Genris García |
A continuación Informador SDO reproduce lo que escribió Genris García en
su portal luego del asalto.
La noche de este lunes me tocó a mí entrar en la
interminable lista de hombres, mujeres, adolescentes y niños que han sido
víctima de la delincuencia común.
Esa que te arranca la vida con la misma
facilidad que te arrebata de las manos un celular.
Iba en un carro del transporte público.
Eran alrededor de las 9:00 de la noche.
Como es normal en la mayoría de las calles
y avenidas del Gran Santo Domingo, estaban a oscura, como mi barrio que tenía
16 horas sin servicio eléctrico.
De ahí que los oficiales que recibieron mi
denuncia en el Destacamento de la Ciudad del Almirante, lo hicieron en una hoja
suelta y a manos. Tampoco sé si la computadora está en condiciones y si el
agente sabía usarla.
Luego de la puesta en circulación de la
revista “D Oro” del colega y buen amigo Luis Tejada, en el Colegio Dominicano
de Periodistas (CDP), el compañero José Beato me encaminó hasta la avenida Las
América con Sabana Larga.
Allí abordé un vehículo rotulado, pero,
creo que de la ruta de la 27 de Febrero.
No encontré nada extraño, porque muchas
veces los choferes van de regreso a sus casas y de paso van tomando pasajeros.
En el vehículo iba un joven en el asiento
delantero y conmigo abordó una señora con una niña de unos 6 a 7 años de edad.
Al llegar al peatonal próximo a La Villa
Olímpica subieron dos jóvenes y una chica.
No le puse atención. Mi defensa estaba en
baja.
Cuando el vehículo llegó a dónde inicia o
termina la 25 de Febrero, después de pasar el paso a desnivel de Las Américas,
donde inician las avenidas La Pista de San Isidro y la Ecológica, el joven que
iba en el asiento delantero pidió al chofer que lo dejara.
El área estaba oscura, así como el
interior del vehículo. También el de atrás dijo que se bajaría.
De inmediato el de atrás dijo que se
trataba de un asalto. Todos quedamos en silencio.
Yo viajaba justo detrás del chofer en la
puerta izquierda.
Por encima de la señora y la niña el tipo
me apuntaba con lo que parecía una pistola e insistía en que le entregara el
celular.
“Tranquilo” le dije y de inmediato le pasé
el aparato.
Intenté reaccionar, pero tenía poca
movilidad y pensé en la niña y la señora que iban a mi lado.
A renglón seguido al que iba al lado del
conductor lo despojaban de su celular y le exigían que entregara su cartera.
Como este se dilataba en sacar su cartera,
el que me apuntaba a mi le decía al otro “dale un tiro si no quiere entregar la
cartera”.
Por suerte a mí no me la pidieron porque
hace muchos que no uso cartera.
En ese momento me llegaron a la cabeza
miles de imágenes de víctimas de la delincuencia callejera, porque los otros
salen todos los días en los medios de comunicación, pero no tienen etiqueta de
asaltantes ya que operan en oficinas confortables públicas y privadas.
Estábamos en El Rosal, sí, El Rosal, en
las inmediaciones de la casa del colega Juan Cruz Trifolio, a quien momentos
antes entrevisté en el CDP sobre el avance de las investigaciones del tiro que
se le pegó en medio de un asalto, aunque estaba sentado tranquilamente en su
casa y nada tenía que ver con una señora a quien dos malandros arrancaron su
cartera.
Es la misma zona donde a mi amiga
Alexandra Caba a quien han virado varias veces.
“Cerca de El Rosal supongo…esta es zona
apache”, escribió en su cuenta de Facebook, al tiempo que se alegraba que
estuviera bien, aunque reconocía lo difícil del momento.
Me quedaba un aparato celular y desde este
me comuniqué con un oficial de la Policía Nacional, quien en ese momento acompañaba
al mayor general Neivis Pérez Sánchez, director Regional Santo Domingo
Oriental de esa institución.
El alto oficial se interesó en el caso y
de inmediato envió al subdirector de la Dirección Central de Investigaciones
Criminales (Dicrim), coronel Decena, quien inició las pesquisas de rigor
De las gestiones y trato de la Policía no
me puedo quejar.
Solo le pido que si pueden los atrapen. Lo
lleven a la cárcel, no por lo que me robaron, que en definitiva no es lo más
importante, sino para que no sigan haciendo daño.
Que lo lleven a un lugar dónde se puedan
regenerar y aprender un oficio, para que cuando salgan no vuelvan a lo mismo.
Como siempre he proclamado, con esos
muchachos, no quiero “intercambios de disparos”, ya que ese método no se le
aplica a los que de todos los colores roban millones y luego compran policías,
jueces, periodistas y a todo aquel que se le ponga por el medio.
El colega José Madera, de Santiago, me
pidió que tengo que andar “alebrecao”.
Agradezco los comentarios de solidaridad
de mis familiares, colegas y amigos externados en las redes sociales.
Sin embargo, creo que entre todos, debemos
trabajar para hacer de la República Dominicana un país grande, dónde podamos
caminar con la confianza de que no nos van a asaltar en la próxima esquina,
dentro de la casa o en la carretera.
Vamos a terminar con la inequidad social
que es la madre de muchos de esos actos de simple ratería que desvelan a los
dominicanos.
Este acto, como otros que me han tocado
vivir, no me van a sacar de la calle, allí seguiré haciendo mi trabajo, con el
compromiso de siempre.
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