Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno Sol
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Opinión |
En varias ocasiones escribí que el caso
relacionado con el escándalo de Odebrecht no llegaría a sus máximas
consecuencias. La evolución de los hechos presenta el inicio de otra realidad.
La percepción social y política se nutre en base a las coyunturas y los
rompimientos, más que de la quietud y la estabilidad.
Las fuerzas económicas, sociales y
políticas que sacude la tormenta Odebrecht parecerían ser lo suficientemente
fuertes para detener el vendaval, pero fueron derrotadas por la calle. La
protección de sectores representativos del sistema se cayó, por el temor
a la turba-multa y al ojo electrónico.
Se ha dado un paso en la aplicación de
justicia en el caso Odebrecht, pero se está lejos del juicio de
fondo. Hay que esperar ese desenlace, y sobre todo ver cómo se desarrollan las
futuras apelaciones a la actual medida de coerción.
Pero sin la menor de las dudas, todos los
implicados ya están condenados por la opinión pública. No se le juzgó en el
fondo para determinar inocencias, sino derecho a la libertad, pero poco puede
variar en la sentencia final. Los que están presos y los futuros inquilinos
detrás de los barrotes fueron señalados por el dedo acusador de la
sobreexposición de los medios de comunicación. Una sentencia más
demoledora que la del juez Francisco Ortega.
El escándalo Odebrecht lo inició la calle,
y lo terminará la calle. Sea a favor o en contra de la aplicación de justicia,
el cuño final lo impondrán las manifestaciones callejeras. La Marcha Verde
tiene un gran tramo ganado, los partidos implicados en este escándalo por la
prisión de algunos de sus dirigentes tienen que agilizar el paso, si es
que quieren controlar los vientos huracanados.
Aunque muchos tratan de ver como
individualidades la lista de los acusados, lo cierto es que embarra a los
partidos que tienen dirigentes tras las rejas. No solo es solidaridad, echarle
la culpa o dejarlos a su suerte, los partidos tienen que hacerse una
autocrítica ahora, antes de que lloren las viejas campanas de los templos
coloniales.
La victoria obtenida por la Marcha Verde
le lanza a profundizar la lucha contra la corrupción. Está claro que buscan un
desenlace que no necesariamente será el dictado por los tribunales. Como
crítico de cine una de mis películas favoritas es ¿Por quién doblan las campanas?,
de Ernest Heminguay, ese escritor con barbas que no soportó la soledad y
la enfermedad.
¡Carajo!, uno de sus personajes centrales
se pregunta ¿Por quién doblan las campanas?, el eco le responde, se
escuchan por ti. Los viejos manuales de teoría política lo dicen bien claro:
cuídate de la calle, que la carrera tiene un comienzo y no se sabe cuál es
el final. ¡Ay!, se me acabo la tinta.
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