.
Wally y su pareja se ven así
hostilizados antes de llegar a la República Dominicana por esa proverbial y
nefasta homofobia católica y no católica: una especie de subcultura que
históricamente ha ido de la mano del machismo opresor, desplegando agresiones,
violencias e injusticias.
En verdad se me revuelve el alma al
observar en pleno siglo XXI y frente a los grandes adelantos científicos esas
excrecencias reaccionarias e inhumanas medievales, por demás revestidas de
reiteradas y “pulcras” simulaciones procedentes de entidades no libres de esas
naturales y/o socialmente o sico-socialmente explicables formas de
manifestación de las más variadas y comprensibles opciones sexuales.
Y no solo no están libres de esas
expresiones, sino que las estigmatizan y las ocultan para maltratarlas,
manipularlas, usarlas y reprimirlas… hasta estimular horripilantes violaciones
y abusos sexuales contra mujeres, niños y niñas, cubriéndola regularmente con
un manto de secretidad y de impunidad (cuando estallan).
Insisto en que la manera como Wally
ha abortado su inclinación sexual es plausible y merecedora del respecto y la
admiración de todo ser humano justo.
Mas
allá de la opción sexual…
Mi problema con Wally, como el de
todo/a antiimperialista y anticapitalista consecuente -incluso como el de
todo/a hombre o mujer políticamente honesto/a- es otro muy diferente y muy
fundamental, obviado por esos falsos moralistas.
Es un problema político y ético de
gran envergadura: es que Wally vendría a nuestro país como representante del
imperialismo estadounidense, de su Departamento de Estado, de su Pentágono, de
su CÍA, de su USAID, de sus corporaciones tipo Barrick, Gold Corp, y
Falconbridge y de todas sus fechorías.
Versión imperial Partido Demócrata,
dirían algunos. Versión Obama, dirían otros/as; pero, en fin, versión de puro
cuño imperialista. Y yo diría lumpen-imperialista, si vemos el desenlace
de su restructuración neoliberal y de su globalización, de su guerra infinita,
de sus saqueos, masacres y sus combinaciones con las narcos-mafias y otras
expresiones de delincuencia.
A ese Wally Brewster
pro-imperialista -que es el más esencial desde el punto de vista político, ético-moral
y humano- jamás yo le podría dar la bienvenida, porque tengo plena
conciencia de su perversa misión en este punto crucial de la frontera imperial
caribeña.
Es una trampa proponerse optar entre
Wally como embajador de EEUU y López Rodríguez como Cardenal, ambos expresiones
–con adornos o sin ellos- de un sistema decadente y destructivo.
Es falso el dilema: ni Wally ha
renunciado a los pilares de la dominación capitalista-imperialista, ni el
Cardenal tampoco. Una es cáscara posmoderna y la otra cáscara medieval del
mismo palo. Puro sincretismo feudal-capitalista, dentro de una
civilización burguesa decadente.
Julio 2013,
en el Día Internacional del Orgullo Gay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario