“FRANK CABALLO”:
¡Juega hasta la placa!
T. Valerio y G. García
SANTO DOMINGO.- Franklin Pérez, 32 años, después de una amplia experiencia laboral en casinos de los más afamados hoteles de la República Dominicana, se ha ganado con creces el mote de Frank Caballo, debido a su afición a la hípica y las apuestas en todos los juegos conocidos y por conocer.
De extracción humilde, pero con sueños exquisitos y ambiciosos, Frank tiene bien definida su agenda cotidiana.
Tempranito, cada mañana busca el periódico y sin importarle las noticias de primera plana, va directo a las páginas interiores preferiblemente: los deportes.
Lee minuciosamente el itinerario de los juegos de béisbol, las carreras de caballos y otros juegos dónde se gana a veces, pero donde siempre se pierde buen dinero.
“Frank Caballo” no ha viajado ni a la isla Saona, y sólo conoce la escarcha de hielo de la vieja nevera de su casa, es un experto deslizándose en el “hockey”, una vaina que juegan los americanos de fuera.
SANTO DOMINGO.- Franklin Pérez, 32 años, después de una amplia experiencia laboral en casinos de los más afamados hoteles de la República Dominicana, se ha ganado con creces el mote de Frank Caballo, debido a su afición a la hípica y las apuestas en todos los juegos conocidos y por conocer.
De extracción humilde, pero con sueños exquisitos y ambiciosos, Frank tiene bien definida su agenda cotidiana.
Tempranito, cada mañana busca el periódico y sin importarle las noticias de primera plana, va directo a las páginas interiores preferiblemente: los deportes.
Lee minuciosamente el itinerario de los juegos de béisbol, las carreras de caballos y otros juegos dónde se gana a veces, pero donde siempre se pierde buen dinero.
“Frank Caballo” no ha viajado ni a la isla Saona, y sólo conoce la escarcha de hielo de la vieja nevera de su casa, es un experto deslizándose en el “hockey”, una vaina que juegan los americanos de fuera.
No es “jockey” pero los aficionados de la hípica lo buscan, no para montar los caballos, sino para buscar orejas y hacer sus jugadas, ya que es un tipo que con frecuencia acierta en las carreras del Hipódromo 5to. Centenario de Santo Domingo Este y El Comandante de Puerto Rico.
A las 9:00 de la mañana de cada día se encamina a las bancas de apuestas más cercanas como si fuera a su oficina, dónde busca los resultados de los juegos de la noche anterior: cambia los premiados y los tickes pelados van directo al zafacón.
Como un burócrata cualquiera regresa a casa después del mediodía, come lo que aparezca, duerme una siesta bajo el cuidado de su abuela que como toda segunda madre es consentidora y apoyadora de las andanzas “del muchacho”.
A las 2:00 en punto, regresa a la oficina, perdón, a la banca a seguir probando suerte en las patas de los caballos, en el bate de Al Rod, en las rectas de Pedro Martínez, o en los patines de “hockey”.
A las 6:00 de la tarde, cuando retorna a casa, frente a la radio, toma papel y lápiz para anotar los resultados de los juegos.
Antes hacer su jugada, busque a “Frank Caballo”, pues de apuestas es el más que sabe, pues se inició muy niño jugando a “cepillo” (el WV alemán) y continuó jugando hasta la “placa” de los vehículos que pasan por su barrio.
Esta es la historia de Frank Caballo y de miles de jóvenes y “no tan jóvenes” que tienen como principal ocupación las apuestas en las bancas que abundan más que las escuelas en Dominicana.
No es “jockey” pero los aficionados de la hípica lo buscan, no para montar los caballos, sino para buscar orejas y hacer sus jugadas, ya que es un tipo que con frecuencia acierta en las carreras del Hipódromo 5to. Centenario de Santo Domingo Este y El Comandante de Puerto Rico.
A las 9:00 de la mañana de cada día se encamina a la banca de apuestas más cercana como si fuera a su oficina, dónde busca los resultados de los juegos de la noche anterior: cambia los premiados y los tickes pelados van directo al zafacón.
Como un burócrata cualquiera regresa a casa después del mediodía, come lo que aparezca, duerme una siesta bajo el cuidado de su abuela que como toda segunda madre es consentidora y apoyadora de las andanzas “del muchacho”.
A las 2:00 en punto, regresa a la oficina, perdón, a la banca a seguir probando suerte en las patas de los caballos, en el bate de Al Rod, en las rectas de Pedro Martínez, o en los patines de “hockey”.
A las 6:00 de la tarde, cuando retorna a casa, frente a la radio, toma papel y lápiz para anotar los resultados de los juegos y no sale ni al colmado.
Antes hacer su jugada, busque a “Frank Caballo”, pues de apuestas es el más que sabe, ya que se inició muy niño jugando a “cepillo” (el WV alemán) y continuó jugando hasta la “placa” de los vehículos que pasan por
su barrio.
Esta es la historia de Frank Caballo y de miles de jóvenes y “no tan jóvenes” que tienen como principal ocupación las apuestas en las bancas que abundan más que las escuelas en Dominicana.
¡Juega hasta la placa!
