Por Manuel Hernández Villeta/ A Pleno Sol
Opinión |
Si me lo permiten, y sólo
periódicamente, voy a externar mis reflexiones sobre el ejercicio del
periodismo. He ocupado posiciones desde reportero hasta director de medios,
pero quiero que se me recuerde como un escribiente de cuartillas.
Es difícil ejercer en el mundo de hoy un
periodismo apegado a lo que le dicte su conciencia. En reflujo social surge el
economicismo y muchos pierden las garras para luchar contra las injusticias y
prefieren tender las manos para recibir el efectivo que todo lo corrompe.
Cuando hay un amplio flujo social, como
cuando el país cayó en los dolorosos doce años, es fácil ser parcial. Usted
casi obligatoriamente toma el camino de la justica, rechaza los asesinatos,
denuncia la represión, y quiere que se dé un cambio general.
En la pasividad es cuando más difícil se
torna el ejercicio periodístico, porque es el momento en que muchos se montan
en la ola, y tratan de dar un salto por encima de lo que le permite su salario
de reportero, o cualquier otra posición.
Hay de por medio un tratamiento de
conciencia. Hay parcialidad y hay imparcialidad. Todo depende de la coyuntura
en que se mueve el devenir social. Si dos partidos van a unas elecciones, usted
puede ser imparcial, porque no le interesa ninguno de las dos opciones.
Pero si se desata una ola de atropellos,
de violencia institucional, de persecuciones en base a las ideas, tiene que
tomar posición. Ahí surge la parcialidad. Tiene que haber una acción respuesta
de enfrentar a las violaciones de los mínimos derechos humanos.
No puede irse al periodismo blandiendo
espada contra enemigos o amigos preferidos. En el devenir de su ejercicio
social, las mujeres y los hombres cometen aciertos y errores. Hay que juzgar a
todos en base al criterio de la investigación y la objetividad. Nunca se debe
cerrar una investigación periodística, en base a la opinión de un sector que
hace una denuncia. Hay que tratar de escuchar al acusado y hacer el balance.
Un juez no ve culpables o inocentes, sino
calificación de pruebas, las que se encargarán de poner tras los barrotes
a un implicado, o sencillamente descargarlo y mandarlo para su casa. El
periodista investigador debe manejar pruebas y sobre todo valorar las
contradicciones de los denunciantes o de los defensores.
El periodista se puede equivocar en sus
conclusiones. Tiene que ratificar y rectificar si hizo una mala investigación y
tiene una percepción propia y errada de los hechos. Es nula una investigación
que fabrica situaciones, para perjudicar a quien consideramos nuestro contrario
de ideas.
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