Por Francisco
Luciano
Francisco Luciano |
Un escarceo
mayúsculo se ha producido en el país por la designación de James
Brewster quien es un connotado militante de la gay en su país y el mundo, bajo
el alegato de que este presionara la legalización de los matrimonios entre
homosexuales en nuestro país.
Las iglesias católicas y evangélicas
se han pronunciado para que el poder ejecutivo objete la acreditación del
embajador designado por el presidente Barack Obama quien se desempeña como
director nacional para el colectivo de lesbianas, gays, bisexuales y
transgéneros (LGBT) del Comité Nacional Demócrata.
Hasta el Movimiento Izquierda Unida (MIU) se ha pronunciado
en contra de la presencia en el país de Brewster como embajador en el país
alegando que este no concuerda con la idiosincrasia y la cultura dominicana ya
que es un activista promotor de los gays alegando que pudo haberse enviado a un
especialista en narcotráfico o en asunto
migratorio, procediendo a enviar una carta al senado de los Estados Unidos para
externar su oposición a la designación del embajador.
Es un derecho de cada país designar como diplomático a las personas
que entiendan que mejor puedan representar sus intereses políticos en el país
donde los designa.
Quien suscribe estaría encabezando personalmente la oposición
a la instalación de Brewster como
embajador o de cualquier otra posición
si se le conociera como un pedófilo o proxeneta, pero resulta que su
fama es ganada en base a una actitud correcta, valiente y honesta pues es una
persona que no niega su preferencia sexual y mientras lo haga con
responsabilidad y dentro de sus cabales está en su derecho, pues ninguna ley
nacional condena ni prohíbe la homexualidad.
Un embajador gringo siempre va a representar los intereses de
su país en tanto que potencia imperial y siempre tratara de intervenir o de
influenciar en los asuntos domésticos del país donde se encuentre para
beneficio de los suyos, pero solo tienen
éxito si encuentran autoridades locales
de cera o serviles en el país que los acoge.
Finalmente los homosexuales
y lesbianas constituyen una minoría discriminada y muchas asediadas en
diversas sociedades, muchos son los de este litoral que han servido con más
entereza a la causa de sus pueblos que los que disfrazados de “machitos” han
cogido las de Villadiego a la hora de la verdad cuando la patria les ha
necesitado. Ser gays y tener el valor de expresarlo es un acto de valentía
frente a sociedades donde muchos encubiertos se suman al coro de la denotación
y las descalificaciones.
El autor es catedrático universitario y dirigente del PTD
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