T. Valerio y G. García
SANTO DOMINGO.- Franklin Pérez, 32 años, después de una amplia experiencia laboral en casinos de los más afamados hoteles de la República Dominicana, se ha ganado con creces el mote de Frank Caballo, debido a su afición a la hípica y las apuestas en todos los juegos conocidos y por conocer.
De extracción humilde, pero con sueños exquisitos y ambiciosos, Frank tiene bien definida su agenda cotidiana.
Tempranito, cada mañana busca el periódico y sin importarle las noticias de primera plana, va directo a las páginas interiores preferiblemente: los deportes.
Lee minuciosamente el itinerario de los juegos de béisbol, las carreras de caballos y otros juegos dónde se gana a veces, pero donde siempre se pierde buen dinero.
“Frank Caballo” no ha viajado ni a la isla Saona, y sólo conoce la escarcha de hielo de la vieja nevera de su casa, es un experto deslizándose en el “hockey”, una vaina que juegan los americanos de fuera.
SANTO DOMINGO.- Franklin Pérez, 32 años, después de una amplia experiencia laboral en casinos de los más afamados hoteles de la República Dominicana, se ha ganado con creces el mote de Frank Caballo, debido a su afición a la hípica y las apuestas en todos los juegos conocidos y por conocer.
De extracción humilde, pero con sueños exquisitos y ambiciosos, Frank tiene bien definida su agenda cotidiana.
Tempranito, cada mañana busca el periódico y sin importarle las noticias de primera plana, va directo a las páginas interiores preferiblemente: los deportes.
Lee minuciosamente el itinerario de los juegos de béisbol, las carreras de caballos y otros juegos dónde se gana a veces, pero donde siempre se pierde buen dinero.
“Frank Caballo” no ha viajado ni a la isla Saona, y sólo conoce la escarcha de hielo de la vieja nevera de su casa, es un experto deslizándose en el “hockey”, una vaina que juegan los americanos de fuera.
No es “jockey” pero los aficionados de la hípica lo buscan, no para montar los caballos, sino para buscar orejas y hacer sus jugadas, ya que es un tipo que con frecuencia acierta en las carreras del Hipódromo 5to. Centenario de Santo Domingo Este y El Comandante de Puerto Rico.
A las 9:00 de la mañana de cada día se encamina a las bancas de apuestas más cercanas como si fuera a su oficina, dónde busca los resultados de los juegos de la noche anterior: cambia los premiados y los tickes pelados van directo al zafacón.
Como un burócrata cualquiera regresa a casa después del mediodía, come lo que aparezca, duerme una siesta bajo el cuidado de su abuela que como toda segunda madre es consentidora y apoyadora de las andanzas “del muchacho”.
A las 2:00 en punto, regresa a la oficina, perdón, a la banca a seguir probando suerte en las patas de los caballos, en el bate de Al Rod, en las rectas de Pedro Martínez, o en los patines de “hockey”.
A las 6:00 de la tarde, cuando retorna a casa, frente a la radio, toma papel y lápiz para anotar los resultados de los juegos.
Antes hacer su jugada, busque a “Frank Caballo”, pues de apuestas es el más que sabe, pues se inició muy niño jugando a “cepillo” (el WV alemán) y continuó jugando hasta la “placa” de los vehículos que pasan por su barrio.
Esta es la historia de Frank Caballo y de miles de jóvenes y “no tan jóvenes” que tienen como principal ocupación las apuestas en las bancas que abundan más que las escuelas en Dominicana.
No es “jockey” pero los aficionados de la hípica lo buscan, no para montar los caballos, sino para buscar orejas y hacer sus jugadas, ya que es un tipo que con frecuencia acierta en las carreras del Hipódromo 5to. Centenario de Santo Domingo Este y El Comandante de Puerto Rico.
A las 9:00 de la mañana de cada día se encamina a la banca de apuestas más cercana como si fuera a su oficina, dónde busca los resultados de los juegos de la noche anterior: cambia los premiados y los tickes pelados van directo al zafacón.
Como un burócrata cualquiera regresa a casa después del mediodía, come lo que aparezca, duerme una siesta bajo el cuidado de su abuela que como toda segunda madre es consentidora y apoyadora de las andanzas “del muchacho”.
A las 2:00 en punto, regresa a la oficina, perdón, a la banca a seguir probando suerte en las patas de los caballos, en el bate de Al Rod, en las rectas de Pedro Martínez, o en los patines de “hockey”.
A las 6:00 de la tarde, cuando retorna a casa, frente a la radio, toma papel y lápiz para anotar los resultados de los juegos y no sale ni al colmado.
Antes hacer su jugada, busque a “Frank Caballo”, pues de apuestas es el más que sabe, ya que se inició muy niño jugando a “cepillo” (el WV alemán) y continuó jugando hasta la “placa” de los vehículos que pasan por
su barrio.
Esta es la historia de Frank Caballo y de miles de jóvenes y “no tan jóvenes” que tienen como principal ocupación las apuestas en las bancas que abundan más que las escuelas en Dominicana.
publicado por Tony Valerio
No hay comentarios:
Publicar un comentario