Politica, economía

miércoles, junio 28, 2017

Reflexiones de un escribiente

Por Manuel Hernández Villeta/A Pleno Sol

Opinión
Si me lo permiten,  y sólo periódicamente, voy a externar mis reflexiones sobre el ejercicio del periodismo. He ocupado posiciones desde reportero hasta director de medios, pero quiero que se me recuerde como un escribiente  de cuartillas.

Es difícil ejercer en el mundo de hoy un periodismo apegado a lo que le dicte su conciencia. En reflujo social surge el economicismo y muchos pierden las garras para luchar contra las injusticias y prefieren tender las manos para recibir el efectivo que todo lo corrompe.

Cuando hay un amplio flujo social, como cuando el país cayó en los dolorosos doce años, es fácil ser parcial. Usted casi obligatoriamente toma el camino de la justica, rechaza los asesinatos, denuncia la represión, y quiere que se dé un cambio general.

En la pasividad es cuando más difícil se torna el ejercicio periodístico, porque es el momento en que muchos se montan en la ola, y tratan de dar un salto por encima de lo que le permite su salario de reportero, o cualquier otra posición.

Hay de por medio un tratamiento de conciencia. Hay parcialidad y hay imparcialidad. Todo depende de la coyuntura en que se mueve el devenir social. Si dos partidos van a unas elecciones, usted puede ser imparcial, porque no le interesa ninguno de las dos opciones.

Pero si se desata una ola de atropellos, de violencia institucional, de persecuciones en base a las ideas, tiene que tomar posición. Ahí surge la parcialidad. Tiene que haber una acción respuesta  de enfrentar a las violaciones de los mínimos derechos humanos.

No puede irse al periodismo blandiendo espada contra enemigos o amigos preferidos. En el devenir de su ejercicio social, las mujeres y los hombres cometen aciertos y errores. Hay que juzgar a todos en base al criterio de la investigación y la objetividad. Nunca se debe cerrar una investigación periodística, en base a la opinión de un sector que hace una denuncia. Hay que tratar de escuchar al acusado y hacer el balance.

Un juez no ve culpables o inocentes, sino calificación de  pruebas, las que se encargarán de poner tras los barrotes a un implicado, o sencillamente descargarlo y mandarlo para su casa. El periodista investigador debe manejar pruebas y sobre todo valorar las contradicciones de los denunciantes o de los defensores.

El periodista se puede equivocar en sus conclusiones. Tiene que ratificar y rectificar si hizo una mala investigación y tiene una percepción propia y errada de los hechos. Es nula una investigación que fabrica situaciones, para perjudicar a quien consideramos nuestro contrario de ideas.

Las nuevas generaciones de periodistas tienen que abrevar en la búsqueda de la verdad, pero para ello deben dejar a un lado el oro del soborno y dar paso a un ejercicio de conciencia, donde se esté dispuesto a morir, si es necesario, por la exposición diáfana e irrebatible de los hechos. Sin conciencia social, se puede ser un vendedor de ideas, pero no un buen periodista. ¡Ay!, se me acabó la tinta.

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