Por Francisco Luciano
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Opinión |
Si bien es cierto que la corrupción como conducta humana no es un fenómeno
nuevo, ni exclusivo de la sociedad dominicana, se hace necesario avanzar en la
dirección de prevenirla y castigarla de manera ejemplar. En otras palabras que
existan corruptos no es el problema, el verdadero problema es que se les trate
de manera impune.
En el caso dominicano, la preocupación de algunos por el castigo y la
persecución contra la corrupción parece centrarse de manera exclusiva en el
caso Odebrescht, como si fuera la única situación manifiesta de corrupción en
nuestro país y habría que preguntarse, ¿Si el soborno y la evasión fiscal no
tienen el mismo efecto al momento de generar inequidad social? ¿O si la
sobrevaluación de obras públicas y la venta de productos vencidos o a
sobreprecios no tienen el mismo efecto dañino en perjuicio de la sociedad?
Nadie en su sano juicio puede defender la perversidad que generan las
prácticas corruptas de políticos, funcionarios gubernamentales,
empresarios, religiosos, policías y comunicadores que operan verdaderas
maquinarias de extorsión frente a quienes no tienen cuentas conciliadas entre
su decir y su hacer.
En el sonado caso Odebrescht, la posición más sensata es exigir
que se haga justicia frente, dejando claro que hacer justicia no necesariamente
implica castigar a los que resulten culpables, sino también liberar a los que
resulten ser inocentes, por más inquina, tirria o envidia que se les
pueda tener.
Aunque no quisiera que ninguna familia tenga que pasar por la
difícil situación que hoy viven los acusados, pues independientemente de que
resulten inocentes de los hechos que se les endilgan, ya una parte de nuestra
población los considera “ Papá de los ladrones”, ninguno, culpable o inocente,
puede ser eximido de explicar, todo cuanto requiera la justicia para
esclarecer el presente caso, aplicando las sanciones que indica la ley,
conforme la falta que pueda probarse, esa es una responsabilidad a la que está
obligado todo aquel que maneja recursos ajenos.
La aspiración es que hacia el futuro, el caso Odebrescht siente
el definitivo precedente, de que, quien se equivoca y hace uso y
abuso de las responsabilidades que se le delegan, tendrá que correr con las
consecuencias.
Ojalá la sociedad dominicana no abandone el camino del reclamo contra la
corrupción y la impunidad y ojalá no se imponga la displicencia que mal
recomienda el “deja eso así”, en este, ni en ningún caso de felonía pasada,
presente o futura que pueda determinarse.
Recordar a todos, que hacer justicia no es alimentar el morbo insensato y
que en el caso de qué, después de respetarles sus derechos a una legítima
defensa, en un juicio público, oral y contradictorio, resultaren
culpables, debemos tener la cordura de respetar sus familiares y relacionados,
pues la responsabilidad civil y penal es responsabilidad exclusiva de cada
persona. Toda condena busca que la persona pague por los
hechos cometidos, pero también de que corrija su conducta futura,
Avergonzar o asediar a un niño o a unos adultos por actos ajenos, hace más daño
que bien a una sociedad que tiene y ansia saciar su sed de justicia frente al
flagelo de la corrupción en todos los sentidos y en todos niveles.
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